He tenido muchas curaciones en la Ciencia Cristiana, y estoy muy agradecida por las muchas lecciones que he aprendido y por las maravillosas pruebas del cuidado de Dios que he recibido.
Una vez, en la comunidad en la cual vivíamos mi esposo y yo, hubo una epidemia de sarampión. Nuestro hijo, que en ese tiempo tenía unos pocos meses, se enfermó y tenía todos los síntomas de esa enfermedad. Se llamó a un practicista, y la completa curación se efectuó en unas pocas horas.
En otra ocasión, yo había asistido a un evento deportivo, en el cual mi esposo era el entrenador, y de repente, me sentí muy mal. Al pararme para irme del estrado vi a una amiga que era practicista; le expliqué la situación y le pedí que orara por mí. Al llegar al cuarto de baño para damas, ya me sentía completamente bien.
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