¿Parece ser egocéntrico el orar por uno mismo? En realidad, el orar no es egoísta; por el contrario, anula el sentido de la naturaleza mortal al guiarnos a que comprendamos nuestra verdadera identidad como una idea de Dios, la Mente divina. En esta consciencia espiritual percibimos cuán cerca está Dios. Cuando sentimos Su amor y tierno cuidado, nuestra experiencia diaria se transforma progresivamente en un desarrollo espontáneo del bien.
La Sra. Eddy da énfasis a la necesidad de orar por uno mismo: “Una cosa he deseado fervientemente, y de nuevo lo suplico sinceramente, a saber, que los Científicos Cristianos aquí y por doquier, oren diariamente en su propio beneficio; no verbalmente, ni de rodillas, sino mental, humilde e importunadamente. Cuando un corazón hambriento pide pan al divino Padre-Madre Dios, no le es dada una piedra — sino más gracia, obediencia y amor. Si este corazón, humilde y confiado, pide fielmente al Amor divino que lo alimente con el pan celestial, con salud y santidad, estará capacitado para recibir la respuesta a su deseo; entonces afluirá a él ‘el torrente de Sus delicias’, el tributario del Amor divino, y resultarán grandes progresos en la Ciencia Cristiana — también esa alegría de encontrar nuestro beneficio al beneficiar a los demás”.Escritos Misceláneos, pág. 127.
Es muy importante que nos preguntemos: “¿He orado hoy por mí?” “¿Oro en mi propio beneficio con la misma devoción que lo hago por un ser querido, un amigo o una situación en la comunidad?” Puesto que la mente humana tiende a resistir la oración, tenemos que estar alerta a las distracciones que quisieran interferir con el tiempo dedicado a la oración. A menudo se requiere disciplina espiritual para orar diligentemente aun por unos pocos minutos.
¿En qué consiste el orar por uno mismo? No es la repetición de palabras o declaraciones de la verdad espiritual como si fuera una fórmula. La oración implica volvernos al Espíritu divino y llegar a estar conscientes del hombre como la idea de Dios: espiritual, no material. Por medio de la oración sabemos con firmeza que Dios es el único poder, y que se expresa infinitamente a Sí mismo. A medida que aprendemos a orar sistemáticamente, reflejamos a Dios en pensamientos y acciones que se asemejan más al Cristo.
¿Cómo oramos? Una forma eficaz para empezar es escuchar; escuchar con humildad, paciencia y expectación. Cuando comenzamos a acallar al sentido personal y al temor, estamos prontos para escuchar “la voz callada y suave” de la Verdad, que nos confiere lo que necesitamos saber. Este es nuestro maná. Tiene que ser una nueva cosecha todos los días, como lo fue para los hijos de Israel en el desierto.
La provisión divina llega a nosotros en variadas formas; quizás, a través de un versículo de la Biblia, la palabra alentadora de un amigo, un artículo o un poema en las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana, o una intuición pura. De cualquier forma que venga, podemos tener la certeza de que obtendremos la respuesta que necesitamos.
Hace poco, tuve un ejemplo convincente de esto. Mi esposo y yo estábamos de vacaciones con un grupo de turistas. Durante una breve parada, tropecé y caí en un lugar desnivelado de la acera, golpeando con fuerza mi cara y cabeza contra el pavimento. Me ayudaron a levantar, y la guía de nuestro grupo me limpió la herida y me puso un vendaje sobre el ojo y la frente. Ella dijo que yo debería ir al hospital o volver a mi casa, pero le aseguré que me encontraba bien.
Volvimos a nuestros asientos en el autobús, y la gira continuó. Empecé a orar para ver que, en realidad, todo el cuadro mortal del error no era nada en el reino de Dios. Cuando estaba orando, las palabras “la hermosura de la santidad” de repente llenaron mi pensamiento. Reflexioné sobre esto por un tiempo hasta que me llegaron las palabras “la perfección del ser”. Continué orando. Luego, la frase “la gloria imperecedera”, me dio inspiración. Sentí que estas ideas indicaban la naturaleza de Dios y que, por lo tanto, también describían a mi ser como el reflejo de Dios. Esto me trajo la paz que necesitaba.
No se volvió a mencionar el incidente y, pocos días después, no había evidencia alguna de la caída. Tiempo después, cuando estaba en mi casa, encontré esas palabras sanadoras en ese pasaje de Ciencia y Salud donde la Sra. Eddy contrasta el testimonio del sentido material con el del sentido espiritual. El Espíritu dice: “Yo soy el Espíritu. El hombre, cuyos sentidos son espirituales, es mi semejanza. El refleja la comprensión infinita, porque Yo soy la Infinitud. La hermosura de la santidad, la perfección del ser, la gloria imperecedera — todas son Mías, porque Yo soy Dios”.Ciencia y Salud, págs. 252-253.
En su forma más eficaz, la oración es una manera de vivir. Es bueno que al levantarnos por la mañana, lo primero que hagamos sea elevar el pensamiento hacia Dios, buscarlo a El durante el día para que nos guíe, y terminar el día agradeciéndole a El por Su amor y cuidado. El orar de esta manera, es estar conscientes de la totalidad de Dios y permitir que nuestro día sea dirigido por El y no por nosotros. Así, podemos expresar el espíritu del Cristo en todo lo que hagamos; sea quitar el polvo de los muebles, manejar un auto, administrar una fábrica o construir una casa. Entonces estamos más alerta para invertir cualquier sugestión falsa; sean chismes, impaciencia, temor, odio, enfermedad o apatía.
Vivamos nuestra oración en nuestra actividad diaria como Cristo Jesús nos ha enseñado que hagamos. En el Sermón del Monte, el Maestro dijo: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados”. Mateo 5:6.
En la medida en que vivimos nuestra oración, ésta se profundiza y expande, manifestándose en una renovada y maravillosa perspectiva de Dios y el hombre. Entonces, progresivamente nos damos cuenta de que estamos viviendo como lo hizo nuestro maestro, ¡Para la gloria de Dios!