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He tenido muchas curaciones en la Ciencia Cristiana, y estoy muy...

Del número de julio de 1986 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


He tenido muchas curaciones en la Ciencia Cristiana, y estoy muy agradecida por las muchas lecciones que he aprendido y por las maravillosas pruebas del cuidado de Dios que he recibido.

Una vez, en la comunidad en la cual vivíamos mi esposo y yo, hubo una epidemia de sarampión. Nuestro hijo, que en ese tiempo tenía unos pocos meses, se enfermó y tenía todos los síntomas de esa enfermedad. Se llamó a un practicista, y la completa curación se efectuó en unas pocas horas.

En otra ocasión, yo había asistido a un evento deportivo, en el cual mi esposo era el entrenador, y de repente, me sentí muy mal. Al pararme para irme del estrado vi a una amiga que era practicista; le expliqué la situación y le pedí que orara por mí. Al llegar al cuarto de baño para damas, ya me sentía completamente bien.

Recientemente tuve que trabajar muy de cerca con una substancia química altamente tóxica. Yo sentía que había tomado las precauciones apropiadas, pero en mi entusiasmo por terminar el trabajo, me expuse más del debido tiempo a los vapores. Esa tarde me sentí sumamente enferma. Inmediatamente llamé a una practicista y le pedí que orara por mí.

La Lección Bíblica de la semana previa, en el Cuaderno Trimestral tenía por título: “¿Son reales el pecado, la enfermedad y la muerte?” Había sido una lección muy inspiradora para mí. Ahora, varias verdades espirituales de esa lección empezaron a inundar mi pensamiento. El pasaje que me vino claramente se encuentra en la página 392 de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, y dice: “Estad de portero a la puerta del pensamiento. Admitiendo sólo las conclusiones que queráis que se realicen en resultados corporales, os gobernaréis armoniosamente”. La situación en que me encontraba parecía empeorar, y, sin embargo, me aferré a este pensamiento, confiada en que la curación vendría.

Cuando mi esposo llegó a casa del trabajo, hablamos de los planes que ambos habíamos hecho para asistir a una importante reunión en la iglesia esa tarde. Yo lo animé a que fuera, pero él estaba reacio a no dejarme debido a las circunstancias. Se llamó otra vez a la practicista. Entonces insistí en que mi esposo asistiera a la reunión, ya que un miembro muy querido de la familia había ofrecido quedarse conmigo. Mi esposo consintió en ir. Mi pariente me leyó de Ciencia y Salud durante más o menos una hora. Para cuando volvió mi esposo de la reunión, yo había sanado completamente.

En otra ocasión, sufrí serias quemaduras cuando accidentalmente me eché encima un recipiente con agua hirviendo. Nuestro hijo de cinco años oyó mis gritos y entró corriendo, declarando terminantemente: “¡Mamita, tú estás bien, porque eres hija de Dios¡” El dolor desapareció inmediatamente, y no hubo efectos de ninguna clase que indicaran que había ocurrido el incidente.

Estoy muy agradecida por las muchas curaciones que mi familia entera ha recibido por medio de nuestra absoluta confianza en la Ciencia Cristiana.


De todo corazón confirmo el testimonio de mi esposa. Estamos muy agradecidos por todo lo que la Ciencia Cristiana ha hecho por nuestra familia.

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