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Cumplamos con las fechas establecidas

Del número de diciembre de 1987 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Todas tenemos algo que terminar dentro de determinada fecha. Ya sean deberes académicos, actividades voluntarias, horarios de trabajo, obligaciones sociales o responsabilidades familiares, existe presión para hacer todo dentro de determinado tiempo. La cuestión no es por qué tenemos que hacerlo en cierta fecha o si tenemos que hacerlo, sino qué hacemos con respecto a ello. El aplicar las verdades que aprendemos en el estudio de la Ciencia Cristiana puede darnos una nueva perspectiva.

El director del departamento de arte de la universidad donde yo enseñaba, me pidió que yo participara en una exhibición de arte patrocinada por la intendencia de la ciudad, que tendría lugar en pocas semanas. Teníamos poco tiempo, pero él consideraba que nuestra participación era importante para las relaciones con la comunidad. Aunque podía comprender su punto de vista, parecía imposible cumplir con la fecha que nos habían fijado, considerando las horas necesarias para su preparación, además de mis otras obligaciones.

No tuve tiempo para pintar hasta dos noches antes de la exhibición. Allí estaba sentada con todos los implementos necesarios dispersados frente a mí, sin tener ni un concepto nuevo o utilizable. Me esforcé durante unas horas. El pincel garabateaba colores borrosos, sin forma ni espontaneidad alguna. Era obvio que necesitaba una nueva perspectiva, no sólo para poder pintar, sino también para poder pensar.

Humildemente empecé a orar. Las palabras de Cristo Jesús vinieron a mi pensamiento: “No puedo yo hacer nada por mí mismo”. Juan 5:30. Al yo reflexionar sobre todo lo que Jesús había logrado durante sus tres años de enseñanza y curación, su declaración me pareció aún más profunda. Comencé a vislumbrar la importancia de percibir que Dios es el origen de todo el bien. Pensé en las palabras de la Sra. Eddy en Ciencia y Salud: “El Alma, o Espíritu, es Dios, inmutable y eterna; y el hombre coexiste con el Alma, Dios, y la refleja, porque el hombre es imagen de Dios”.Ciencia y Salud, pág. 120. Entonces razoné así: Me sentí presionada porque pensé que era mi responsabilidad hacer un gran esfuerzo en un corto plazo para cumplir con el trabajo requerido. Pero ése era un falso sentido de responsabilidad. Mi verdadera responsabilidad era responder a la dirección de Dios. Puesto que el hombre es el reflejo de Dios, el ser y la actividad son espontáneos. Esto no significa que no trabajemos intensamente, sino que podamos hacer todo lo que sea necesario con un sentido de libertad y gozo. Dios, el bien, jamás impuso límites de tiempo o capacidad. De hecho, la Biblia nos asegura que Dios dio al hombre dominio sin restricción alguna.

Busqué la definición de tiempo en Ciencia y Salud y pude percibir por qué me sentía agobiada. Parte de esta definición dice así: “Medidas mortales; límites, en que están comprendidos todos los actos, pensamientos, creencias, opiniones y conocimientos humanos; materia; error”.Ibid., pág. 595. Aceptar — como yo había hecho — la falsa premisa de que el hombre es un mortal gobernado por circunstancias materiales, es aceptar límites que se complican por la presión del tiempo. Pero el hombre en realidad expresa a Dios, quien jamás puede estar limitado. Dios imparte habilidades y oportunidades ilimitadas.

Una vez que comprendí el concepto correcto de que el hombre es ilimitado, la tensión, el temor y el sentido de presión se desvanecieron. Volví al lienzo y empecé a pintar. Fue un gozo ver cómo acudían las ideas. Los resultados fueron nuevos y sorprendentes. Al fin del segundo día de trabajo, había completado un número suficiente de obras. Y lo mejor fue que no me sentí exhausta, sino animada.

Comprendiendo algo de la identidad espiritual, cada uno de nosotros puede expresar a Dios más espontáneamente. Cuando tenemos que cumplir con plazos fijos, podemos transformar lo que podría parecer un sentido de presión en momentos de creatividad.

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