Mis últimos años en la escuela secundaria, así como los de mi carrera universitaria, estuvieron plagados de dificultades. Caí en distintas tentaciones, entre ellas probar las drogas, tomar alcohol y fumar cigarrillos, y, además, una baja conducta moral. También tenía problemas de salud que incluían dificultades digestivas y problemas con la vista debido a que me había lastimado un ojo.
Para resolver el problema de la moral, busqué la ayuda de un clérigo protestante, pero no me ofreció ninguna esperanza, sólo mayor desesperación. Intenté, mediante la voluntad humana, dejar de fumar y de tomar drogas, pero no obtuve resultados duraderos. Durante un semestre en la universidad, tomé grandes cantidades de café para mantenerme despierto y dormía sólo con la ayuda de tranquilizantes. Un amigo que se preocupaba por mí me sugirió una clase de meditación para aliviarme. Traté eso pero sin resultados. También usaba anteojos que me había recetado el oculista para aliviar el problema de la vista.
La instrucción religiosa que recibí durante mi niñez y juventud en una denominación religiosa popular, me familiarizó con relatos de la Biblia, pero me dio poco entendimiento sobre cómo aplicar las verdades cristianas a las necesidades actuales. Lo que es más, en una iglesia a la que asistí, la existencia misma de Dios se ponía seriamente en duda y se debatía sobre ello.
Al terminar mis estudios universitarios, parecía que progresaba muy poco. El problema de moral no cedía a pesar de mis esfuerzos bien intencionados. Realmente me sentía como si fuera esclavo de una naturaleza animal y de un cuerpo físico. Finalmente, este problema amenazaba con destruir una amistad muy especial, y me sentía muy desdichado. Además, mi situación financiera se volvió precaria. A causa de esta última dificultad, un día llamé a un pariente — un practicista de la Ciencia Cristiana — para pedirle dinero prestado. Antes de que contestara el teléfono, me di cuenta de que pedir más dinero prestado no era una solución y antes de oír su amable voz, algo ya había cambiado en mi manera de pensar.
Un año antes, él me había recomendado que empezara a estudiar la Ciencia, y nuestra conversación ese día se enfocó sobre la manera en que yo podría empezar. Más tarde, él me prestó el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, y nos reunimos para hablar sobre algunos conceptos espirituales fundamentales, tales como el hombre creado por Dios. Nuestra conversación profundamente cristiana sobre “la perfectibilidad del hombre” (ver Ciencia y Salud 110: 9–13) comenzó a producir cambios en mi pensamiento y en mi vida, y esto me trajo abundante curación y reforma en los años subsecuentes.
Sané del hábito del cigarrillo que había tenido por diez años, sólo con leer el libro de texto. Esto sucedió virtualmente sin esfuerzo, a diferencia de las severas luchas que tuve al tratar de dejar el hábito por medio de la voluntad humana. Esto produjo un impacto dramático en mí y me dio el impulso que necesitaba para resolver otros problemas.
A medida que he progresado en el entendimiento de mi verdadera identidad espiritual, el amor infalible de Dios para con el hombre se ha hecho más evidente para mí y se ha manifestado en un creciente aprecio por la Ciencia que es la base de estos cambios.
Sané rápidamente del deseo de beber alcohol, y mi vista mejoró a tal punto, que dejé de usar anteojos. (Un ojo se me había quemado cuando estudiaba en la escuela secundaria. Aunque el médico que me atendió había pronosticado que mi vista empeoraría durante el resto de mi vida, la curación ha sido permanente.) Sané completamente del problema digestivo, y, ahora, como normalmente y sin molestias. (Antes de esta curación, había abandonado una dieta prescrita por el médico.)
Sin embargo, el problema de la moral no cedió tan fácilmente. Tuve que ser muy persistente. Aunque nunca volví a caer en la trampa de esa conducta que nos conduce al fracaso, tuve que trabajar paciente y sinceramente para darme cuenta de mi libertad de la sugestión hipnótica de que yo era vulnerable a esta desagradable forma de idolatría. Nuestra Guía, la Sra. Eddy, escribe (Ciencia y Salud, pág. 22): “Si vuestros esfuerzos son acosados por dificultades terribles y no recibís recompensa inmediata, no volváis al error, ni corráis con pereza en la carrera.
“Cuando el humo de la batalla se disipe, percibiréis el bien que habéis hecho, y recibiréis conforme a vuestro merecimiento”.
Aunque no puedo señalar una fecha exacta, esta curación se efectuó en 1977. La amistad que se había deteriorado también se restauró. En ese tiempo me casé felizmente, me afilié a La Iglesia Madre y a una filial de la Iglesia de Cristo, Científico, también tomé instrucción en clase de Ciencia Cristiana. Recientemente serví en mi iglesia filial como miembro de la comisión directiva y como Primer Lector. ¡Cuánto gozo sentí, y qué gran privilegio fue para mí leer en voz alta, para los concurrentes a nuestros cultos religiosos, las verdades que me habían liberado!
Duxbury, Massachusetts, E.U.A.
