Hace algunos años llevé a varios amigos a hacer un vuelo panorámico en un avión pequeño. Aunque el avión llevaba más carga de lo que permitían los límites de seguridad, no le presté atención al peligro que esto entrañaba. Cuando el tren de aterrizaje se retrajo después del despegue, el equilibrio del peso se alteró, haciendo que el avión volara fuera de control. Este continuó subiendo en posición vertical. Las consecuencias previsibles eran que perderíamos velocidad, caeríamos en tirabuzón y nos estrellaríamos en picada.
Mi querida esposa estaba sentada a mi lado, y declaró en voz alta: “Dios está aquí mismo con nosotros”. Esa declaración de la verdad científica ciertamente me ayudó a eliminar del pensamiento todo temor, y fortaleció mi confianza en la presencia constante de Dios. Fue por medio de la guía divina que pude controlar nuevamente el avión, de manera que aterrizamos en posición normal. Con el impacto, el avión se incendió, pero el cuerpo de bomberos llegó de inmediato y comenzaron a extinguir el fuego. Salimos caminando a salvo del desastre.
El incidente fue filmado por varias estaciones de televisión y se incluyó en el noticiero vespertino. Uno de los reporteros dijo: “Esta noche vamos a mostrarles el milagro de hoy”. Este “milagro” era sin duda la prueba del cuidado de Dios y del poder de la verdad científica, tal como la había declarado mi esposa. En Ciencia y Salud la Sra. Eddy define como milagro: “Lo que es divinamente natural pero que tiene que llegar a comprenderse humanamente; un fenómeno de la Ciencia”.Ciencia y Salud, pág. 591.
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