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La presencia de Dios

Del número de diciembre de 1987 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

The Christian Science Monitor


Cuando éramos niños, acostumbrábamos a jugar en los bosques cerca de nuestra escuela. Cierto día, descubrí un pequeño claro entre los árboles donde el sol iluminaba una rama caída. En ese hermoso lugar sentí la presencia de Dios. Lo llamé “la iglesia” y a veces volvía allí a orar.

Años más tarde, cuando empecé a estudiar Ciencia Cristiana, dejé de asociar la presencia de Dios con un lugar especial. Estaba comenzando a aprender que Dios, el Amor omnipotente, universal, es la Vida y sustancia verdaderas de todo ser, y, por tanto, está siempre presente para satisfacer nuestras necesidades. No sólo podemos sentir la presencia de Dios, sino que, mediante la oración, podemos someternos humildemente a la realidad del ser espiritual y su armonía, y sentir, cada vez más, Su poder sanador.

Cierta filosofía insiste en que, como los pensamientos y sentimientos acerca de la presencia de Dios no están basados en la evidencia física, en el análisis final no se puede demostrar que sean verdaderos. Sin embargo, la religión práctica de Cristo Jesús probó la existencia y el poder de Dios mediante la curación del pecado y la enfermedad. Al preguntar a quienes él quizás consideraba que deberían reconocer mejor las implicaciones prácticas de sus demostraciones cristianas del poder de Dios, Jesús les dijo: “¡Hipócritas! que sabéis distinguir el aspecto del cielo, ¡mas las señales de los tiempos no podéis!” Mateo 16:3.

La humanidad necesita comprender mejor lo profundo de las enseñanzas de Jesús, y el poder de Dios que está al alcance del estudiante sincero de esas enseñanzas. Es obvio que se requiere algo más que mera especulación para probar la presencia de Dios; y, sin embargo, deducir conclusiones sobre la base de la evidencia material no ha traído solución a las dificultades de la humanidad.

Lo que se necesita es una mejor comprensión de la naturaleza y presencia divinas que Jesús enseñó y demostró. La tendencia a hacer un dios de la materia, nubla este entendimiento. Oculta a la vista el poder del único y verdadero Dios, que es Espíritu, como la Biblia lo enseña. El Espíritu es la Vida y el Principio de todo ser real, mientras que los mortales tienden a ver a la materia como la fuente de la vida y a las leyes materiales como gobernando la existencia.

Puesto que nuestro creador es Espíritu, la verdadera identidad del hombre es concretamente espiritual, a salvo bajo el cuidado siempre presente de Dios. Los ojos pueden negar esto, pero eso es precisamente el sentido carnal de la vida en la que se basan los males humanos. “Nuestros equivocados puntos de vista acerca de la vida, ocultan la armonía eterna y producen los males de que nos quejamos”,Ciencia y Salud, pág. 62. escribe la Sra. Eddy.

Cuando, por medio de la oración, llegamos a la convicción de que en la presencia de Dios el hombre es espiritualmente íntegro y no creemos en la supuesta validez de la enfermedad, la curación se efectúa. Esto lo pude comprobar cuando nuestro niño se despertó una noche con un agudo dolor de oído. Lo tuve en mis brazos mientras oraba, y me di cuenta de que no podía admitir una manera especulativa o teórica acerca del poder y la presencia de Dios en una situación como ésa. Si el Amor divino era realmente supremo y estaba presente, entonces la evidencia de dolor era ilegítima y no podía gobernar al niño. Percibí que esta verdad espiritual — la cual es la verdad — era una ley en esta situación; que Dios estaba presente y nada desemejante a Su naturaleza tenía poder o autoridad genuinas. Después de haber orado de esta manera por un rato, el dolor desapareció y el niño se quedó dormido. A la mañana siguiente, era evidente que todo estaba bien.

Aprendemos acerca de la presencia de Dios gradualmente. A medida que estamos dispuestos a abandonar la creencia de que nuestra existencia pueda estar separada de nuestro Creador, del único Dios todopoderoso, sentimos, cada vez más, Su gobierno amoroso e inteligente.

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