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Lo que debemos hacer cuando no sabemos qué hacer

Del número de junio de 1986 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


“He orado, escuchado y dado todos los pasos humanos posibles. He pensado en todos los pros y contras. Pero, ¡todavía no sé qué hacer!”

Es posible que en una u otra ocasión nosotros también hayamos experimentado algo similar. Y algunas veces cuando las apariencias parecen indicar que no hay esperanza, irrumpe la luz y nos da un sentido de dirección divina. Entonces percibimos con exactitud qué debemos hacer. O puede ser que algo totalmente inesperado aparezca en el escenario, que todos los parámetros y suposiciones humanas sean dejados de lado, y que se abra un nuevo camino.

El abrirse camino es una experiencia realmente natural para alguien que está aprendiendo a depender de Dios. Es el efecto inevitable de llegar a comprender a la única Mente, esa Mente ilimitada “que hubo también en Cristo Jesús”, la misma Mente que es igualmente suya y mía mediante la filiación revelada por nuestro Maestro.

Es cierto, sin embargo, que nuestra percepción de la dirección de la Mente está sujeta al progreso espiritual. Humanamente demostramos la dirección divina en proporción a nuestro sentido espiritual y nuestra espiritualidad. Por eso, francamente, algunas veces no percibimos con claridad qué es “lo mejor” que debemos hacer, incluso después de haber orado mucho tiempo y con sinceridad. Sencillamente tenemos que progresar más espiritualmente.

Pero eso no es motivo para condenarnos o para creer que, en realidad, Dios no siempre nos envía Sus mensajes angelicales o intuiciones espirituales. El no saber qué hacer puede indicar nuestra necesidad de confiar en la bondad de Dios y en Su amor por nosotros y seguir adelante, haciendo lo que pensamos que es lo mejor en ese momento y aprendiendo de la experiencia.

La experiencia es un buen maestro, y el corazón sincero que se apoya en Dios a cada paso del camino, jamás tiene por qué temer. Como dice la Sra. Eddy: “El progreso nace de la experiencia”.Ciencia y Salud, pág. 296. Aun si nos parece que cometimos un error en nuestras decisiones, esa experiencia y las lecciones que aprendemos a medida que recurrimos a Dios en busca de dirección, nos darán el progreso espiritual que necesitamos para percibir, con mayor claridad, lo que debemos hacer la próxima vez.

En realidad, en nuestro crecimiento espiritual no hay interrupción, porque la bondad de Dios y el gobierno armonioso constituyen la realidad del ser. La Ciencia Cristiana explica que esta realidad está siempre presente para ser discernida y demostrada. Y es por eso que nuestro progreso espiritual siempre es posible, y una equivocación jamás es irreversible. Siempre podemos mejorar como consecuencia de nuestras equivocaciones, porque una equivocación o un mortal equivocado no es parte del orden divino.

Entonces lo importante no es tanto tomar la decisión correcta, por necesario y legítimo que esto sea. Humanamente podríamos tomar muchas decisiones “correctas”. La parte vital es crecer en gracia y en entendimiento acerca de la presencia de Dios en nuestra vida y en nuestra relación con El. Lo esencial es despertar a la realidad ordenada por Dios que ya está a nuestro alcance para que la sintamos y la veamos. Entonces, si nuestra meta realmente es “Hágase tu voluntad”, las decisiones correctas vendrán en forma natural e incluso “las equivocadas” se convertirán, mediante su inversión, en un medio de crecimiento espiritual.

¿No sabe usted qué hacer? Entonces ore, confíe en Dios y sencillamente proceda como usted piense que debe proceder, escuchando la dirección del Padre a cada paso del camino. Jamás debemos sentir temor de dar esos primeros pasos para saber si hemos tomado el camino correcto. Dios sí nos indica el camino, y el progreso sí “nace de la experiencia”.

Confiados como niños, en constante expectativa del bien, con fe en la realidad del gobierno y cuidado de Dios, dispuestos a aprender de nuestra experiencia, sentimos que nuestra vida se eleva al nivel que nos aseguran las palabras del apóstol: “A los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien”. Rom. 8:28. ¿Y esto es lograr mucho!

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