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El Cristo espiritualiza el credo

Del número de junio de 1986 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Habiendo concurrido a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, en donde las verdades acerca de Dios y del hombre son impartidas de una manera tan sencilla y bella, nunca llegué a comprender realmente lo que significaba la palabra “credo”, que tan a menudo había escuchado de personas que concurrían a iglesias de otras religiones. Me imaginaba, sin embargo, que se relacionaba con palabras, en vez de obras.

Como el término “credo” persistía en mis pensamientos con las palabras de uno de los poemas de la Sra. Eddy, el que se encuentra en el Himnario de la Ciencia Cristiana — “Tú, el Cristo, el credo no, / la Verdad en toda acción”Himnario, N°. 298.— decidí buscar su significado en un diccionario. Encontré estas dos definiciones: “Un resumen formal de creencias religiosas”, y, “la exposición autorizada de una doctrina”. Esto confirmó lo que siempre había pensado que significaba un credo. Luego consulté el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud, donde la Sra. Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, pregunta: “¿Tienen los Científicos Cristianos algún credo religioso?” Su respuesta es: “No lo tienen, si por dicho término se quiere decir creencias doctrinales”.Ciencia y Salud, pág. 496. Luego, ella pasa a detallar seis Artículos de Fe, que exigen un elevado nivel de cristianismo de parte de aquellos que están esforzándose por ser fieles a las enseñanzas de la Ciencia Cristiana.

Los cinco primeros destacan lo que aceptamos y reconocemos — “la Palabra inspirada de la Biblia”, “un solo Dios supremo e infinito”, el “hombre a imagen y semejanza de Dios”, la expiación de Jesús, y el Cristo salvador — todo esto, para mencionar brevemente algunos de los tantos puntos importantes que contienen los Artículos de Fe. El sexto dice: “Y solemnemente prometemos velar, y orar por que haya en nosotros aquella Mente que hubo también en Cristo Jesús; hacer con los demás lo que quisiéramos que ellos hicieren con nosotros; y ser misericordiosos, justos y puros”.Ibid., pág. 497. Entre otras cosas, este artículo de fe nos exige que prometamos no sólo velar para que nuestros pensamientos estén siempre en conformidad con la Mente divina, Dios, sino también obedecer la Regla de Oro y ser justos y misericordiosos para con nuestro prójimo.

La obediencia a este artículo de fe requiere que examinemos constantemente nuestro pensamiento para asegurarnos de que no abrigue elementos impíos, tales como la crítica severa o injusta, el egoísmo o la dominación. Las sugestiones malévolas frecuentemente llaman a la puerta de la consciencia, y se requiere una vigilancia constante para no dejarlas entrar. Pero siempre hay una recompensa de paz y alegría para los que son fieles en el cumplimiento de los requisitos de este artículo de fe.

El tener la Mente “que hubo también en Cristo Jesús”, requiere pureza absoluta de motivos, integridad incuestionable en todo nuestro proceder, e imparcialidad total. ¡Qué norma más elevada! Pero, ésta se puede alcanzar mediante la gracia de Dios y el trabajo arduo. A medida que nos esforzamos sinceramente en todo momento por expresar a esta Mente divina, no sólo nuestra experiencia diaria es bendecida, sino que también son bendecidos aquellos con quienes tratamos. Cumplimos ineludiblemente con la última parte de este artículo de fe: la promesa de “hacer con los demás lo que quisiéramos que ellos hicieren con nosotros; y ser misericordiosos, justos y puros”. De esta manera, la Ciencia Cristiana, lejos de alentarnos a reposar en una declaración doctrinaria, exige que dejemos que nuestras vidas se conformen al ejemplo del Cristo.

Sin embargo, la mayoría de nosotros estamos de acuerdo con que es más fácil hablar de la verdad que practicarla. Es más fácil declarar la perfección del hombre que demostrarla en nuestras vidas. Pero, es la práctica de la verdad, y no la mera expresión verbal de ella, lo que tanto se necesita. Si Jesús hubiera sido meramente un predicador del evangelio, su misión habría ejercido poco impacto en sus oyentes. Fue su demostración práctica de la bondad de Dios y del linaje del hombre, lo que atrajo a las multitudes hacia él e hizo que Jesús fuera el Modelo para todos los tiempos.

