Hace unos tres o cuatro años, escribí una carta a una historiadora cuyos libros me habían enseñado mucho. Esta escritora tiene la habilidad de percibir en profundidad los acontecimientos y el carácter humanos. Además, su vida está llena de logros. Le pregunté cómo había obtenido esta percepción, y le di un ejemplo de uno de sus libros que había yo leído.
La respuesta de la autora fue muy breve, pero, en esencia, era que ella dejaba que los hechos hablaran por sí mismos — todos los hechos que podían obtenerse — y ella escuchaba. Aunque no pudo explicar en detalle este proceso, dijo que era casi intuitivo.
Hay como un desafío al pensamiento en esa manera de prestar atención, es decir, estar dispuesto a escuchar todos los hechos. Se necesita valor para escuchar de esa manera, un valor moral que está dispuesto a aceptar que las opiniones, creencias y prácticas que le son valiosas, sean contradichas si éstas no están de acuerdo con la verdad.
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