La teología genuina tiene que conocerse por sus efectos beneficiosos. Por lo tanto, podría decirse que los teólogos verdaderos se conocen por sus obras. La Sra. Eddy explica: “La teología de la Ciencia Cristiana es la Verdad; a la cual se opone el error de la enfermedad, el pecado y la muerte, que la Verdad destruye”.Escritos Misceláneos, pág. 62.
La Ciencia Cristiana enseña que, como la semejanza de Dios, el hombre espiritual — nuestra verdadera identidad — conoce y manifiesta la perfección y compleción de la creación de Dios. De hecho, entonces, el hombre da testimonio de la teología divina. Y a medida que expresamos nuestra verdadera naturaleza, la comprensión espiritual que de manera tan natural incluimos sale a la luz en acciones de curación y redención.
Nuestro modo de ver los temas religiosos modela nuestra vida misma. Las tendencias teológicas actuales en el pensamiento popular propenden a tener un efecto en el desarrollo de las condiciones mundiales. Si deseamos curar las causas subyacentes de la angustia, tal vez sea necesario, por lo tanto, considerar la opinión religiosa. Un punto de vista que ha sido motivo de atención en años recientes — una convicción que es el opuesto diametral de la teología científica — es la teoría de que “Dios está muerto”.
La polémica pública sobre esta teoría tan extrema ha disminuido. Pero ha surgido la premisa estrechamente relacionada con ella de que “Dios sufre”. Algunos escritores sobre temas religiosos creen que lo que ellos llaman “la nueva ortodoxia” — conjeturas basadas sobre la teoría de un “Dios que sufre” — traerá una revolución total en la manera religiosa de pensar a fines de este siglo.
La teoría de un “Dios que sufre” socava la curación cristiana. Pretende justificarse a sí misma al considerar que la Deidad no puede condolerse por la angustia humana a menos que El sufra como la gente sufre. Pero un Dios que sufre no estaría en condiciones de liberar a la humanidad de la angustia. Tal Dios no podría producir una semejanza libre de sufrimiento. Por cierto, un Dios que sufre sería lo diametralmente opuesto a un Dios que sana, quien se ha revelado a Sí mismo mediante las enseñanzas de Cristo Jesús y de la Ciencia Cristiana. Dios expresa Su naturaleza científica en acciones redentoras y restablecedoras poderosas.
La hipótesis de que “Dios sufre” no es un hecho o una ley. Jamás puede ser más que una suposición errónea. No obstante, quienes creen que Dios puede sufrir, están, en la medida en que lo consienten, gobernados por esa creencia.
La creencia de que la barrera del sonido no podía romperse no proporcionó la base para diseñar y pilotar el avión que finalmente traspasó el nivel Mach 1. De la misma manera, el creer que Dios sufre, no proporciona una base para demostrar que Dios cura rápida y completamente. No tenemos que aceptar la teoría de que Dios sufre. No tenemos que aceptar que el sufrimiento es inevitable e incurable, o poner énfasis en el sufrimiento de Jesús a tal grado que dejemos de regocijarnos en su triunfo sobre la crucifixión y en la resurrección y ascensión. ¿Cuál es el benefactor genuino de la humanidad: una doctrina que propaga tanto el sufrimiento como los esfuerzos materiales, inadecuados desde su base misma, para remediar este sufrimiento? ¿O la teología divina que destruye el sufrimiento y las causas que lo fundamentan?
Jesús no vino a abogar por el estoicismo o por que se hagan concesiones al dolor. El enseñó la teología divina que es la base de la curación metafísica. Al ejemplificar la verdadera naturaleza del hombre, se opuso al sufrimiento como un mal, y lo destruyó. Mediante la práctica de lo que Jesús enseñó, la gente puede demostrar que Dios cura, y comprender, en cierto grado, la razón, a saber, que Dios es el bien que no tiene oposición. Quienes necesitan ser sanados, pueden ser restablecidos totalmente, completamente liberados del sufrimiento y renovados espiritualmente. Los testimonios que aparecen en cada número del Heraldo confirman que la forma de sanar de Jesús todavía está en efecto hoy en día. Y esta curación continúa demostrando la verdad de la teología que él enseñó, que ahora se encuentra revelada en su pureza original y compleción permanente como Ciencia Cristiana.
