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La transformación

[Original en español]

Del número de abril de 1987 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace algún tiempo, tuve la oportunidad de ver una película para niños titulada Katy la oruga. Su argumento sencillo tuvo, para mí, un significado más profundo de lo que se hacía evidente al comienzo.

Katy no se conforma con ser una simple oruga, sino que sale al mundo para encontrar su verdadera vocación.

Después de varias experiencias, encuentra que ninguna de éstas es la vocación a la que ella se sentía llamada. En determinado momento, la madre naturaleza le dice que en este mundo nada se otorga mágicamente — que todos tenemos que trabajar para encontrar nuestro verdadero ser — y le da un libro para que lo estudie.

Sus hermanas la encuentran rara y ven con extrañeza lo que hace. A medida que su vida continúa desarrollándose, Katy comienza a tejer un capullo con ella adentro, aislándose del mundo que había conocido. En el interior de este capullo, ocurre una transformación, y al éste abrirse, emerge convertida en una bella “flor que vuela”, en una mariposa que vuela hacia la libertad.

Mientras miraba la película, comencé a pensar que eso era precisamente lo que me estaba ocurriendo a mí; lo que ocurre a los estudiantes de Ciencia Cristiana.

Vivimos disímiles experiencias, pero quizás ninguna nos deje satisfechos. Buscamos obtener salud o gozo en la materia, nos caemos y nuevamente nos levantamos. Finalmente, como dice la Sra. Eddy en Ciencia y Salud: “Las dolorosas experiencias que resultan de la creencia en la supuesta vida de la materia, así como nuestros desengaños e incesantes angustias, hacen que vayamos, cual niños cansados, a los brazos del Amor divino. Entonces empezamos a conocer la vida en la Ciencia divina”. Ciencia y Salud, pág. 322.

A diferencia de Katy, se nos proporciona, no un solo libro, sino dos — la Biblia y Ciencia y Salud — para guiarnos hacia la sabiduría, hacia Dios. Para estudiarlos, también tenemos que tejer un capullo, no de aislamiento o separación, sino de fe y confianza. Como lo explica Ciencia y Salud: “La fe es más elevada y más espiritual que la creencia. Es un estado de crisálida del pensamiento humano, en el cual la evidencia espiritual, contradiciendo al testimonio de los sentidos materiales, empieza a aparecer, y la Verdad, lo siempre presente, empieza a comprenderse". Ibid., pág. 297.

Al obtener nuestra primera curación, comenzamos a vislumbrar la seriedad de la Ciencia Cristiana y a percibir que somos realmente espirituales. Vemos que nuestra transformación comienza a verificarse, y ahí estamos, aprendiendo a despojarnos del "viejo hombre con sus hechos” y a revestirnos “del nuevo”; a comprender nuestra naturaleza espiritual ya presente y real. Tratamos de cumplir con lo que Pablo nos pide en Colosenses: “Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra”. Col. 3:1, 2, 9, 10.

A medida que trabajamos con esta mira, nuestros pensamientos y vidas comienzan a levantar vuelo. Ya no nos sentimos tan anclados en la tierra, aunque los lazos carnales todavía quisieran tratar de atarnos. Y la influencia de la materialidad se puede disminuir progresivamente a medida que tratamos de obedecer este consejo en la Primera Epístola de San Juan: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”. 1 Juan 2:15-17.

Ciencia y Salud también nos dice: “Dios exige perfección, pero no antes que se pelee la batalla entre el Espíritu y la carne y se logre la victoria”. Ciencia y Salud, pág. 254.

Esa es la batalla que estamos peleando: el transformar nuestro pensamiento; dejar de creer que somos materiales y mortales, y comprender que, en realidad, somos la imagen y semejanza de nuestro creador. Esta es nuestra meta, y la podemos lograr.

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