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“Permanezca en paz”

Del número de abril de 1987 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En algunos países se acostumbra despedir al huésped que parte con la bendición “Vaya en paz”‚ a la que se responde amablemente: “Permanezca en paz”.

Permanecer o vivir en paz es, naturalmente, el anhelo de mucha gente. Sin embargo, con frecuencia la paz parece frágil. Las relaciones, ya sean internacionales o individuales, parecen estar sujetas a ser perturbadas.

Para que podamos permanecer en paz, es vital que esa paz esté basada sobre un fundamento invulnerable. Sólo lo espiritual cumple con este requisito. Para que las relaciones pacíficas estén realmente protegidas, tiene que reconocerse que son derivadas de Dios, el Amor divino. Puesto que Dios es el Principio divino, el Amor, sólo el Amor es verdaderamente confiable, en realidad, imparcial, y está totalmente exento de ataques.

La Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) revela que el Amor divino es universal, el único Padre-Madre de todos. El Amor, por lo tanto, es la fuente de toda unidad real. La relación fundamental que cada uno de nosotros tenemos es nuestra unidad con Dios como Su reflejo, el hombre espiritual. El entendimiento espiritual de este hecho nos da la posibilidad de permanecer en paz. Descubrimos nuestro parentesco con los demás a través de nuestra unidad común con Dios. ¿En qué medida es esto práctico para ayudar a la humanidad a vivir en paz y armonía? ¿De qué tienen que darse cuenta los seres humanos para aplicar la realidad de la totalidad del Amor a la vida diaria?

En primer lugar, es preciso reconocer que hay un poder superior a nosotros. No tenemos que intentar hacer algo independientemente de nuestro Creador. Es importante comprender que el hombre verdadero existe únicamente como reflejo de Dios. Sentimos un gran consuelo al comprender que es el Amor divino expresándose en nosotros lo que nos capacita para amar. En el grado en que reflejemos a Dios, nos comunicaremos armoniosamente con los demás. En Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, escribe: “No es la intercomunicación personal, sino la ley divina, lo que comunica la verdad, la salud y la armonía a la tierra y a la humanidad”. Ciencia y Salud, pág. 72.

El plan del Amor para su creación, el hombre, es que éste viva en paz y armonía. Cuando recordamos que reflejamos la inteligencia del Amor divino, somos capaces de decir y hacer aquello que es de más ayuda. La gracia y la bondad del Amor traen armonía y paz a los asuntos humanos. Se podría decir que la gracia es el Amor divino haciéndose sentir en nuestra vida.

La gracia, la bondad y la consideración son naturalmente atractivas. La afinidad de quienes se encuentran a un mismo nivel espiritual es una gran bendición. Las relaciones pacíficas y afectuosas son realmente un regalo de Dios, y cuando nos esforzamos por expresar a Dios en nuestra actitud hacia los demás, nuestras relaciones son divinamente gobernadas y protegidas, a salvo de la violencia destructiva de la personalidad y de las fluctuaciones del tiempo. Cuando abrigamos el deseo de ser instrumentos del Amor, se nos presentan oportunidades de disfrutar de relaciones felices, de permanecer en paz, y de ayudar a los demás a lograrlo.

Por supuesto que esto no significa flotar en una nube rosada ignorando por completo la discordia. Todo lo contrario. Al entender cuál es la base fundamental de la paz y la armonía, estamos preparados para enfrentar los desafíos y vencerlos. Nuestra meta es probar que el Amor divino es también el Principio divino: invariable, justo e imparcial, a la vez que tierno.

Nadie puede estar privado de lo que el Amor otorga, ni del control que ejerce el Principio. El gobierno de Dios lo incluye todo. La ignorancia humana de la totalidad del Amor nos puede llevar a la angustia extrema, pero un naciente conocimiento del poder del Amor trae alivio y, como resultado, la curación. Aun en situaciones en las que personas sienten la falta de un compañerismo feliz o parecen estar directamente implicadas en situaciones discordantes, aun donde tribus enteras y naciones parecen privadas de bendiciones, o donde la animosidad y la beligerancia son muy evidentes, allí mismo el Amor divino es en realidad Todo-en-todo; está presente para ser demostrado. En casos extremos de odio y discordia, puede parecer difícil darse cuenta de la presencia del Amor; pero, ¡qué importante es insistir en el hecho absoluto de que el Amor es supremo, y no dejarnos engañar por la creencia de que algo pueda oponerse al Amor infinito!

El Apóstol Pablo explicó muy claramente que, en realidad, ninguna condición puede anular el amor de Dios. El escribe: "Estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro". Rom. 8:38, 39.

