El proverbio: “La práctica perfecciona”, se aplica a casi todo lo que una persona desea hacer bien. Si uno quiere llegar a ser un pianista, no sólo debe tomar lecciones de piano, sino también practicar la instrucción recibida.
La Sra. Eddy sabía muy bien la importancia de practicar lo que se nos ha enseñado. Algunos de sus alumnos recuerdan que antes que finalizara la instrucción en clase con ella, les asignaba la tarea de curar. C. Lulu Blackman escribió: “La Sra. Eddy... terminó su tercera lección con estas palabras: ‘Ahora vayan a su casa y tomen su primer paciente’. A mi juicio, yo aún no estaba preparada para tomar un paciente... Fue un gran alivio para mí recordar que nadie me conocía en Boston, de modo que no era posible que alguien me llamara para pedirme tratamiento... El alivio duró bien poco, pues apenas abrí la puerta del lugar donde me hospedaba, me encontré con que uno de los miembros de la familia estaba muy enfermo de erisipela. Cuando vio que me apresuraba a escaparme a mi habitación, me llamó y dijo: ‘Si puede hacer algo por mí, ¿por qué no lo hace?’
“La rápida curación que tuvo lugar a raíz de mi obediencia al requerimiento de la Sra. Eddy de que tomara mi primer paciente, me dio una clara percepción de algo característico de la Sra. Eddy: su fe en el poder de la Palabra de Dios cuando ésta era aplicada a través de la Ciencia que ella le estaba dando al mundo”. We Knew Mary Baker Eddy (Boston: The Christian Science Publishing Society, 1979), pág. 57.
Algunos estudiantes de Ciencia Cristiana titubean al intentar sanar a otras personas debido a que no entienden realmente que es Dios quien hace la curación. Quizás una de las razones para ello sea que a veces a quienes practican la Ciencia Cristiana se les denomine sanadores. Sin embargo, Cristo Jesús dijo: “El Padre que mora en mí, él hace las obras”. Juan 14:10. Y la Sra. Eddy escribe en el libro de texto de la Ciencia Cristiana: “Al igual que el gran Modelo, el sanador debiera hablar a la enfermedad como quien tiene autoridad sobre ella, deiando que el Alma domine los falsos testimonios de los sentidos corporales y afirme sus reivindicaciones sobre la mortalidad y la enfermedad”. Ciencia y Salud, pág. 395. El sanador argumenta a favor de la perfección del paciente, y, mediante la oración, comprende que ésta es mantenida eternamente por Dios. La declaración y comprensión de la verdad sanadora son la actividad de la Mente operando en la consciencia de cada individuo. Es el Alma, Dios, quien hace la verdadera curación.
Supongamos que una planta colocada en una ventana en el interior de una casa se está marchitando por falta de luz, debido a que alguien bajó la persiana y se olvidó de volver a levantarla. Entonces alguno que ve que la planta necesita luz levanta la persiana, y la planta revive. Sabemos que quien ha levantado la persiana no es quien la ha hecho revivir. Esa persona meramente ha dejado que volviera a entrar la luz, y es lo que ha restaurado la planta. Del mismo modo, mediante nuestras oraciones (o tratamiento en la Ciencia Cristiana), se reconoce que la eterna presencia y todo el poder de Dios disipan la niebla del sentido material y permiten que penetre la luz de la Verdad. Entonces se efectúa la curación.
Ya sea que se trate de una persona de edad o de un adolescente, o que se haya estudiado toda la vida o por un corto tiempo, el tratamiento en la Ciencia Cristiana puede impartirse eficazmente si se siguen las reglas establecidas en el libro de texto, Ciencia y Salud. Esas reglas no sólo nos enseñan a dar un tratamiento, sino que también ponen bien en claro la necesidad de expresar pureza, sinceridad, compasión y bondad en nuestra vida cotidiana; pero sin esas cualidades derivadas de Dios, no se puede tener éxito como sanador.
En la actualidad, la gente de todo el mundo tiene el grandioso privilegio de poder estudiar la Biblia y Ciencia y Salud. Estos libros proporcionan las mismas preciosas verdades que Cristo Jesús, el Mostrador del camino, enseñó a sus discípulos, y que la Sra. Eddy enseñó a sus alumnos más próximos a ella. La gente en todas partes puede recurrir a esos libros con la expectativa de elevarse espiritualmente y encontrar inspiración. Y a medida que el pensamiento se llena con la bondad y la totalidad de Dios, no sólo se solucionan nuestros problemas, sino también surgen oportunidades para sanar a otros.