Santiago se dio cuenta de la importancia de las obras, cuando dijo en su epístola: “La fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma”. Sant. 2:17. La Sra. Eddy escribió en un tono similar cuando dijo: “En cierta época yo creía que la práctica y las enseñanzas de Jesús respecto a la curación de los enfermos, eran abstracciones espirituales, impracticables e imposibles para nosotros; pero las obras, no el credo, y la práctica, más que la teoría, me han dado un concepto más elevado del cristianismo”.Escritos Misceláneos, pág. 195.

A veces, la lectura de las Lecciones Bíblicas del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, puede llegar a ser un mero ritual a no ser que se haga un esfuerzo por practicar las verdades espirituales que se perciben. Necesitamos mantenernos alerta para que nuestra lectura no sea meramente una “píldora” metafísica. Por lo menos, algunas de las verdades presentadas en la Biblia y en Ciencia y Salud deben ponerse en práctica para que el Cristo viviente gradualmente alcance todos los aspectos de nuestra experiencia diaria, espiritualice nuestra percepción meramente mental de la teología, y que todo lo que necesite curación responda a la influencia del Cristo, la Verdad.

Recuerdo que, en una ocasión, tuve la oportunidad de demostrar el carácter práctico de la verdad que recientemente había estado estudiando y tratando de comprender. Había hecho planes para salir de paseo en una lancha de motor con una compañera de trabajo. La hora de partida de la lancha dependía de la marea; por lo tanto, solamente había un número limitado de viajes a determinadas horas. Habíamos planeado salir un sábado y ambas esperábamos la ocasión con ansiedad. Sin embargo, el día antes de partir no me sentí lo suficientemente bien como para cumplir con mis deberes en la oficina. Llamé por teléfono a mi amiga para informarle que estaba segura de que todo estaría bien para el día siguiente. No obstante, a pesar del tiempo que dediqué al estudio y la oración, desperté al día siguiente sin sentirme mejor. No me sentía decidida a proseguir con los planes del viaje, pues sabía que iba a tener que hacer uso extensivo del transporte público y que iba a tener que estar fuera de casa por bastante tiempo.

Después de hablar con una amiga Científica Cristiana que vivía en la misma casa, me sentí animada a seguir con los planes, aunque bien sabía lo erróneo que era el hacer uso de la voluntad humana. La Científica Cristiana, amorosamente ofreció ayudarme por medio de la oración. Cuando salí de su habitación, estas palabras de un himno me vinieron al pensamiento con mucha fuerza: “Marchad, entonces, y al obrar / podréis con hechos confirmar.. .” Himnario, N.°12. Con este claro mensaje, comencé a empacar mi almuerzo, y salí para encontrarme con mi amiga. A pesar de sentirme “débil” al principio, llegué a casa al final del día radiante de gratitud, y en un estado de salud completamente normal. A medida que el día avanzaba, había sentido que respondía al toque del Cristo, la Verdad. Más tarde, me enteré de que mi amiga había estado orando durante todo el día. Verdaderamente, las palabras de la primera estrofa del himno en que había estado pensando al principio, fueron demostradas en mi caso: “.. . más que doctrina, credo o fe, / mirad la luz de la Verdad” Y esta Verdad sanadora está al alcance de todos a toda hora, puesto que todos somos igualmente valiosos para Dios.

La necesidad que todos tenemos, ¿no es realmente la de sentir el significado de las verdades que afirmamos cuando dirigimos nuestros esfuerzos hacia la solución de un problema determinado? Es tan fácil decir: “Dios es Todo y, por lo tanto, el mal es irreal”; pero, para que esta verdad tenga un efecto sanador, tenemos que estar convencidos de su veracidad, y persistir en ella hasta que el error que ha de ser erradicado ceda al toque del Cristo. Entonces, verdaderamente veremos que el Cristo está inspirando al credo.

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