Amy había comenzado a leer y escribir, y, ya sabía hacer buenas preguntas. Una de las cosas que le preguntó a su mamá fue cómo hacemos para escuchar a Dios.
Amy aprendió en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana que, cuando oramos y escuchamos a Dios, nos vienen respuestas. Pero Amy pensaba que ella no era lo bastante hábil para escuchar, porque no recordaba haber escuchado jamás que Dios le hablara. Cuando preguntó a su mamá sobre esto, ella le dijo que no escuchamos a Dios con los oídos que están en la cabeza; lo escuchamos en nuestros pensamientos. El nos habla al darnos buenas ideas. Oramos cuando prestamos atención a los pensamientos buenos. Amy se quedó pensando lo que esto podía significar.
Un día, ella y su hermano Roberto fueron a hacer compras con su mamá. De pronto, su mamá sintió que no podía seguir manejando el auto. Parecía sentirse bastante mal.
“¿Qué pasa, mamá?”, preguntó Roberto. Pero su mamá no podía hablar mucho. Sólo les dijo: “Traten de quedarse tranquilos y ayúdenme a orar”.
“¡Pero, yo quiero ir a casa!”, dijo Amy. “¡Pon en marcha el motor y vamos a casa!” Pero su mamá no se movió.
Amy se quedó muy quieta. Deseaba profundamente poder ayudar a su mamá, y no sabía qué hacer. Su mamá le había pedido que se quedara quieta, de modo que Amy pensó que, al menos, podía hacer eso. Se quedó sentada, tranquila, dibujando con sus lápices de colores, y, entonces, se le ocurrió una buena idea. Una noche en que Amy no se podía dormir, su mamá le había dicho: “Dios ya ha hecho Su obra, y la ha hecho bien”. (Ella se había referido a una frase acerca de Dios, que está en Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. La frase completa dice (Ciencia y Salud, pág. 3): “Su obra está acabada, y sólo tenemos que valernos de la regla de Dios para recibir Su bendición, la cual nos capacita para ocuparnos en nuestra salvación”.)
Amy recordó cuánto le había gustado esto, de modo que se puso a escribir un mensaje igual para su mamá. Amy escribió: “Dios ya ha hecho Su obra para con mi mamá”. Le llevó algo de tiempo escribirlo, y se dedicó de lleno a hacerlo. Luego, dibujó unos corazones rojos alrededor de lo que había escrito, y se lo dio a Roberto para que se lo leyera a su mamá.
De inmediato, su mamá comenzó a sentirse mejor, y dijo: “¡Gracias, Amy! Ahora, voy a tratar de llevarlos a casa”.
Y su mamá en verdad estaba mejor. Esa noche, Amy y ella hablaron sobre lo que había sucedido.
—¿Sabías que esta tarde escuchaste a Dios?— le dijo su mamá.
—¿Es verdad?
— Sí. Estabas prestando atención a buenos pensamientos, y ellos provienen de Dios, que es Amor. Querías ayudar a alguien, y eso fue una idea buena. Estoy segura de que estabas escuchando a Dios, porque lo que escribiste era verdad, y yo sané, ¡y eso lo comprueba! Eso fue la respuesta de Dios, y tú lo oíste a El.
Amy no dijo nada. Sólo sonrió. Era muy agradable saber con certeza que había escuchado a Dios.
Las experiencias de curaciones en los artículos del Heraldo se verifican cuidadosamente, incluso en los artículos escritos por niños o para niños.