La oración inspirada que reconoce la presencia del dominio del Amor puede ayudar y sanar aun en las circunstancias más trágicas. Quizás el temor, el aferrarse a lo que no es válido, los móviles egoístas, las influencias dañinas, hayan jugado un papel preponderante. Pero, tarde o temprano, estos males tienen que ser superados. Es necesario que sean expuestos como la pretensión fraudulenta de que hay un poder aparte del Amor divino. El sufrimiento, la angustia o la tragedia ocasionados por una manera equivocada de pensar y de actuar, pueden resultar tan insoportables que provoquen un cambio de pensamiento radical.

Al buscar soluciones a las discordias de la humanidad y al frecuente quebrantamiento de la paz, es natural que la gente se sienta insatisfecha de lo infructuoso que son los meros esfuerzos humanos. El pensamiento que busca mejores soluciones puede ser llevado a reconocer el poder del Amor infinito. Esto es lo que armoniza las relaciones, porque el Amor vence el temor y el odio.

En último término, éste debe ser el camino universal para hallar y mantener la paz. El Amor divino jamás ha cesado de gobernar; pero el deliberado menosprecio de la ley del Amor, el ignorarla, o el temor, pueden impedir la obediencia al Amor. Esto es lo que ocasiona la aparente ausencia del gobierno de Dios. Pero Dios no está ausente; Su dominio gobernante está presente para ser expresado en formas prácticas que traen soluciones pacíficas aun a problemas nacionales difíciles.

No obstante, la curación de las dificultades internacionales debe comenzar en la experiencia humana individual. Las relaciones pacíficas, felices, que parecen haberse perdido, o que jamás existieron, pueden ser resueltas mediante la oración que reconoce el gobierno del Amor divino. Estar constantemente conscientes de la omnipresencia del Amor, corrige las actitudes discordantes del pensamiento, sana la falta de armonía, y trae paz y satisfacción.

Pocas semanas después de haberme graduado en la universidad, cuando comencé a enseñar, tuve una experiencia memorable. La subdirectora de la facultad era muy bondadosa y agradable, pero después de cierto tiempo, se volvió cada vez más desagradable conmigo, y criticaba todo lo que yo hacía. Oré para saber qué podía yo hacer para mejorar la situación, y traté de ser amable con ella y ayudarla cuanto podía, recordando que mi amor era simplemente el reflejo del amor de Dios. Pero la situación no cambió, y, cierto día, fue muy dura y cortante conmigo en presencia de otros profesores. Estos se quedaron tan indignados cuando se retiró, que me di cuenta de que esta situación debía sanarse y la paz tenía que restablecerse.

Cuando regresé a casa esa tarde, y reflexioné sobre lo que había sucedido, oré para oír con claridad el mensaje del Cristo que traería la curación. Recurrí al Manual de La Iglesia Madre por la Sra. Eddy. Al tomarlo, se abrió en la página 40, y mis ojos se detuvieron en unas pocas palabras que parecían sobresalir del texto con letras enormes: “Sólo el Amor divino gobierna al hombre”. Estas palabras están incluidas en ese maravilloso párrafo titulado “Una Regla para móviles y actos" que, por cierto, indica el modo de permanecer en paz.

La frase completa de la cual extraje ese mensaje dice así: “En la Ciencia, sólo el Amor divino gobierna al hombre, y el Científico Cristiano refleja la dulce amenidad del Amor al reprender el pecado, al expresar verdadera confraternidad, caridad y perdón”. Man., Art. VIII, Sec. 1. Pero, en ese momento, el impacto que me produjeron aquellas siete palabras fue tan grande que no leí nada más. Sabía que eso era todo lo que necesitaba. Había estado pensando que tendría que pasar toda la noche trabajando y orando para comprender el camino de la curación y la paz. Pero de pronto vi un hecho muy claro: sólo el Amor divino gobierna a cada individuo; y ésa era la respuesta. El poder de esa declaración me dio una profunda paz, y me sentí gozosa y descansada. El mensaje del Cristo sanador inundó mi consciencia con el hecho espiritual de la eterna presencia del Amor divino y su poder que lo incluye todo.

A la mañana siguiente, en el preciso momento en que yo llegaba a la facultad, llegaba también la subdirectora. Vino directamente hacia mí y me dijo: "Buenos días. Me alegro de verla. Deseaba disculparme por el modo en que le hablé ayer. No sé qué me sucedió". Desde ese momento, nuestra relación fue armoniosa, y fuimos excelentes amigas.

Una experiencia como ésta es alentadora. Demuestra que Dios expresa Sus cualidades en nosotros porque somos el hombre de Su creación, y cuando confiamos en El y Le obedecemos, nuestras relaciones quedan bajo Su control. El gobierno benéfico y omnipotente del Amor divino mantiene la paz, y elimina el temor y la discordia. La seguridad que adquirimos al aprender estas lecciones nos equipa para ayudar a probar estos hechos espirituales en procura de la paz de la humanidad. Sin duda, cuando el gobierno del Amor sea universalmente aceptado y reconocido como el único poder, la paz y la armonía permanentes serán un hecho universal.

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