El 9 de noviembre de 1881, la Sra. Eddy fue ordenada pastora de la Iglesia de Cristo (Científico), ante unas quince personas en su salita de la Calle Broad número 8, en Lynn. La Sra. Whiting extendió su diestra en señal de confraternidad. En el centro de la sala había una mesa, y la Sra. Eddy, la Sra. Whiting y yo permanecimos de un lado, mientras que del otro estaban unos pocos alumnos de pie. La Sra. Eddy, también de pie, en actitud de humildad con la cabeza inclinada hacia abajo, y una hermosa expresión espiritual en su rostro, permaneció así, mientras que la nueva alumna [Sra. Whiting] la tomaba de la mano y le hablaba con gran inspiración. Fue muy conmovedor. La Sra. Eddy había estado predicando durante cinco años, pero no había sido ordenada como pastora hasta ese momento.
Fue en esa misma casita en Lynn, donde, el 25 de diciembre de 1881, me afilié a la Iglesia. Poco después, la Sra. Eddy se trasladaría a Washington por algún tiempo para dar conferencias y enseñar, y para hacer lo posible por comenzar la Ciencia en esa importante ciudad. Por tal motivo, ella convocó a una reunión vespertina de la Iglesia, para admitir a otros y a mí en calidad de miembros, de modo que pudiéramos asumir nuestra labor en la iglesia durante su ausencia.
Casi todos los enseres del hogar de la Sra. Eddy ya habían sido empacados y despachados para ser guardados durante su viaje, ya que sabía que no regresaría a Lynn, sino que se radicaría en Boston. Los pisos estaban vacíos. Había solamente unas sillas, un pequeño escritorio, y una caja para mudanza que servía de mesa, y la Sra. Eddy se sentó al lado. Había cerca de diez miembros de la iglesia, que ocupaban los asientos disponibles. La Sra. Eddy leyó el capítulo diecisiete de Juan, y sus comentarios de partida para nosotros en ocasión de su alejamiento de la ciudad y sus admoniciones referentes al cuidado de la Iglesia y de la Causa, causaron una profunda impresión en nuestros corazones. Nos entristeció sólo el pensar que nos separábamos de nuestra amada maestra, pero fuimos fuertes y valerosos al asumir las nuevas responsabilidades, resolviéndonos a ser fieles en el cumplimiento de sus instrucciones, sabiendo que Dios nos daría fuerzas en la medida de nuestras necesidades.
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