Avalanchas, terremotos, maremotos, erupciones volcánicas. Algunas veces en documentos legales se les llama casos de fuerza mayor, sugiriendo que son la voluntad de Dios.
Cuando ocurren estos desastres de increíble magnitud, lo primero que pensamos generalmente es: “¿Cómo puedo ayudar?” Después, cuando hemos orado y aportado la ayuda que podamos dar, quizás nos preguntemos lo que muchos se preguntan: “¿Cómo puede el mundo seguir creyendo en un Dios que permite semejantes horrores?”
La breve respuesta a esta pregunta es: “No puede”. La gente rechaza cada vez más el concepto de que los desastres tengan alguna posible relación con Dios y Su voluntad.
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