Nota del : La Iglesia de Cristo, Científico, ha estado dedicada a la práctica de la curación cristiana por más de un siglo. Uno de los primeros sermones de Mary Baker Eddy se tituló “La curación cristiana”.
La curación en la Ciencia Cristiana podría describirse como la práctica consecuente de la curación cristiana como Cristo Jesús la enseñó y practicó. Esa curación, tal como la ven los Científicos Cristianos, está sostenida por la permanente verdad y ley espirituales.
A quienes dedican su vida a practicar esta curación se les llama practicistas de la Ciencia Cristiana. Pedimos a una practicista, Margaret Rogers, que compartiera con nosotros, de una manera sencilla, sus ideas sobre el tipo de oración y convicción que requiere este ministerio sanador.
Para empezar, mi propia oración a menudo incluye la oración de petición. Descubrí que simplemente pedirle a Dios más entendimiento o más fortaleza, abre mi pensamiento. Eso es lo primero, y nos da humildad. Muestra que no busco la fortaleza en mí misma. No recurro a mi habilidad humana para alcanzar la gracia o el amor, sino que recurro al origen divino. Para mí, el poder de la oración de petición reside en la manera en que abre el pensamiento, preparándolo para escuchar con humildad.
Hoy en día, a mucha gente le es difícil captar este concepto de gracia. Creo que esto se debe a que la educación que tuvimos nos ha alejado del sentido de un poder divino. Los Científicos Cristianos, al igual que los demás, tienen que tener cuidado de no pensar que el poder de sanar es personal y que pertenece a un individuo. La gracia significa reconocer que existe un poder sagrado, invisible para el sentido humano de las cosas. No recurrimos a “las cosas que se ven”, 2 Cor. 4:18. sino al Espíritu invisible.
Tampoco nos apoyamos en ningún tipo de fe ciega. Porque a lo que recurrimos es algo que está sólidamente aquí. A menudo pienso en el pasaje en Hebreos, que dice: “...es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan”. Hebr. 11:6.
Ese es uno de los puntos principales en la oración de un practicista: la convicción de que Dios es; que existe algo más allá de lo que los sentidos físicos muestran o lo que la mente humana hace.
Pienso que es de enorme importancia entender que la Sra. Eddy habla de la Ciencia Cristiana como la ley divina en operación, y dice que ésta “descansa sobre la comprensión de que Dios es la única Vida, sustancia e inteligencia, y excluye a la mente humana como factor espiritual en la obra sanadora”.Ciencia y Salud, pág. 185. Necesitamos comprender mejor este punto, porque da lugar a confusión cuando otros comparan la Ciencia Cristiana con formas de curación por la fe o el hipnotismo, tipos de tratamiento que, en realidad, usan la mente humana para tratar de sanar lo que la mente humana misma ha causado.
La Ciencia Cristiana da un salto gigantesco y dice que la mente humana misma y su concepto de que la vida es corpórea, son falsas representaciones de lo que el hombre de Dios realmente es. Lo que tanto necesitan todos aquellos que practican la verdadera curación espiritual, es ese sentido de que la Mente es divina, indivisible e infinita, el único Dios. Porque en Su presencia, esa falsedad, ese usurpador que dice que hay una mente aparte de Dios y que dice que la vida está en la materia, debe abandonar su falsa pretensión. No tiene ningún lugar.
La curación, como Jesús la practicó, parece misteriosa sólo porque todavía razonamos mucho basándonos en el materialismo como la única realidad de la existencia. Cuando hablamos de la curación cristianamente científica, lo que en realidad queremos decir es que la consciencia humana se libera de un sentido finito de vida y cede a la totalidad del Espíritu. Vemos los efectos de esta espiritualización del pensamiento en la desaparición de la enfermedad y del pecado. Y lo que realmente sucede en una curación es que renunciamos a un sentido finito de sustancia que resulta de vernos a nosotros mismos como mortales limitados, separados de Dios, en lugar de vernos como la semejanza pura de Dios.
El sentido de estar separados del bien es lo que se disuelve en toda curación genuina de la Ciencia Cristiana. Vemos que no estamos separados, que lo que realmente somos es la constante representación espiritual del Ser Divino.
Cuando el sentido mortal del hombre, el sentido mortal del yo, cede en nuestro pensamiento, a eso es lo que se le llama curación. Es la revelación del único hombre que existe, el hombre espiritual.
Una pregunta fundamental que es necesario comprender en la curación es: ¿Qué es lo que disuelve la discordia? Es la Verdad, es la luz. Cuando la consciencia del practicista está en comunión con la Verdad divina, esa luz disipa la oscuridad del pecado y la enfermedad. La acción del Cristo en la consciencia humana ilumina y sana.
