La música contribuye a una atmósfera sanadora en la iglesia en la medida en que exprese cualidades espirituales. Un solo de órgano de Purcell puede que exprese gozo, vitalidad, las energías del Espíritu. Una tocata de Bach quizás aluda al poder y majestad del Principio divino. En un preludio coral de Brahms tal vez veamos una expresión de la paz y ternura del Alma y el calor del Amor. Ya sea que seamos músicos, miembros del comité de música u oyentes que aprecian la música, debemos esforzarnos por escuchar con sentido espiritual. Nuestra Guía, la Sra. Eddy, escribe: “El donaire y la gracia son independientes de la materia. El ser posee sus cualidades antes que se las perciba humanamente. La belleza es una cosa de la vida, que mora por siempre en la Mente eterna y refleja los encantos de Su bondad en expresión, forma, contorno y color”.Ciencia y Salud, pág. 247.
Al seleccionar la música para el culto religioso, el organista y el solista deben buscar composiciones que revelen un alto grado de inspiración. Un estudio cuidadoso de la Lección Bíblica En el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana. guiará a esa selección, y es prudente que todos lean frecuentemente el Artículo XIX, “Música en la Iglesia” en el Manual de La Iglesia Madre por la Sra. Eddy. Los requisitos de nuestra Guía establecen una excelente norma para las filiales de la Iglesia de Cristo, Científico, así como para La Iglesia Madre.
En el campo de la música de iglesia, existe un acuerdo general en cuanto a quiénes son los grandes maestros. La lista ciertamente incluiría a Bach, Handel, Franck, Brahms, Mendelssohn, Buxtehude, Pachelbel, Couperin. Las Salas de Lectura de la Ciencia Cristiana tienen a disposición listas de repertorios útiles tanto para música de órgano como para los solos de la iglesia. En vista de los requisitos de nuestra Guía, organistas y solistas deben estar en guardia contra la música caracterizada por banalidad o sentimentalismo.
Hay música contemporánea que también merece oírse en nuestras iglesias. Es natural que tengamos conocimiento de la vida artística de nuestros tiempos, y que seamos receptivos a la obra de compositores contemporáneos. La pregunta importante sobre cualquier clase de música — antigua o moderna — es: ¿Cuán elevada es la inspiración del compositor? El Salmista dice: “Cantad a Jehová cántico nuevo; Su alabanza sea en la congregación de los santos”. Salmo 149:1.
Un buen consejo: es posible que el músico de iglesia tenga cierta predilección por un compositor o un período en particular, y esto puede que sea fructífero y beneficioso. Al mismo tiempo, debe estar alerta a cualquier impulso agresivo de imponer sus gustos personales a la congregación.
Una vez que la música ha sido cuidadosamente seleccionada, el organista y el solista se esforzarán por expresar cualidades espirituales en las interpretaciones. Unas líneas de un himno sugieren cómo lograrlo:
Lo que eres Tú, Señor, no lo que soy,
sólo eso puede ser mi descansar...
Es lo que sé de Ti, Dios y Señor,
que da a mis labios canto, a mi alma paz...Himnario de la Ciencia Cristiana, N.° 195.
Recordemos que nuestro gran Maestro, Cristo Jesús, dijo: “El Padre que mora en mí, El hace las obras”. Y San Pablo luego hizo esta afirmación: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Juan 14:10; Filip. 4:13.
No somos creadores personales, sino que reflejamos la bondad infinita de Dios en nuestra expresión individual de belleza. Podemos orar para ser una transparencia para Dios, y permitir que Su gozo brille a través de nosotros. Nuestra expresión de gozo es una señal para el mundo de que sinceramente creemos y que estamos agradecidos por las verdades acerca de Dios y del hombre. Un organista y maestro experimentado, que había servido de juez en muchas competencias, en cierta ocasión dijo que él siempre se preguntaba: “¿Disfruta esa persona esa pieza musical mientras la toca y la comparte?”
De la misma manera el amor de Dios como Madre debe sentirse en nuestros cultos religiosos. Este amor impele y fortalece los cultos que proclaman la Verdad a un mundo hambriento. La Sra. Eddy escribe: “Mantened en vosotros el sentido verdadero de armonía, y este sentido os mantendrá armoniosos, unidos y generosos... No sólo deseo calidad, cantidad y variedad en el tono, sino también la unción del Amor. La música es divina. La Mente, no la materia, crea la música; y si falta el tono divino, el tono humano carece de melodía para mí”.Message to The Mother Church for 1900, pág. 11.
Por supuesto que cuando los músicos están tocando lo mejor posible, y cuando la selección e interpretación de la música se basan en la oración ferviente y humilde, algo de la armonía de la Mente verdaderamente se está demostrando. En lugar de actividades y planes humanos la Ciencia Cristiana nos enseña a apoyarnos en Dios, a escuchar Sus mensajes angelicales y a confiar en el cuidado infalible que tiene para con Sus hijos. En lugar de un sentido de competencia, la Ciencia nos enseña a apreciar el florecimiento de cada individuo según la manera individual señalada por Dios.
Cuando un comité de música lleve a cabo audiciones, los miembros deben observar y escuchar cualidades espirituales como, por ejemplo, altruismo, pureza, sinceridad. Lo mismo es cierto si el comité tiene audiciones con personas que no son Científicos Cristianos. El mundo, en realidad, no está compuesto de Científicos Cristianos y de los que no son Científicos Cristianos; está compuesto de los hijos de Dios. Será quizás práctico que el comité pregunte a un músico, que no es Científico Cristiano, si él o ella están dispuestos a leer la Lección Bíblica como una base para seleccionar los solos o la música de órgano. También, quienes estén sirviendo como Lectores, quizás estén dispuestos a ofrecer a los músicos, que no son Científicos Cristianos, guía en cuanto a la Lección-Sermón.
Todos los que asisten a los cultos religiosos en la iglesia participan de la música. Toda interpretación musical incluye, además del compositor y el intérprete, al oyente que sabe apreciar. Los miembros de la congregación pueden apoyar con amor la selección musical aunque no estén de acuerdo con ella cien por ciento. Puede ser útil preguntarnos: “¿Es mi responsabilidad verdadera ser un vigilante o un oyente que presta su apoyo?” Todos los que participan pueden reconocer y apreciar el poder del bien en nuestros cultos religiosos. Pueden cantar los himnos con vigor y gozo, uniéndose en alabanza al Altísimo, como lo han hecho los devotos desde los primeros días de la Iglesia cristiana.
A medida que servimos en la casa del Señor, la casa de la cual Dios ha dicho: “Mi nombre estará allí” Ver 1 Reyes 8:27–29., todos podemos esperar que nuestra inspiración sea siempre renovada. Un diccionario define inspirar como “llenar con aquello que anima, vivifica o exalta”. Otro diccionario define inspiración como “la guía divina o la influencia ejercida directamente sobre la mente y el alma del hombre”. Porque la inspiración se origina en Dios, el Espíritu, es infalible e inextinguible. La inspiración fluye cuando oramos para entender y demostrar nuestra filiación con Dios, y cuando vemos la irrealidad de cualquier sugerencia de que la autorrevelación del Amor mismo puede agotarse o bloquearse. La influencia del Espíritu nos libera para ensanchar nuestros horizontes y para expresar una amplia gama de cualidades que incluye la inteligencia, la serenidad, la espontaneidad, el vigor, la constancia y la sabiduría. La dedicación para manifestar estas cualidades hace que la tarea del músico de la iglesia sea una tarea enaltecedora en la vida.