No es de extrañarse que un paciente le diga a un practicista de la Ciencia Cristiana
Christian Science (crischan sáiens) cuando le pide tratamiento: “Ayúdeme a elevar mis pensamientos”. Esto es un buen punto de partida para cualquiera. Pero, ¿qué queremos decir con eso?
¿Queremos decir que necesitamos pensar positivamente y mantener buenos pensamientos en vez de malos? Los pensamientos buenos y constructivos son, por cierto, de más utilidad que los pensamientos temerosos o desagradables. Pero elevar el pensamiento, como lo comprende un Científico Cristiano, quiere decir algo más que abrigar mentalmente puntos de vista humanos positivos.
Mary Baker Eddy, quien descubrió la Ciencia Cristiana, explicó que hay una crucial diferencia entre Ciencia Cristiana y varios enfoques mentales, por buenos que éstos sean acerca de algunas tendencias de la mente humana sobre la tristeza y el desastre.
Quizás podamos ver la diferencia más fácilmente en la experiencia del discípulo Pedro cuando trató de ir hacia Jesús caminando sobre las aguas. Su expectación positiva de que podía hacerlo ¡no fue suficiente! No lo ayudó, y comenzó a hundirse. Pero cuando recurrió a Cristo Jesús con lo mejor de su comprensión, fue “elevado”. Es este Cristo, el Espíritu divino con el que Jesús estaba en unidad, el que todavía hoy en día viene para elevar la consciencia humana.
Si no estamos mirando completamente hacia la dirección del Cristo y estamos tratando de curar mediante nuestros propios esfuerzos, entonces también nosotros podemos sentir que nos estamos hundiendo. Hay una gran diferencia entre abrir de todo corazón nuestros pensamientos al Cristo y en tratar de vencer una enfermedad física o cualquier otra dificultad con sólo poner en orden algunos buenos pensamientos humanos acerca de Dios. La mente mortal, o el insistente y falso sentido de vida y ego en la materia, argumenta que cualquier enfoque viene realmente a ser lo mismo. Pero, de hecho, hay una enorme diferencia.
Cuando nos despojamos del temor, las ansiedades personales, la voluntad humana y muchas otras inquietudes del pensamiento humano, y nos esforzamos por llegar al Cristo de todo corazón, algo sucede; somos elevados por encima del concepto de una diaria existencia rutinaria. Con este pensamiento elevado podemos decir que “hemos despertado a la realidad de nuestro sentido espiritual”. Y así vemos y pensamos lo que suponíamos imposible cuando dependíamos de los sentidos materiales y de su pretendido mundo.
Entonces parece natural, por ejemplo, sentir la presencia del Amor divino y la gran armonía del ser que emanan de este Amor que es el Principio del ser. La enfermedad, la falta de capacidad y de inspiración, no coexisten con la actual presencia del Amor. Por lo tanto, llegan a ser más aparentes por lo que realmente son: creencias equivocadas que suponen la “ausencia” de Dios; se desvanecen y ya no nos parecen reales. El resultado es curación. La Sra. Eddy escribe: “Elevando el pensamiento por encima del error, o la enfermedad, y luchando persistentemente por la verdad, destruís el error”.Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 400.
Es bueno recordar que el pensamiento se está elevando hacia algo: y ese algo es Dios. Lo que la Sra. Eddy descubrió fue la total y penetrante realidad de Dios, la cual ejerció tan gran efecto sanador en la vida de Cristo Jesús. Podríamos decir que fue el descubrimiento de lo que es Dios sin reserva alguna, el Dios que no coexiste con alguna otra “realidad”, sino que es el único Dios que constituye la realidad. En otras palabras, es necesario aprender algo acerca de Dios concerniente a Su totalidad para ver que nuestro concepto previo acerca de lo real era falso; estaba errado.
Cuando elevamos el pensamiento por encima de este error, empezamos a vislumbrar, en cierta medida, lo que Cristo Jesús percibió. Y, en ese memento, nos damos cuenta de que ya no somos nosotros quienes estamos tratando de elevar el pensamiento, sino que un nuevo concepto de las cosas nos está elevando e inspirando. El consejo bíblico en la epístola de Santiago nos resulta supremamente práctico: “Humillaos delante del Señor, y él os exaltará”. Sant. 4:10.
Esta realidad que se presenta al pensamiento inspirado incluye nuestra individualidad y nuestra identidad, nuestra integridad o salud, y todo nuestro conocimiento. Nos damos cuenta de que no dependemos de lo que podamos aprender como mortales, sino de todo lo que Dios, quien es la única Mente, sabe y expresa en el hombre.
Este nivel de comprensión no se logra de inmediato. Requiere un esfuerzo y regeneración continuos, y así llegamos a vivir más en consonancia con esta base espiritual. Pero al reconocer que ésta es la base científica de la curación, con menos frecuencia seremos engañados tratando de hacer que una mente humana, no iluminada, aplique las verdades de la Ciencia Cristiana a una enfermedad o lesión que suponemos que es real. Comprenderemos que nuestra primordial necesidad es siempre la de elevar el pensamiento por encima del falso sentido de vida material. Y al elevarlo, encontramos al Cristo; somos elevados con un poder superior al nuestro; y nuestra nueva consciencia de esta idea-Cristo tiene su efecto sanador.
