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Navidad y salvación

Del número de diciembre de 1987 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Era Navidad. Pronto llegarían amigos y familiares. Necesitaba tiempo para limpiar la casa, planear y preparar las comidas para nuestras visitas. Pero también necesitaba tiempo para orar. Otras personas con horarios recargados de trabajo me dijeron que estaban en la misma situación. Tares cotidianas, preparaciones para las fiestas venideras y momentos de oración en bien de la salvación universal. ¿Era posible hacer todo esto armoniosamente?

Hallé la respuesta en la historia misma de la Navidad. Con ternura la Biblia relata detalladamente los acontecimientos que rodearon el nacimiento de Jesucristo. En el Evangelio según San Lucas, leemos: “Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño”. A ellos anunció el ángel: “...os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor”. Lucas 2:8, 11. Los humildes pastores, quienes obedientemente hacían su trabajo, fueron los primeros en oír y después llevar a otros las gloriosas nuevas del nacimiento del Salvador. Para mí, esto fue una indicación de que, a medida que cumplimos las exigencias de la vida cotidiana desde una base espiritual, nosotros también podemos participar del plan de Dios de salvación para toda la humanidad.

Los pastores “velaban y guardaban las vigilias” sobre su rebaño. No obstante, tales sencillas palabras para mí indican, no tanto un lugar como una actitud, un estado de consciencia. Imparten serenidad, sensibilidad, tierno cuidado y vigilancia, todas ellas características de una consciencia devota. A medida que sosegadamente reflexionaba sobre esta historia, comprendí que la oración no es una actividad que está ocurriendo en algún cuarto separado, sino más bien un estado espiritual del pensamiento. De manera que podemos orar tan eficazmente en la cocina o en la oficina como lo hacemos en el estudio. La oración eficaz y las legítimas exigencias de la vida cotidiana no están apartadas la una de las otras. En vez, cuando incluimos esas exigencias en la oración, sentimos más del gozo de la salvación.

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