En enero de 1882, me mudé a Chicago, después de haber pasado cuatro años en Inglaterra, especialmente en Londres. Al poco tiempo, una persona que conocía obtuvo tratamiento en la Ciencia Cristiana con uno de los primeros alumnos de Mary Baker Eddy en Chicago, y mi amiga, fue curada de una enfermedad crónica en pocos días. Y eso no fue todo, pues me dijeron que se afirmaba que la Ciencia Cristiana era el método que Cristo Jesús había practicado y enseñado a sus discípulos. Comenté que si eso era verdad, no había nada en el mundo por lo cual valiera la pena proeocuparse. ¡Pronto descubrí que eso era verdad! Tuve conocimiento de muchos casos de curación, y cuando comencé a estudiar Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por la Sra. Eddy, cada frase me daba convicción, como en el estudio de geometría, y los resultados convincentes se fueron multiplicando.
En febrero de 1887, tuve mi primera entrevista con la Sra. Eddy, al tener el privilegio de estudiar en su clase Normal. Era una mañana muy fría, y cuando entré al Colegio, ubicado en la Avenida Columbus 571, había un buen número de alumnos quitándose sus abrigos y subiendo la escalera para ir al salón de clase. Como no esperaba encontrarme con ningún conocido, presté poca atención a los que entraban, cuando una voz muy dulce me saludó, y me preguntó mi nombre. Al instante me di cuenta de que estaba en presencia de la Sra. Eddy, y apenas pude responder, pensando en la grandeza moral y espiritual de la dama que me dirigía la palabra. Le dije mi nombre, y entonces vi que me había tomado suavemente de la mano, preguntándome si tenía frío. Creo que le dije que no, aunque de acuerdo con los sentidos, sí tenía frío, pero mi pensamiento fue elevado de inmediato por encima de lo físico, hacia la contemplación de lo que yo había estado albergando en mi pensamiento por mucho tiempo.
Al observar el rostro de la Sra. Eddy percibí de inmediato el maravilloso carácter que, dentro de lo posible, rostro y forma humanos pudieran expresar. Su elegante figura, las hermosas manos, la hermosa cabeza, su digno porte, y su hermoso y abundante cabello de color castaño que, en aquella época, no tenía ni una cana. Pero, sobre todo, observé sus hermosos ojos que evidenciaban una profunda manera de pensar y sentir, que miraban más allá del sentido humano de las cosas hacia las realidades espirituales. Con todos estos pensamientos inundando mi consciencia percibí que la Sra. Eddy no me era desconocida, pues durante más de dos años había estado aprendiendo a conocerla a través de su gran mensaje a la humanidad: Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras. Casi desde el primer momento en que abrí el libro, comprendí que era para mí una clave completa de las Escrituras, y no sólo eso, sino que había comprobado, mediante sus enseñanzas, que la Ciencia Cristiana es, en realidad, el Consolador prometido, y que la labor sanadora que Jesús practicó y enseñó a sus discípulos había llegado a ser una realidad presente.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!