Amy había comenzado a leer y escribir, y, ya sabía hacer buenas preguntas. Una de las cosas que le preguntó a su mamá fue cómo hacemos para escuchar a Dios.
Amy aprendió en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana que, cuando oramos y escuchamos a Dios, nos vienen respuestas. Pero Amy pensaba que ella no era lo bastante hábil para escuchar, porque no recordaba haber escuchado jamás que Dios le hablara. Cuando preguntó a su mamá sobre esto, ella le dijo que no escuchamos a Dios con los oídos que están en la cabeza; lo escuchamos en nuestros pensamientos. El nos habla al darnos buenas ideas. Oramos cuando prestamos atención a los pensamientos buenos. Amy se quedó pensando lo que esto podía significar.
Un día, ella y su hermano Roberto fueron a hacer compras con su mamá. De pronto, su mamá sintió que no podía seguir manejando el auto. Parecía sentirse bastante mal.
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