Francamente hablando, hay veces en que ese sentido de luz no se obtiene tan rápidamente como uno quisiera. Creo que ése es el momento en que más necesitamos la cualidad de obediencia. Se nos han dado reglas a seguir; se encuentran en las enseñanzas de la Ciencia Cristiana. Por ejemplo, nuestro libro de texto, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, dice: “Cuando se supone que el cuerpo está diciendo: ‘Estoy enfermo’, jamás os confeséis culpables”.Ibid., pág. 391. Bueno, ésa es una regla. Aunque usted se sienta terriblemente enfermo, es una regla que puede obedecer. Aun si usted no siente el espíritu de esa regla, puede comenzar por obedecer con humildad.
¿Por qué esto tiene poder? Porque la obediencia, de por sí, entraña un espíritu recto. Niega el sentido de separación de Dios. La mente mortal insiste en que la enfermedad es real, que usted la siente y la ve. Pero, aun frente a ella, usted realmente puede negarla declarando que usted no está enfermo. El hecho es que, sea cual fuere la evidencia material de enfermedad, el hombre no puede estar enfermo. Así que usted no se confiesa culpable. Entonces, al obedecer, usted empieza a tener un sentido de fortaleza, una fortaleza que lo lleva más de lleno al espíritu de lo que está declarando, y, finalmente, a la verdad de su ser real como reflejo de Dios. Esta verdad comprendida rectifica el error y trae curación.
Esto muestra la gran necesidad que tenemos de la Ciencia del cristianismo. Como dice Pablo, no somos “competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos”. 2 Cor. 3:5. No somos competentes por nosotros mismos para saber que el mal y la enfermedad no son reales. Pero, debido al descubrimiento de la Sra. Eddy, tenemos la Ciencia de Cristo con la que trabajar, que nos muestra la naturaleza verdadera e impecable del hombre. Y podemos decirnos a nosotros mismos: “Bueno, los sentidos materiales son completamente deshonestos. Voy a dejar de lado mi confianza en ellos y me voy a preguntar: ‘¿Qué dice Dios? ¿Qué ve Dios en esta situación?’ ”
Sí, a veces tenemos que luchar para alcanzar el punto en que realmente oímos y sentimos nuestra unidad con Dios. Pero, aun durante la lucha, podemos seguir afirmando que estamos en el proceso de someter todo pensamiento cautivo en obediencia a Cristo, y que ésta es una meta posible. Una de las formas sutiles en que la mente carnal resiste a la espiritualidad, es la sugestión de que la espiritualidad no tiene una finalidad práctica, que realmente no podemos poner todos los pensamientos en obediencia a Cristo. Pero Dios nos muestra cómo empezar y cómo continuar.
Tenemos que continuar desafiando la opinión que afirma que la meta de comprender al Espíritu y pensar perseverantemente desde esa base, no se puede alcanzar; y continuar desafiándola no sólo para nosotros mismos. Esto le concierne a toda la humanidad. Pablo habla de la tarea que nos espera “hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”. Efes. 4:13.
Ese es el contexto en el que veo el trabajo de curación. Claro que siempre nos sentimos tremendamente agradecidos por el alivio del dolor y el temor que nos trae la curación física. Pero, al mismo tiempo que esto ocurre, algo de mayor magnitud está sucediendo. Tenemos que elevar el pensamiento para ver qué es lo que está pasando realmente.
Toda la humanidad es bendecida, en cierto grado, cada vez que se realiza una curación cristiana; algunas de las limitaciones y la aparente solidez de la materia como la realidad de la vida han cambiado y han sido superadas. Y el mundo siente el beneficio que resulta de esto.
El trabajo sanador es la continuidad de un ímpetu eterno. Lo que produce la curación es ese mismo Espíritu Santo del que se habla en el Génesis cuando “la tierra estaba desordenada y vacía,... y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas”. Gén. 1:2. Como dice la Sra. Eddy: “En distintas épocas la idea divina toma diferentes formas, según las necesidades de la humanidad. En esta época toma, más inteligentemente que nunca, la forma de la curación cristiana”.Escritos Misceláneos, pág. 370.
Por eso es que la curación es tan importante. Es la evidencia de ese ánimo espiritual, o idea divina. Es su evidencia indispensable. La Sra. Eddy dejó en claro que, sin la curación, hay poca energía espiritual en la vida cristiana. Y ella sabía que la curación tenía que proceder de las altitudes de la espiritualidad. No puede efectuarse de ninguna otra manera.
