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Refrenemos el crimen

Del número de junio de 1986 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El segundo libro de los Reyes en la Biblia relata que el criado de Eliseo el profeta salió una mañana y encontró que el rey de Siria había enviado gente de a caballo y carros, sitiando la ciudad durante la noche. El criado tuvo miedo y dijo a su señor: "¡Ah, señor mío! ¿qué haremos?" Estas noticias perturbadoras no impresionaron a Eliseo, quien declaró con convicción: “No tengas miedo, porque más son los que están con nosotros que los que están con ellos”. Y oró para que los ojos de su criado fueran abiertos. “Entonces Jehová abrió los ojos del criado, y miró; y he aquí que el monte estaba lleno de gente de a caballo, y de carros de fuego alrededor de Eliseo”. Ver 2 Reyes 6:8-17.

¿Qué pasó? ¿Había cambiado la escena materialmente, o había cambiado el modo de ver del criado? Por medio de la oración de Eliseo, el joven pudo ver las cosas desde el punto de vista del profeta, teniendo la seguridad en la protección y fuerza circundantes que provienen del reconocimiento de la totalidad y la proximidad de Dios.

¿Acaso miramos a nuestra ciudad con ojos temerosos y la vemos rodeada de peligros: vicio, inmoralidad y crimen? ¿Acaso estamos en medio de ella con temor y desaliento, preguntándonos cómo podemos sobrevivir tanto nosotros como los demás? Si así es, entonces, como el criado de Eliseo, necesitamos que se nos abran los ojos. Necesitamos la oración y visión de Eliseo que reconocen que la verdad del ser, como se revela en la Ciencia Cristiana, es más poderosa y real que el despliegue de mortalidad y materialidad que aparentemente nos rodea. En un párrafo que se encuentra bajo el título marginal “La visión se abre”, la Sra. Eddy nos dice: “Quitar del pensamiento confianzas equivocadas y testimonios materiales a fin de que aparezcan las verdades espirituales del ser, ése es el gran logro por el cual eliminaremos lo falso y daremos entrada a lo verdadero”.Ciencia y Salud, pág. 428.

Desde mi hogar, cuando veo la ciudad que está al otro lado del puerto, puedo sentir su pulso constante, como quien dice. A veces, antes de ir a dormir por la noche salgo al balcón a orar, a “poner en la cama” a la ciudad, y “arroparla” con el reconocimiento de que la bondad omnipresente de Dios la protege, guía y gobierna. A veces pienso en estas palabras del Himnario de la Ciencia Cristiana:

La Verdad es luz suprema,
las tinieblas destruyó:
Dios protege Su rebaño,
no hay sombras que temer,Himnario, N. 258.

o, en el pensamiento compasivo de este otro himno:

De antaño estaba el fiel Pastor
con la enferma multitud;
con suave toque al débil dio
la fuerza y la salud.Ibid., N. 96.

Reconozco que este mismo fiel Pastor, el Cristo, hace las rondas con aquellos que están encargados de proteger la ciudad. Un día, mencioné a otra estudiante de Ciencia Cristiana esta práctica de “poner a la ciudad en la cama”, y al día siguiente me llamó por teléfono diciéndome que la idea la había conmovido tanto que cuando despertó se puso a orar por la comunidad de jubilados en donde ella vive, dándole, de ese modo, los “buenos días”. Esto la hizo sentirse útil.

Hoy en día, hay mucha gente en nuestra sociedad que dedica sus vidas, o gran parte de su tiempo y recursos, al trabajo y las obras sociales. La Sra. Eddy apoyó activamente muchas causas nobles, y les dio importantes donativos. Pero también dio más que eso. La actividad regeneradora de la oración, es un trabajo que no se ve y, por ende, no siempre es reconocido, aunque sus esfuerzos se sientan. Este trabajo exige más de uno que las buenas obras que se ven, por más encomiables que sean. Por medio de la oración, más que por cualquier otro medio, los Científicos Cristianos pueden lograr lo que la Sra. Eddy predice en Ciencia y Salud: “.. . quienes disciernan la Ciencia Cristiana refrenarán el crimen. Ayudarán a expulsar al error. Mantendrán la ley y el orden y esperarán gozosos la certeza de la perfección final”.Ciencia y Salud, pág. 97.

Tuve una experiencia que me hizo ver lo necesario que es el mantener la ley y el orden en mi propia consciencia, de manera que lo que apareció como una prueba y una tribulación se convirtió en una bendición, debido a la valiosa lección que aprendí. Una mañana, en el día de Año Nuevo, estando de viaje, lejos de casa, desperté con el pensamiento angelical: “Os restituiré lo que comió la oruga”, que parafrasea el versículo bíblico en el libro de Joel: “Y os restituiré los años que comió la oruga”. Joel 2:25. ¡Qué pensamiento maravilloso para comenzar el año nuevo! Pero era más importante de lo que me daba cuenta, pues, más tarde en la mañana, recibí una llamada de la policía de mi ciudad para informarme que habían entrado ladrones en nuestra casa y la habían saqueado; habían robado artículos del hogar y acuchillado todas las sillas tapizadas. Debido al mensaje angelical que aún resonaba en mi pensamiento, predominaba la promesa de restauración y no el desaliento y la ira, y este mensaje angelical resultó ser de eficacia inmediata. Los intrusos fueron detenidos durante esa mañana en un carro hurtado, y todas las posesiones que habían robado, no solamente de mi hogar, sino de otros doce hogares en que habían entrado durante ese período de días festivos, fueron recuperadas por la policía.

Cuando llegué a mi hogar, me llevó solamente tres horas poner todo en orden. El daño causado a las sillas fue el mayor problema. El costo de su reparación fue considerable, y no tenía ningún seguro que cubriera ese tipo de daño. A pesar de esto, me aferré al mensaje angelical sobre la restauración, y decidí hacerlas retapizar. Más o menos durante ese período recibí, sin esperarla, una cantidad de dinero que fue más que suficiente para cubrir el costo de la reparación.

De manera que todas las necesidades humanas fueron bellamente satisfechas, pero aún estaba esperando la amorosa lección final que sabía que el Amor divino me iba a dar. Llegó más adelante durante ese mes en el último versículo de las citas bíblicas en el servicio vespertino del miércoles. El tema era sobre restauración, y el Primer Lector leyó el relato, en el Evangelio según San Marcos, del hombre ciego a quien Cristo Jesús sanó (ver el capítulo 8). El versículo 25 concluye así: “Y fue restablecido, y vio de lejos y claramente a todos”.

¡Casi brinqué del asiento! Eso era lo que buscaba — la lección amorosa — ¡ver claramente a todos! Si bien había considerado que yo había estado viendo a mi prójimo, a través de la percepción espiritual, como perfecto en su integridad, el amado de Dios, también había pensado que otros estaban viendo a la sociedad como enferma, poco confiable y peligrosa. Lo que se requiere es ver a todos claramente como ellos verdaderamente son: reflejos de la Mente única y perfecta.

El más poderoso ejecutor de la ley en nuestras comunidades es el metafísico alerta cuya oración constante protege al hombre contra la sugestión de que el mal pueda robarle su integridad; quitarle su inocencia; arrebatarle su paz y su libertad; despojarle de su dignidad y su honra otorgadas por Dios. El despertar a la necesidad de orar — de trabajar metafísicamente — por la comunidad, puede manifestarse a través de un desafío, tal como el que he relatado aquí. Mas la recompensa resulta en una mayor percepción espiritual sobre la manera de cómo cumplir con el requisito de “refrenar el crimen” y “mantener la ley y el orden” por medio de la oración y la visión espiritual.

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