Avalanchas, terremotos, maremotos, erupciones volcánicas. Algunas veces en documentos legales se les llama casos de fuerza mayor, sugiriendo que son la voluntad de Dios.
Cuando ocurren estos desastres de increíble magnitud, lo primero que pensamos generalmente es: “¿Cómo puedo ayudar?” Después, cuando hemos orado y aportado la ayuda que podamos dar, quizás nos preguntemos lo que muchos se preguntan: “¿Cómo puede el mundo seguir creyendo en un Dios que permite semejantes horrores?”
La breve respuesta a esta pregunta es: “No puede”. La gente rechaza cada vez más el concepto de que los desastres tengan alguna posible relación con Dios y Su voluntad.
¿Qué piensan los Científicos Cristianos sobre esto? Rechazan todo concepto de Dios que Le atribuiría la responsabilidad del universo material con todo su caos repentino y su mortalidad programada. Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana
Christian Science (crischan sáiens), habló con firmeza contra la creencia de que Dios crea un universo material, que conoce el mal, o que tiene algún propósito oscuro en la tragedia que más tarde se hará evidente.
La Ciencia Cristiana enseña que no podemos encontrar a Dios si Lo buscamos en una dirección equivocada. El concepto total de materia — que mantiene la vida, la inteligencia y el amor a merced del azar inconsciente — es inmoral o amoral. Toda indicación proveniente de Dios, desde la más leve hasta la más fuerte, es realmente una indicación de la inteligencia y la bondad puramente espirituales. Por tanto, no podemos aprender absolutamente nada de Dios por los desastres, pero sí podemos aprender mucho de El por el amor que expresan aquellos que incansable, compasiva y naturalmente ayudan a sus semejantes después de esos cataclismos. Leemos en la Primera Epístola de San Juan: “Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios”. 1 Juan 4:7.
Conocemos a Dios, el Espíritu, mediante nuestros sentidos espirituales, no por medio de los sentidos materiales. Los sentidos materiales siempre expresan la aparente ausencia del Espíritu. Ya sea que estemos sentados en nuestra sala o en medio de la guerra, si preguntamos sólo a la vista y al oído humanos si Dios está presente, la respuesta será inadecuada. Sin embargo, la experiencia de aquellos en la Biblia — desde Elías mirando la tormenta hasta Jesús calmando la tempestad — fue porque el Espíritu, Dios, de hecho está siempre presente. Elías pudo ver que el Señor no estaba en el viento que “rompía los montes”, ni en el terremoto, ni en el fuego. El sentido espiritual oyó el “silbo apacible y delicado” de Dios. 1 Reyes 19:11, 12. Y quienes recurren a Dios hoy en día también han conocido Su presencia, invisible pero poderosa, bajo similares circunstancias modernas, desde tempestades marinas hasta incendios forestales fuera de control.
En lugar de suponer que Cristo Jesús le pidió a Dios que en Su omnipotencia hiciera cesar la tempestad, ¿acaso no es razonable asumir que él conocía tan bien la omnipotencia de Dios que no sintió temor de que en algún momento pudiera estar ausente o limitada, o de que existiera otro poder?
Fundamentalmente, lo que el Maestro probó debe ser aprendido por sus seguidores: que Dios es el único creador, el único legislador. La Mente divina e infinita es el Todo de la creación. Esta inteligencia suprema no ha creado la materialidad en primer lugar, y desatado así la violencia incontrolada y destructiva en segundo lugar. Dios, que es perfecto, sólo ha creado la perfección pero no la enfermedad ni el desastre. La propia sustancia del Espíritu y la expresión de la ley por el Espíritu, deben ser ordenadas, buenas y sin interrupción en su concordancia continua. Los Científicos Cristianos toman esas verdades básicas como la Ciencia del ser, es decir, la ley fundamental del universo.
En un artículo llamado: “El espíritu y la ley”, la Sra. Eddy va al fondo mismo de estos profundos temas. Ella escribe: “La afirmación de que la materia es ley o legislador es anómala. Dondequiera que esté la ley, está la Mente; y la noción de que la Mente pueda estar en la materia es crasa infidelidad, la cual excluye a Dios del universo o Le incluye en todo modo y forma del mal”. Escritos Misceláneos, págs. 256–257.
Es obvio que el orden de la actual creación de Dios no es inmediatamente evidente para nosotros. De hecho, a menudo vemos lo opuesto, la contradicción severa. Pero la realidad de Dios, el Amor divino, sencillamente no podrá ser eliminada del corazón humano. Cada uno de nosotros puede conocer más esta realidad espiritual mediante su obediencia al Cristo, la Verdad, que nos habla. Escuchamos este “silbo apacible y delicado” al suprimir en nuestra propia atmósfera mental el trueno del enojo, el odio y las tormentas del miedo. Por ejemplo, ¿obedecemos a Dios con tanta energía como lo hacemos cuando tememos (o disfrutamos) a los sentidos materiales que niegan a Dios? Después de todo, hay exigencias que tenemos que cumplir si esperamos comprender mejor a Dios.
Para conocer mejor a Dios, tenemos que partir de la base de lo que Dios está dando de Sí mismo, revelando de Sí mismo; y no de la base de Su opuesto. La Ciencia divina del ser nos muestra el universo de Dios como El lo hizo, y nos enseña que podemos aprender a vivir sobre la base de la realidad total del Espíritu y la irrealidad de la materia. Cada acto de amor afirma la naturaleza de la realidad divina. Cada curación por medio del entendimiento espiritual es una aserción de la ley de Dios y destruye el pecado de insistir en la imaginaria superioridad del mal sobre Dios.
Vemos intuiciones de todo el orden divino en las descripciones majestuosas de Dios contenidas en la Biblia. Cuando los ojos de Job, por ejemplo, se abren a la presencia real de Dios, Job oye la pregunta de Dios: “¿Sobre qué están fundadas las bases [de la tierra]? O, ¿quién puso su piedra angular, cuando alababan todas las estrellas del alba, y se regocijaban todos los hijos de Dios?” Job 38:6, 7.
A medida que obedecemos completamente al Cristo que habla a la consciencia humana, nuestro concepto acerca de Dios se separa cada vez más de toda supuesta relación con el mal. Nuestra convicción de la gran naturalidad del bien, y de la belleza y el orden del universo de Dios, se acrecienta. Y avanzamos para experimentar, en alguna medida, la verdadera y sanadora voluntad de Dios que Cristo Jesús mostró a sus seguidores.
Alaben la misericordia de Jehová,
y sus maravillas
para con los hijos de los hombres.. .
Cambia la tempestad en sosiego,
y se apaciguan sus ondas.
Salmo 107:21, 29