Podemos ver fácilmente las ventajas de comprender a Dios y al hombre mediante la revelación divina, en lugar de tener que hacer conjeturas acerca de lo que realmente es. Pero la comprensión espiritual entraña las responsabilidades cristianas más profundas. Si queremos demostrar en momentos de extrema necesidad que ni Dios ni el hombre sufren, tenemos que demostrar en nuestra vida diaria que ni Dios ni el hombre pecan.
Como Espíritu infinito o Alma, Dios — que es del todo bueno — no permite ningún elemento de materia: ningún sufrimiento y ningún sensualismo. En la medida en que llevamos a la práctica esta teología verdadera, comprendemos el cumplimiento de la profecía de la Sra. Eddy en Ciencia y Salud: “Guiado por la Verdad divina y no por conjeturas, el teólogo (es decir, el estudiante — el expositor cristiano y científico — de la ley divina) trata la enfermedad con resultados más seguros que cualquier otro sanador sobre la tierra”.Ciencia y Salud, pág. 459.
Cuando la acción y autoridad del poder divino en las vidas humanas son puestas en duda en el pensamiento religioso popular, no es de extrañarse que las obras sanadoras de la Ciencia Cristiana puedan pasar inadvertidas. Pero decir que la ley de Dios está menos disponible y es menos demostrable debido a esa concepción errónea, sería equivalente a decir que Dios Mismo sufre. Después de todo, la Ciencia divina es inseparable de su fuente en la naturaleza triuna de Dios como Principio infinito: Vida, Verdad y Amor. Y debido a que Dios no puede sufrir, la Ciencia no puede sufrir, sino que siempre tiene que prosperar y desarrollarse.
El conjunto de demostraciones representadas en la Iglesia de Cristo, Científico, está conmoviendo el pensamiento mundial, desenmascarando los errores crueles y no cristianos que, por mucho tiempo, han estado encubiertos en el nombre de la religión. Estos errores serán totalmente consumidos en el resplandor de la Verdad encendida por la demostración de perdón y amor puestos en práctica por esta Iglesia hoy en día.
La conmoción del pensamiento en aquellos casos individuales donde la curación es necesaria, es tan esencial para la Causa de la Verdad como lo es nuestro trabajo diario en bien del mundo. La creencia latente de que Dios puede coexistir con el sufrimiento — o que El ocasiona el sufrimiento para forzar Su voluntad o como castigo por nuestras faltas — impediría que el creyente aceptara de pleno la teología de la Verdad, retardando así la curación. Pero a medida que la enseñanza de la Verdad y el Amor es aceptada mediante la oración, el estudio y la práctica de la Ciencia Cristiana, tales errores desaparecen. Cuando la bondad inefable de Dios es comprendida, sus efectos se hacen sentir.
El reconocimiento de la presencia de Dios impulsa la curación del sufrimiento. Por cierto que Dios, la fuente y el sostenedor del Consolador, la Ciencia divina, es incapaz de conocer o permitir el sufrimiento. La Verdad infinita e inmutable no puede ser escarnecida por una teoría cambiante y conjetural. Sólo en el grado en que aceptamos el sueño engañoso de que hay vida en la materia, parecemos experimentar o dar testimonio de las sensaciones dolorosas y placenteras que quisieran dar un aura de realidad a ese sueño. Sólo en el sueño del sufrimiento, puede el sueño de sentir conmiseración por el sufrimiento, y de medicinarle, parecer beneficioso. Sólo cuando despertamos espiritualmente del sueño, que es donde está localizado el sufrimiento, escapamos verdaderamente del sufrimiento. Y sólo en la medida en que comprendemos y obedecemos a la Verdad divina, despertamos espiritualmente.
Los efectos de la Verdad en nuestra vida son en proporción a nuestra demostración de Ciencia Cristiana. En la medida en que comprendemos y ponemos en práctica la teología curativa de la Ciencia, ésta nos libera del pecado, la enfermedad y la muerte. La curación por el Cristo demuestra la divinidad de la teología a la cual nos adherimos; y sólo las obras de la curación por el Cristo pueden identificar a los verdaderos discípulos cristianos.