Una Científica Cristiana que conozco decidió volver a leer la Biblia y los escritos de la Sra. Eddy desde el comienzo hasta el fin. Ya anteriormente los había estudiado de principio a fin, pero siempre con el objeto de solucionar sus propios problemas. En esta oportunidad, se sintió guiada a leerlos con la idea de prepararse para ayudar a otros. Se sorprendió al ver cuánto se benefició al estudiar desde este punto de vista.
Durante los muchos meses que le llevó terminar su proyecto, un gran número de personas le pidieron ayuda mediante la Ciencia Cristiana y sanaron. Y tres años después, ya se había registrado como practicista en el The Christian Science Journal. Ella se dio cuenta de que, cuando la Verdad elevó su manera de pensar, se le presentaron oportunidades para practicar la Verdad en obras sanadoras.
Jesús lo expresó de esta manera: “Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo”. Juan 12:32. A medida que elevamos nuestros pensamientos por encima de la creencia de que las experiencias terrenales son reales y moramos en la única realidad — Dios, el Espíritu, y Su creación espiritual — esta inspirada manera de pensar trae oportunidades para utilizar lo que hemos aprendido. El practicista y el paciente son unidos por el Amor divino que responde a toda necesidad humana.
Las amas de casa, por ejemplo, a menudo tienen oportunidad de ayudar a sus vecinos. Algunos de nuestros vecinos pueden preguntarnos por qué estamos alegres y somos pacientes, y al enterarse acerca de la Ciencia Cristiana, pueden pedir ayuda para solucionar un problema personal. Un hombre de negocios que es Científico Cristiano, puede notar cuando un colega está triste. Si bien el Científico no se inmiscuye en la vida privada de su colega, ni da tratamiento sin que se lo solicite, el estudiante permite que su luz espiritual brille, y permanece alerta, listo para ayudar si se lo piden. Todo Científico Cristiano que sinceramente desea hacer algo más por sanar a los demás, encontrará la sabiduría, la habilidad y la oportunidad para hacerlo.
Quien aparentemente no dispone de suficiente tiempo para dedicarse al estudio y la meditación necesarias para mantener el pensamiento inspirado, debiera prestar atención, por medio de la oración, a las declaraciones hechas en el libro de texto sobre cómo utilizar el tiempo con sabiduría. Dos de estas declaraciones aparecen en la página 238 de Ciencia y Salud: líneas 26 al 27 y 30 al 33.
Un agente vendedor muy ocupado, y que era Científico Cristiano, siempre llevaba en el bolsillo un ejemplar de Ciencia y Salud. Cada vez que disponía de algunos minutos libres — mientras esperaba que lo atendiese un cliente o esperaba el autobús — sacaba el libro de texto y leía algunas líneas, luego meditaba cuidadosamente sobre ellas.
Un hombre en negocios con un socio tuvo motivos para sentirse agradecido por el inspirado pensamiento del mencionado vendedor. Precisamente a los pocos minutos de que el hombre de negocios se había enterado de que su socio le había robado la mayoría de los fondos de la empresa, entró a su oficina el vendedor para ver si le hacían algunos pedidos. Sabiendo que el vendedor era Científico Cristiano, el hombre de negocios le contó su problema.
A medida que lo iba haciendo, se fue tranquilizando y sintiéndose consolado por el pensamiento habitualmente inspirado del vendedor. Al ir desapareciendo su temor con respecto a la situación, el hombre de negocios comenzó a pensar en las distintas maneras de encarar las dificultades. Declararse en quiebra parecía la única solución, pero ahora se presentaron nuevos posibles cursos de acción. Tuvo éxito en que sus acreedores le dieran toda la cooperación necesaria, resultando así, que pudo pagar a cada uno la totalidad de lo adeudado y continuar con sus negocios durante muchos años. En varias oportunidades lo he escuchado expresar su agradecimiento por la ayuda del vendedor.
El libro de texto de la Ciencia Cristiana nos da la guía necesaria para lograr el objetivo de ayudar a los demás, ya sea como practicista público o como Científico Cristiano ayudando a los amigos y conocidos. Leemos: “La devoción del pensamiento a un objetivo honrado hace posible alcanzarlo”. Ciencia y Salud, pág. 199.
La devoción del pensamiento a la práctica de la Ciencia Cristiana, para ayudar por medio de la oración científica, hace posible este objetivo.
