Juanita se paró delante del tablero de anuncios para mirar cada muestra de escritura. Tampoco esta vez su trabajo figuraba allí. Hacía tres meses que habían comenzado a escribir en letras de imprenta. Aunque ella pensaba que hacía bien sus trabajos, la maestra nunca los había expuesto en el tablero. Algo no andaba bien.
Juanita siempre recurría a Dios cuando estaba preocupada. Lo que más le gustaba hacer durante la semana era concurrir a la Escuela Dominical de la iglesia de la Ciencia Cristiana. Allí, la maestra les hablaba sobre cómo orar. La oración es saber que Dios es bueno, en todo momento. Dios siempre ha sido primero, antes de cualquier otra cosa; así que lo creó todo a Su manera. Y, como El es el bien y nada más que el bien, hizo que todo lo que creó también fuera bueno.
Juanita sabía que todo esto quería decir que Dios posee todo el poder para mantener todo bien. Como hija de Dios, ella era semejante a El, también, muy buena. Muchas veces, cuando se había lastimado, ella había sanado con la oración, sabiendo que Dios cuidaba bien de ella.
Pero este problema sobre las letras de imprenta parecía diferente. Así que Juanita juntó coraje y preguntó a la maestra qué estaba mal en su forma de escribir. Si bien la maestra fue muy amable, en realidad, no contestó su pregunta. Ni siquiera su mamá ni su papá dijeron gran cosa al respecto. Pero su papá le propuso una solución que a Juanita le gustó. Le dijo que debía confiar más en Dios; de esta forma vería más claramente el bien allí mismo donde ella estaba. Juanita se quedó pensando en eso.
Una día, cuando estaba en la escuela, la pusieron en el grupo que leía con mayor lentitud. Era muy divertido leer el relato, pero algunos de sus compañeros cometían errores muy tontos. Juanita quería que todos leyeran rápido para poder saber qué ocurría luego. Se puso cada vez más impaciente. ¿Por qué no ponían más empeño? ¡Algunos, no podían reconocer una nueva palabra ni siquiera dos frases después de haberla leído!
Entonces, Juanita tuvo un pensamiento totalmente nuevo. En la Escuela Dominical, la maestra les hablaba a menudo sobre lo necesario que era amar a todos. Cada niño, cada adulto — en realidad, toda la gente — es el reflejo de Dios. Puesto que Dios es totalmente perfecto, Su reflejo también tiene que ser perfecto. Juanita comprendía esto. Significaba que todos eran buenos, porque Dios lo es.
Así que ella pensó: “Dios ama a todos en este grupo, no solamente a mí. El conoce la verdadera naturaleza de cada uno de nosotros, porque el hombre lo refleja a El. Por lo tanto, El ve que cada uno es bueno. ¡Eso es lo que significa orar!”
Juanita estaba sorprendida de ver a sus compañeros de clase de esta nueva manera. Le gustó porque lo había pensado por sí misma. “Entonces, quiero amarlos del mismo modo que Dios los ama”, pensó. “Si me enojo con ellos, no es mucho lo que los amo”.
Cuando llegó su turno para leer, ella también cometió un par de errores. “Oh, también tengo que amarme a mí misma, como Dios me ama”, pensó.
Después de eso, cuando sus compañeros se equivocaban, Juanita esperaba tranquila, y sin hacer comentarios, a que ellos se dieran cuenta de ello y se corrigieran. Estaba segura de que Dios les hablaría con mucho amor, y así, ellos sabrían cómo hacer para leer mejor. Realmente puso en práctica el ser paciente con los que no leían bien.
Juanita había aprendido el Padre Nuestro en la Escuela Dominical. En esta oración, Cristo Jesús dice: “Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”. Mateo 6:12. La Sra. Eddy da un enfoque especial a esta petición. Ella dice: “Y el Amor se refleja en amor”. Ciencia y Salud, pág. 17. Juanita aprendió que podía amar a los demás con el perdón, reflejando así el amor del amor de Dios.
