Los sucesos ocurridos durante uno de los más recientes e importantes secuestros de avión, nos alertan sobre la importancia que tiene el encarar el terrorismo de una manera específica por medio de la oración. Para algunas personas, viajar constituye una gran preocupación. ¿Es que algunos lugares son más seguros que otros? ¿Estamos a merced de la casualidad, del momento, de las circunstancias?
Hace algunos años, estábamos viajando por un país europeo durante el verano, en donde, casi a diario, los terroristas amenazaban con hacer volar trenes y estaciones. Cuando allí abordamos un tren, manifesté a mi esposo cierto temor de que la situación parecía fuera de control, y de que, en cualquier momento, podrían hacer volar el tren. Tiernamente él me recordó cuán perfectamente segura y a salvo me había sentido en el país del que habíamos partido, porque el idioma y las costumbres eran similares a los nuestros. Percibí entonces que necesitaba tener un concepto más claro acerca de mi propio derecho divino a la seguridad, al igual que el de los demás.
No era que un país o un medio de transporte fuera más seguro que otro. Era preciso que reconociera que hay un solo Dios, una sola Mente divina, gobernando a Su creación. Sin tener en cuenta la situación, debía percibir que el hombre creado por Dios — y ésta es la identidad verdadera de todos nosotros — es incapaz de destruir o ser destruido. Oré para percibir que el amor a Dios y al hombre, y no el odio, era la ley del ser que estaba en operación. A medida que oraba, todo temor de viajar desapareció, y nuestro viaje fue armonioso.
¿Era este pensamiento un mero deseo o escapismo? Por cierto que no; era la confianza en que el único Dios supremo y la realidad espiritual de Su creación eran enteramente buenos; una realidad que va más allá de las apariencias, mas, aún así, es la verdad primordial y única.
La seguridad, entonces, es la ley y no la excepción. Por ser una cualidad proveniente de Dios, no es circunstancial ni incierta. Ni en realidad dependemos, en el sentido más profundo, de otras personas para nuestra seguridad. Nuestra protección proviene de una sola fuente: Dios. No obstante, es de suma importancia que reconozcamos esto como un hecho.
Ciertamente, es importante que seamos sabios, y no ingenuos, cuando planeamos un viaje y cuando vemos los desafíos que el mundo nos presenta. Mas si emprendemos nuestro viaje como resultado de la oración, podemos seguir adelante con confianza.
La Sra. Eddy escribe: “La Mente produce toda acción”.Ciencia y Salud, pág. 419. Y más adelante afirma: “Los accidentes son desconocidos para Dios, o Mente inmortal, y tenemos que abandonar la base mortal de la creencia y unirnos con la Mente única, a fin de cambiar la noción de la casualidad por el concepto correcto de la infalible dirección de Dios y así sacar a luz la armonía”.Ibid., pág. 424.
La experiencia del apóstol Pablo durante su viaje a Roma, es un buen ejemplo de cómo abandonar “la base mortal de la creencia”. Aunque fue tomado prisionero, confió en Dios y escuchó la dirección divina, probando así que la ley de Dios está en operación. Cuando tanto él como la gente que lo acompañaba naufragaron, todos los que estaban se salvaron. Posteriormente, cuando fue mordido por una serpiente venenosa en la isla de Malta, Pablo pudo librarse de ella sin sufrir lesión alguna. Asimismo, sanó a muchos habitantes de la isla, y todos los integrantes de su grupo fueron amablemente recibidos. Ver Hechos, caps. 27–28.
El Salmo noventa y uno es una poderosa declaración de la fuente de protección permanente que tiene el hombre. Este dice en parte: “No temerás el terror nocturno... ni mortandad que en medio del día destruya... Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos”. Salmo 91:5, 6, 11. Podemos viajar en paz cuando descansamos en la comprensión de que todos nuestros pasos están guiados por el Amor divino.
El hombre, creado a la imagen de Dios, no es ni un terrorista ni una víctima del terrorismo. Dios no creó algunos hijos buenos y otros malos, algunos provistos y otros desprovistos de lo necesario. El sólo creó Su propia semejanza, y ésta solamente puede ser buena.
¿Acaso no es esto realístico? Sí, es la más profunda realidad, que no solamente constituye la base de nuestra propia seguridad, sino la base para la curación. Esto no es mera teoría; es un hecho espiritual, y a medida que nos pongamos en línea con la verdadera naturaleza del hombre, lo comprobaremos en grado cada vez mayor en nuestra propia experiencia. Como descendiente del Amor divino, el hombre ama, y no puede odiar. Como reflejo de la única Mente infinita, el hombre es inteligente, no insensato. Refleja la integridad, y no la desobediencia. En realidad, en ningún instante podemos estar separados de nuestra fuente de vida: Dios. Por lo tanto, nuestros viajes no tienen por qué estar sujetos a la casualidad o accidentes. Podemos reconocer que están bajo el control de la Mente única, porque esa Mente es verdaderamente infinita, el único poder, la única autoridad. Podemos comprobar que, como leemos en Salmos: “Jehová guardará tu salida y tu entrada desde ahora y para siempre”. Salmo 121:8.
