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Un Dios lo suficientemente grande como para solucionar problemas de gran magnitud

Del número de junio de 1986 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La televisión trae a nuestra propia mesa el hambre del mundo y sus muchos problemas. ¿Y quién no desea encontrar un camino para ayudar a solucionar los conflictos raciales, de hambre, de niños desaparecidos o de brutales opresiones? Hay suficientes problemas como para llorar a mares.

Pero cuando llega el momento de encontrar soluciones para estos males de gran magnitud, mucha gente piensa que la religión no es práctica, a menos que apoye los métodos convencionales mundanos.

Este no es el punto de vista de la Biblia. Cuando leemos las Escrituras, no podemos dejar de sentir la esperanza de que una mayor obediencia al único Dios aporta soluciones, no sólo en base individual, sino en una escala sorprendentemente amplia. ¡Y es obvio que los escritores de la Biblia tenían un concepto muy amplio de Dios!

Las palabras atribuidas al rey David en el primer libro de Crónicas, expresan este concepto: “Tuya es, oh Jehová, la magnificencia y el poder, la gloria, la victoria y el honor; porque todas las cosas que están en los cielos y en la tierra son tuyas. Tuyo, oh Jehová, es el reino, y tú eres excelso sobre todos”. 1 Crón. 29:11.

¿No es posible entonces que la clave para resolver los grandes problemas sociales sea tener un Dios lo suficientemente grande; en otras palabras, tener una comprensión tan clara de Dios que hasta los problemas más grandes pierden su magnitud ante Su supremacía?

Mary Baker Eddy, quien fundó la Ciencia Cristiana
Christian Science (crischan sáiens), mantuvo la convicción de que finalmente sería este despertar a la comprensión espiritual de la infinitud de Dios lo que tendría una influencia regeneradora y sanadora más amplia en la sociedad. Nos dice: “Un solo Dios infinito, el bien, unifica a los hombres y a las naciones; constituye la hermandad del hombre; pone fin a las guerras; cumple el mandato de las Escrituras: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’; aniquila a la idolatría pagana y a la cristiana — todo lo que es injusto en los códigos sociales, civiles, criminales, políticos y religiosos; establece la igualdad de los sexos, anula la maldición que pesa sobre el hombre, y no deja nada que pueda pecar, sufrir, ser castigado o destruido”.Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 340.

¡Este no es un punto de vista limitado y trivial!

Pero, ¿cómo vemos este inmenso efecto que un solo Dios ejerce sobre todos los problemas humanos? La oración que sana los males sociales, al igual que la oración que sana las enfermedades del cuerpo, sólo puede realizarse mediante la sólida cristianización y espiritualización de la consciencia individual que nos capacita para obedecer al Dios que es omnipotente y bueno y que está a nuestro alcance. Empecemos, dondequiera que estemos, a subordinar los discordantes errores de un sentido material de la vida a la nueva comprensión espiritual de que Dios, el bien, es la gran realidad. Y esta comprensión tiene efectos sanadores.

Una amiga mía trabajaba para una organización dedicada a resolver algunos problemas de vivienda en el centro de la ciudad para personas de pocos recursos. Desde el comienzo, mi amiga se dio cuenta de que donde parecía haber un inmenso obstáculo o complicaciones imposibles de resolver, su inequívoco reconocimiento de la omnipotencia de Dios, logrado por medio de la oración — el reconocimiento de Su justicia y bondad, y la perfección ilimitada de Su creación, incluso el hombre — ayudó a aportar soluciones, ideas y, a menudo, a efectuar cambios necesarios en la avaluación de las circunstancias. Comprendió que el cambio más indispensable siempre tenía que efectuarse en su propia comprensión de Dios y de lo que El significa para la humanidad.

Gradualmente mi amiga empezó a ser más apreciada no tanto por su participación en el trabajo, sino por su capacidaddad para orar con eficaces resultados sanadores cuando se presentaban desafíos “imposibles”.

Es obvio que se necesita un gran salto en nuestra manera de pensar en estos momentos para solucionar los problemas de la humanidad. Es evidente que ninguna cantidad de mera buena voluntad o esfuerzos humanos es suficiente: no es lo suficientemente fuerte, lo suficientemente rápida o de suficiente alcance. Es cada vez más evidente que los problemas de la humanidad radican en la manera de pensar del género humano. El reconocer la realidad y la presencia del universo del Espíritu, la creación de la Mente divina, puede cambiar este concepto mental en rumbos que sobrepasan todo lo que puede concebir al presente la imaginación humana.

A medida que salimos de esta oscuridad mental y percibimos albores de la presencia de Dios y de Su reino, no podemos dejar de ver la justicia con que Dios abastece a Su creación. El hecho de que Dios existe significa disponer de ideas inteligentes, alcanzar la realidad final de una cooperación pacífica en vez de conflictos, el triunfo de la justicia y la penetrante naturaleza del bien. Estas cosas se evidencian cuando cambiamos la base de nuestro pensamiento, de las tales llamadas circunstancias materiales a la realidad espiritual del ser. Con su característica sinceridad, la Sra. Eddy nos advierte: “Es posible que ocultemos al mundo nuestra ignorancia espiritual, pero jamás podremos tener buen éxito en la Ciencia y demostración del bien espiritual por medio de la ignorancia o la hipocresía”.Ibid., págs. 242–243.

Nadie puede decidir por otro cuál es el paso correcto que tal persona deba dar para ayudar al mundo. Pero una cosa es cierta: Cuanto más eficaz sea este paso, tanto más seguirá el camino de Cristo Jesús. Las opiniones mundanas quisieran denigrar esta línea de acción considerándola ingenua o de otro mundo. Sencillamente, el hecho es que esta línea de acción es científica; es una forma eficaz para cambiar la consciencia humana.

Cuando comprendemos que un progreso significativo para la humanidad radica en la disposición individual de persistir en la regeneración cristiana que abre el pensamiento humano, como ninguna otra cosa puede hacerlo, para que perciba la grandeza de Dios, es una experiencia que nos hace sentir humildes. La declaración de Jesús a sus seguidores de que ellos eran la luz del mundo, súbitamente parece cobrar más vigor, y sus requisitos ser más ineludibles. También se comprueba que la perspectiva bíblica de un Dios de gran magnitud todavía tiene significado — un significado muy importante — para los individuos y para el mundo.


Una vez habló Dios;
dos veces he oído esto:
que de Dios es el poder.

Salmo 62:11

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