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Llamados a practicar la curación cristiana

Del número de junio de 1986 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cada uno de nosotros posee maravillosos talentos otorgados por Dios. Nuestros talentos son recursos de gran valor, y el mundo es bendecido cuando los usamos correctamente. Pero si no apreciamos su valor, poco es lo que se beneficiará la sociedad, y, con el tiempo, nuestra propia experiencia parecerá secarse, al igual que el lecho de un río cuyas aguas han sido mal encauzadas.

Hay un talento que todos poseemos y que necesita ser cultivado de una manera especial. Proviene de nuestra relación con Dios. Cuando lo descubrimos y utilizamos para la gloria de Dios, nuestra vida comienza a florecer como un jardín que es regado por la fuente abundante del amor de nuestro Padre. Este talento es la curación cristiana, y, para los que se dan cuenta de su gran valor y propósito, no existen lechos secos en sus vidas.

Muchos cristianos devotos están practicando la curación cristiana allí mismo en donde se encuentran, cualesquiera que sean sus ocupaciones. Están logrando un cambio profundo en el mundo. Es posible que, para el Científico Cristiano, una práctica más amplia y pública surja de manera natural del trabajo de curación que está realizando; trabajo que está demostrando, de una forma eficaz, el poder de la verdad espiritual en la vida diaria.

Jamás queda nadie fuera de la gracia sanadora de Dios, o se le impide tener acceso a ella. Dondequiera que nos desempeñemos — como amas de casa, ejecutivos de empresa, maestros de escuela, plomeros, políticos, artistas, o trabajadores que dedican todo el tiempo a la misión de nuestra Iglesia — se nos presenta continuamente la oportunidad de aplicar a la condición humana el poder sanador y transformador del Cristo, la Verdad. No hay un sólo día que transcurra sin que nos veamos frente a una situación en la que sea necesaria la curación, o en la que sea necesario regenerar o elevar la consciencia humana.

Sin embargo, el talento de la curación espiritual necesita ser alimentado y desarrollado con la oración. Necesita el alimento que obtenemos mediante el estudio de la Biblia y Ciencia y Salud, mediante nuestro deseo sincero de hacer el bien, mediante un amor cada vez más grande hacia Dios y la humanidad, y por medio de la regeneración espiritual.

Es importante estar siempre alerta para escuchar el llamado a practicar la curación cristiana, y para responder a él. Muy a menudo, puede que la gente crea que la práctica de la curación espiritual es sólo la responsabilidad de aquellos pocos que han sido guiados a dedicarle a ésta todo el tiempo como un ministerio cristiano. Sin embargo, en Ciencia y Salud, la Sra. Eddy escribe: “Es posible — sí, es deber y privilegio de todo niño, hombre y mujer — seguir, en cierto grado, el ejemplo del Maestro mediante la demostración de la Verdad y la Vida, la salud y la santidad. Los cristianos pretenden ser sus seguidores, pero ¿le siguen acaso de la manera que él mandó? Oíd estos imperiosos mandatos: ‘¡Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto!’ ‘¡Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura!’ ‘¡Sanad enfermos!’ ”Ciencia y Salud, pág. 37.

Estos mandatos de Cristo Jesús se encuentran en la Biblia, Ver Mateo 5:48; Marcos 16:15; Mateo 10:8. y le hablan a sus seguidores tanto hoy como ciertamente lo hicieron hace dos mil años. Pensemos en lo que sería para el mundo si cada seguidor de Cristo Jesús, cualquiera que sea su posición social, comenzara a conceptuarse verdaderamente como un sanador cristiano y realmente comenzara a sanar.

Responder así al llamado para practicar la curación cristiana, no establecería una especie de sociedad utópica en donde todo en la vida fuese un lecho de rosas bajo el sol. Más bien, comenzaría a cambiar el pensamiento a transformar la consciencia humana — y a liberar a la humanidad de toda creencia en la supuesta realidad de una existencia sujeta a la materia, tanto en sus formas agradables como aterradoras. Además, el gozo de conocer la vida en Dios es infinitamente más dulce que las rosas y eternamente más sublime, brillante y vibrante que el sol.

La nueva percepción de la realidad divina que acompaña a la curación en la Ciencia Cristiana, revela que la vida del hombre en Dios jamás puede ser marchitada u oscurecida por las condiciones circunstanciales e inconstantes de la materia, con todas sus limitaciones, debilidades, discordias, pecados y enfermedades. El hecho es que la realidad es espiritual, que la vida es espiritual, que el hombre es espiritual, es decir, son puros, íntegros y completos. El sanador debe comprender la verdad del ser y esforzarse por vivir de acuerdo con lo que comprenda como ideal. Esta es la manera en que efectúa la curación. Es el amor y la pureza expresados en la vida del cristiano, además de la comprensión espiritual de que el hombre es el reflejo puro de Dios, que nos capacita para ser sanadores.

La humanidad necesita urgentemente consagrados sanadores cristianos. Podemos hallar una forma aún más amplia para demostrar la verdad espiritual y practicar la ley sanadora de Dios a medida que continuamos abrigando el deseo de abarcar a toda la humanidad en el amor de Cristo. La práctica de la curación cristiana se considerará como algo absolutamente esencial en nuestra ocupación y en todos los aspectos de la experiencia humana. Ciencia y Salud nos asegura: “Quienes estén dispuestos a dejar sus redes o a echarlas a la derecha en pro de la Verdad, tienen ocasión ahora, como se tuvo antaño, de aprender y practicar la curación cristiana. Las Escrituras la contienen. El sentido espiritual de la Palabra imparte ese poder”.Ciencia y Salud, pág. 271.

Todos hemos sido llamados. Que el Amor divino nos guíe para que sepamos cómo responder de la mejor manera, pero no dejemos de responder.

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