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Me gustaría expresar mi gratitud a Dios por traer la Ciencia Cristiana...

Del número de julio de 1986 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Me gustaría expresar mi gratitud a Dios por traer la Ciencia Cristiana a mi vida.

Yo venía de una familia en la cual había mucha enfermedad, y yo tenía un problema físico tras otro. Poco después de haberme casado, comencé a sufrir de los pies; me daban fuertes dolores cuando trataba de conservar arreglado nuestro pequeño apartamento y cuando hacía las compras necesarias para la casa. Recibí varios tratamientos osteopáticos, y usaba zapatos correctivos. Un día, alguien me contó acerca de su curación mediante la Ciencia Cristiana. Pronto le pedí a una practicista de la Ciencia Cristiana que me ayudara por medio de la oración. La curación completa vino gradualmente, durante un período de gran crecimiento espiritual. Durante años he disfrutado el poder caminar libre y normalmente.

Otra de mis curaciones fue la del insomnio. Antes de esta curación, muchas veces yo sentía que iba a sufrir un colapso, porque había pasado varias noches sin dormir. Sin embargo, me mantuve firme espiritualmente. En oración insistí que Dios es mi fuerza, y que “en él vivimos, y nos movemos, y somos” (Hechos 17:28). El insomnio fue completamente vencido.

He tenido muchas otras curaciones. Estoy agradecida por ser miembro activo de la iglesia, y por haber recibido instrucción en clase de Ciencia Cristiana. Oro para que mis curaciones puedan alentar a otras personas.

Un invierno, nuestra hija, que en ese entonces tenía diez años, tuvo una fuerte inflamación en la garganta. Inmediatamente llamé a una practicista de la Ciencia Cristiana para pedirle su ayuda por medio de la oración. Mi esposo era Científico Cristiano, y apoyó este paso completamente. Los síntomas parecían de índole considerada contagiosa. En obediencia a las leyes del estado en cuanto a informar sobre enfermedades contagiosas, llamé al médico que atendió el parto de nuestro hijo. (El sabía que éramos Científicos Cristianos, y que una practicista había orado por nosotros cuando nació nuestro hijo.) El médico vino a casa y examinó a nuestra hija. Más tarde él telefoneó a nuestra practicista y le dijo que no había peligro de contagio, pero que el caso era muy serio.

Durante varios días se continuaron las profundas oraciones; aunque el tiempo estaba muy malo, la practicista nos visitaba casi todos los días. Una mañana, ocurrió una cirugía mental: una pequeñísima abertura apareció en la parte exterior de la garganta de nuestra hija; por esta abertura salió un líquido de su garganta. Pronto la niña estuvo bien, y todos nos regocijamos por esta hermosa curación.

En otra ocasión, nuestro hijo tuvo una magnífica curación. Cuando tenía unos siete años, se le empezó a caer el cabello, hasta que en la parte de atrás de la cabeza le quedó un pedazo grande sin cabello. La enfermera de la escuela nos pidió que lleváramos al niño con un especialista de la piel, para saber si eso era contagioso. El especialista examinó a nuestra hijo y nos dijo que no era contagioso, pero que él siempre tendría esa calva, porque los folículos del cabello en esa parte estaban muertos. Yo me opuse a aceptar ese veredicto, y continué orando por nuestro hijo.

El verano siguiente hicimos un viaje a las Montañas Rocosas. Mientras que la familia jugaba en la nieve me alejé y, allí, sola, disfrutando de la belleza de la vista panorámica, le di gracias a Dios por Su grandeza y poder, y por darnos tal belleza; negué que pudiese haber poder alguno opuesto a Dios. Más tarde, durante el viaje, descubrimos pelusa en la parte calva que tenía nuestro hijo. Pronto le comenzó a crecer un hermoso cabello castaño obscuro.

Nuestro amada Guía, la Sra. Eddy, fue divinamente guiada a compartir la Ciencia Cristiana con el mundo. Ciertamente que la Ciencia Cristiana cura. Están ocurriendo maravillosas curaciones en todo el mundo.


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