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En los últimos años de mi adolescencia, muy a menudo me sentía...

Del número de enero de 1987 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En los últimos años de mi adolescencia, muy a menudo me sentía mal de salud. Muchas veces consulté al médico, pero no encontraba nada que pudiera causarme malestar, y le dijo a mi madre que de lo único que yo padecía era de temor a estar enferma. Sin embargo, nosotros habíamos oído hablar de la Ciencia Cristiana, y en cuanto comencé a leer la literatura de la Ciencia Cristiana, incluso Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, vencí el temor a la enfermedad. Más adelante me hice miembro de una iglesia filial y de La Iglesia Madre; finalmente tuve el privilegio de recibir instrucción en clase de Ciencia Cristiana.

Durante unos treinta años no tuve serias dificultades físicas que vencer. Mi confianza aumentó, y gocé de una vida feliz; incluso llegué a dominar un trabajo que exigía mucho. Poco después de jubilarme, mi madre falleció; ella y yo habíamos sido muy unidas. Mas, por medio de la oración, superé inmediatamente todo sentimiento de pesar.

Hace unos cinco años, cuando empecé a sentir dolores en varias partes de mi cuerpo, fue para mí un desafío al cual tuve que enfrentarme. No se diagnosticó el mal, pero parecía ser una severa artritis. Perdí peso, y no me era posible estar ni parada ni sentada por algún tiempo sin sentir molestias. Tampoco podía voltear la cabeza.

En ese tiempo, desempeñaba el cargo de Segunda Lectora en nuestra iglesia filial; estaba considerando renunciar a ello, porque mi incapacidad era muy obvia, y tenía que usar bastón. Además, a veces sentía que era imposible mantenerme en pie durante casi una hora. Pero con ayuda de una practicista, por medio de la oración, pude continuar en mi puesto. De hecho, yo sentía el apoyo amoroso de toda la congregación. Aunque la condición aparente todavía no había desparecido, pude terminar mi período de tres años como Lectora sin faltar a ningún culto debido a algún impedimento.

Al tercer año de estar leyendo, fui Primera Lectora, y ésa fue una época de crecimiento espiritual expansivo para mí. Yo tenía mucho que aprender en la Ciencia, y las horas extras que dediqué a la oración y al estudio, era lo que necesitaba para una mejor comprensión de Dios y de mi verdadera unión con El como Su imagen.

Me pareció prudente cambiarme a un apartamento, ya que subir escaleras me era muy difícil, y, además, no podía dedicarme al trabajo del jardín. A través de la oración meditaba mucho acerca del sentido espiritual de hogar y, justamente en el momento correcto, me ofrecieron un apartamento muy cercano a la iglesia, el cual sigue satisfaciendo mis necesidades.

Cuando me mudé, dejé de consultar a la practicista y solicité la ayuda de otra practicista. Ella me dijo que me ayudaría tanto tiempo como fuera necesario; después de sus pacientes y amorosas oraciones, comencé a ver más claramente la irrealidad de las condiciones materiales, y sané completamente. Fue maravilloso poder caminar normalmente otra vez y, especialmente, poder trabajar en el jardín de la iglesia. Ahora que puedo moverme con perfecta libertad, toda la dolorosa experiencia parece como un sueño maléfico; el sueño de una vida en la materia, no en el Espíritu.

En ningún momento, durante el tiempo en que estaba yo trabajando para vencer dicho problema, pensé en buscar ayuda médica. Estoy muy agradecida por haber tenido esa experiencia, porque me ha mostrado la verdad de esta aseveración en Ciencia y Salud (pág. 167): “Sólo por medio de una confianza radical en la Verdad puede realizarse el poder científico de la curación”.

Estoy agradecida por todas las actividades de nuestro movimiento, especialmente por la literatura que tanto nos ayuda y que siempre es novedosa e inspiradora. Y estoy verdaderamente agradecida por nuestros maravillosos practicistas, quienes dedican su vida a la obra de la curación. Siento una admiración muy reverente por haber experimentado el poder de Dios sobre la enfermedad. No puedo ni imaginar mi vida sin esta Ciencia. Dios ha sido para mí una fuente constante de dirección y felicidad.


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