No hay ninguna situación que esté más allá de la ayuda del Amor divino. En la naturaleza abundan enternecedores indicios que muestran que el Amor divino apoya todos nuestros esfuerzos correctos.
Consideremos, por ejemplo, a esos “pastores” del mar, los delfines. Tal vez, debido a que sus crías nacen debajo del agua y tienen que ser llevadas rápidamente a la superficie para que empiecen a respirar, los delfines tienen fama de que instintivamente ayudan a las demás criaturas en dificultades a que salgan a la superficie y permanezcan a flote. Se ha informado que marinos, cuyos barcos han naufragado lejos de la costa, han sido mantenidos a flote y conducidos de esa manera a un lugar seguro. Y, por sorprendente que pueda parecer tal rescate, el Amor puede hacer aún más.
El Amor divino es capaz de rescatar y liberar a aquellos cuyas vidas, en sentido figurado, han naufragado a causa del pecado, la enfermedad o la aflicción. De modo que nadie, en ninguna parte y en cualquier situación que se encuentre, es dejado sin esperanza de curación. El Amor es infinito, el Espíritu omnipotente, la única Mente que conoce y constituye todo ser real y todo el bien. El Amor satisface todas las necesidades humanas, pero es preciso que despertemos espiritualmente para comprender esto.
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