Algunas semanas más tarde, volvió a mirar el tablero de anuncios. Su trabajo aparecía en la segunda fila. Se sintió muy feliz de que su trabajo estuviera bien. Sabía que algo importante había cambiado por la forma en que actuaban su maestra y sus padres. Ya no sentía que le ocultaban un secreto malo. También, la escuela le resultó más fácil.
Mucho tiempo después, Juanita descubrió qué buena curación había tenido. Había padecido de un problema de aprendizaje que le hacía ver al revés. Al escribir las letras, hacía lo que se denomina “escritura de espejo”. ¡Todas las palabras las escribía de atrás hacia adelante!
Pero, ahora Juanita escribía las correctamente. La nueva forma de ver a sus compañeros — de la manera buena en que Dios los ve — le debe de haber ayudado a ver todas las cosas mejor. Sabía que sus padres también deben de haber orado correctamente.
Esto le recordó a Juanita uno de sus versículos preferidos de la Biblia: “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia”. Prov. 3:5. Tuvo la sensación de que Dios siempre mostraba Su amor donde más se necesitaba. Su amor nos llega en forma directa cada vez que realmente deseamos ser buenos. Entonces, vemos el bien en todas partes.
Nota a los padres:
La maestra de Juanita hablaba a menudo con sus padres acerca del problema de la niña. Fue la maestra quien sugirió que no se le dijera que escribía al revés, para no perturbarla. La maestra demostró un interés especial en el caso.
Pero fueron los padres de Juanita quienes oraron diligentemente por ella como se hace en la Ciencia Cristiana. Su padre era químico y se dedicaba a la investigación. A menudo, hacía descubrimientos en su trabajo. El sabía que cuando aplicaba la Ciencia de Cristo podía esperar que funcionara con tanta exactitud como ocurría con la química, y el resultado era la curación.
Lo que los sentidos físicos nos informan, parece esconder lo que es perfecto, pero la perfección es el hecho que aparecerá como la única realidad en la medida en que nos volvamos conscientes del hombre como la idea espiritual de Dios. Así es como Dios ve al hombre, creado de Su propia sustancia, el Espíritu, para ser como El. Dios es Mente, y es la única consciencia real. El hombre expresa lo que la Mente sabe, actúa como la Mente indica.
Lo que tenía Juanita era una confusión al ver las cosas, una desviación de la forma normal de percibir visualmente las cosas. Era necesario que percibiera claramente su ser espiritual, la expresión normal de la Mente divina. En todo nuestro amoroso cuidado de los niños y en nuestro deseo de verlos crecer felices, es muy útil recordar que la actitud de los padres es muy importante en la formación de la experiencia de los niños, y cuando los padres son de mentalidad espiritual y están inspirados por Dios, su influencia beneficia el desarrollo moral y espiritual del niño.
Una nota de la tía de Juanita:
“Cuando Juanita estaba en primer grado, yo vivía en la casa de su mamá (mi hermana) y su papá, para aliviar los gastos de mis estudios para ser maestra. Esto me ubicó en medio del episodio de la “escritura de espejo”. La maestra de primer grado, que estaba preocupada por el problema, sugirió en una de las reuniones con los padres, que la familia no hiciera mención alguna ni le llamara la atención sobre esto, pues podría hacer que Juanita se sintiese inferior.
“Una noche, su papá me llevó aparte y sostuvo ante el espejo uno de los trabajos que ella había escrito, en donde pude leer con facilidad (en el espejo) lo que Juanita había escrito. En otra oportunidad, su hermano menor llegó a casa mostrando con orgullo el trabajo que él había escrito y que había estado colocado en el tablero de anuncios. Recuerdo con cuánto tacto los padres de Juanita encararon este hecho.
“Puesto que estaba terminando mis estudios para maestra de escuela primaria, aprendí mucho de esta curación”.
Las experiencias de curaciones en los artículos del Heraldo se verifican cuidadosamente, incluso en los artículos escritos por niños o para niños.