El mago dice unas pocas palabras — su “abracadabra” o “hocus-po-cus” — y ¡presto! Un conejo sale de un sombrero o desaparece la moneda de la mano del mago.
¿Se ha considerado alguna vez que la oración es algo como el “abracadabra” del mago? ¿Se ha sugerido alguna vez que tan solo con hallar y pronunciar las palabras correctas pueden obtenerse automáticamente los resultados deseados? Pero ésta no es la manera en que la oración opera realmente. La oración realmente eficaz no es cuestión de meramente repetir ciertas palabras o frases que pudieran tener alguna cualidad mágica en ellas. Más bien, cuando oramos profundamente, estamos ocupados fundamentalmente en la actividad de la inspiración divina: la verdad espiritual se va revelando a la consciencia humana por el Cristo.
Por cierto que la oración cambia las cosas. Incluso puede producir cambios radicales en las condiciones humanas. Nos capacita para dominar restricciones. Y la oración científica que trae a la luz la verdad acerca de Dios y del ser verdadero del hombre, tiene un innegable poder sanador. Mediante la oración en la Ciencia Cristiana, la enfermedad desaparece, y esto no es un truco o prestidigitación. La enfermedad se abisma en su nada, porque siendo una creencia mortal, no puede afirmarse ante la verdad. El hecho espiritual de la realidad divina (la única realidad), donde Dios, el bien, es Todo-en-todo, y donde el hombre es la semejanza pura, espiritual de Dios, invalida el error de enfermedad.
Por tanto, los resultados de la oración no son mágicos, aun cuando son maravillosos. Pero sólo a medida que la oración opera un cambio en el pensamiento, podemos esperar que la maravilla de la curación se evidencie. El pensamiento tiene que accionar. La oración tiene que movernos a abandonar las antiguas, limitadas y mortales maneras de percibir la realidad y así vislumbrar la gloria de la vida en Dios.
A medida que estemos dispuestos a dejar que la verdad acerca de la identidad espiritual real del hombre nos regenere, veremos la evidencia tangible de la curación. Y hasta que tengamos esa buena voluntad y seamos transformados en cierto grado, las palabras “apropiadas” jamás serán suficientes por sí mismas para cambiar nuestra experiencia.
Cuando el mago usa su “abracadabra”, no hay una razón lógica por la cual esa palabra especial pueda tener efecto. Y, de hecho, no lo tiene. El mago está empleando el engaño. Pero cuando alguien ora como lo enseña la Ciencia Cristiana, las palabras están presentando a la consciencia humana ideas y verdades espirituales, hechos incontrovertibles de la realidad. Así que hay una razón de que la oración tenga un efecto. Pero ¿son las palabras por sí mismas las que producen resultados, o son las ideas propias del Cristo que las palabras representan, es decir, ideas propias cambian el pensamiento de una base material al punto de vista espiritual?
Por ejemplo, las palabras “Dios es el bien, y Dios es Todo” son ciertamente verdaderas. No obstante, el meramente repetirlas, incluso una y otra vez, sin comprender lo que realmente significan estas palabras, sería esencialmente inútil. Sólo mediante un despertar en cuanto a la sustancia de las profundas verdades que esas palabras representan, veremos qué significado hay en ellas para nuestra propia experiencia. Tal vez, a medida que comprendamos que la bondad y totalidad de Dios significan que el mal no tiene lugar en nosotros como expresión de Dios, nuestra manera de pensar comienza a cambiar su base de meramente creer en un hombre mortal pecador o enfermo. Vamos viendo más claramente que el hombre es realmente puro, sano e inmortal. El pensamiento está actuando, actuando en la oración; y viene la curación. Maravilloso, sí, pero no mágico.
Cristo Jesús habló a sus seguidores acerca de la oración y los amonestó: “Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos”. Mateo 6:7. Y previamente acababa de decir a sus discípulos: “Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público”. Mateo 6:6.
Jesús estaba diciendo que la oración es un momento tranquilo y sagrado de comunión. En Ciencia y Salud, la Sra. Eddy comenta acerca de las palabras del Maestro. Escribe: “El Padre en secreto es invisible a los sentidos corporales, pero sabe todas las cosas y recompensa según los móviles, no según las palabras”. Más adelante la Sra. Eddy declara: “Tenemos que resolvernos a tomar la cruz y con sincero corazón salir a trabajar y velar por la sabiduría, la Verdad y el Amor. Tenemos que ‘orar sin cesar’. Tal oración es respondida en la proporción en que llevemos nuestros deseos a la práctica. El mandato del Maestro es que oremos en secreto y dejemos que nuestra vida atestigüe nuestra sinceridad”. Ciencia y Salud, pág. 15.
Recuerdo una experiencia que tuve cuando me lastimé una mano. El dolor era tan intenso que, de momento, todo lo que pude hacer fue repetir una parte del Padre Nuestro. Fui fortalecido en ese momento por la verdad que yo sabía que esas palabras representaban. No obstante, fue después — a medida que oraba sosegadamente y reconocía la necesidad de expresar una humildad más grande — que empecé a ver que la verdad estaba operando un cambio sustancial en mi manera de pensar. Crecí espiritualmente, y sané.
Cuando expresamos declaraciones de la verdad, incluso de la Biblia y Ciencia y Salud, necesitamos el espíritu de la verdad para darles vida. Si fueran usadas meramente como fórmulas, o repetidas como rituales sin significado o como alguna clase de sortilegio, virtualmente no tendrían vida. Uno de los himnos del Himnario de la Ciencia Cristiana da un sentido de lo que es la oración genuina:
Del alma anhelo es la oración,
silente, o bien oral;
y en todo pecho es expresión
de un fuego celestial. Himnario, N.° 284.
No hay nada mágico en las palabras como palabras. Pero cuando hay una actividad mental generada en la oración cuando ocurre algo en la consciencia, cuando se lleva a cabo alguna redención, entonces nuestra oración sí tiene acceso al poder de Dios. La espontaneidad y actividad de una santa inspiración nos eleva. Vemos brillante y nueva realidad. Hemos sanado.
