El mago dice unas pocas palabras — su “abracadabra” o “hocus-po-cus” — y ¡presto! Un conejo sale de un sombrero o desaparece la moneda de la mano del mago.
¿Se ha considerado alguna vez que la oración es algo como el “abracadabra” del mago? ¿Se ha sugerido alguna vez que tan solo con hallar y pronunciar las palabras correctas pueden obtenerse automáticamente los resultados deseados? Pero ésta no es la manera en que la oración opera realmente. La oración realmente eficaz no es cuestión de meramente repetir ciertas palabras o frases que pudieran tener alguna cualidad mágica en ellas. Más bien, cuando oramos profundamente, estamos ocupados fundamentalmente en la actividad de la inspiración divina: la verdad espiritual se va revelando a la consciencia humana por el Cristo.
Por cierto que la oración cambia las cosas. Incluso puede producir cambios radicales en las condiciones humanas. Nos capacita para dominar restricciones. Y la oración científica que trae a la luz la verdad acerca de Dios y del ser verdadero del hombre, tiene un innegable poder sanador. Mediante la oración en la Ciencia Cristiana, la enfermedad desaparece, y esto no es un truco o prestidigitación. La enfermedad se abisma en su nada, porque siendo una creencia mortal, no puede afirmarse ante la verdad. El hecho espiritual de la realidad divina (la única realidad), donde Dios, el bien, es Todo-en-todo, y donde el hombre es la semejanza pura, espiritual de Dios, invalida el error de enfermedad.
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