Supimos acerca de la Ciencia Cristiana durante la depresión económica de los años 30, cuando una vecina, que había visto nuestra gran necesidad, nos invitó a mi esposo y a mí a asistir a una conferencia sobre Ciencia Cristiana. Esto sucedió unos dos meses antes del nacimiento de nuestro segundo hijo, y teníamos toda clase de problemas: enfermedad, escasez, desempleo y desdicha. No recuerdo mucho sobre la conferencia, pero recuerdo el amor expresado esa noche. Sin embargo, transcurrieron varios años antes de que comenzáramos a estudiar Ciencia Cristiana seriamente, y a ponerla en práctica.
Unos tres meses después de haber asistido a la conferencia, mi esposo, que en ese momento estaba empleado como piloto, estaba tratando de arrancar con la manivela un aeroplano de modelo anticuado, cuando uno de los alumnos que operaba los controles interpretó mal unas señales y, como resultado, la mano derecha de mi esposo quedó mutilada. Por algún tiempo, los médicos pensaron que era necesario amputarle la mano, pero mi esposo no aceptó este veredicto.
Cuando nuestra vecina Científica Cristiana supo del accidente, le preguntó a mi esposo si estaría dispuesto a hablar con un practicista de la Ciencia Cristiana para que le diera tratamiento mediante la oración. Ninguno de los dos sabíamos bastante sobre Ciencia Cristiana como para estar dispuestos a depender de ella, pero como nuestra vecina había sido tan amable con nosotros mi esposo aceptó una cita con un practicista. Desde el momento del accidente, ocurrido tres semanas antes, mi esposo sufría de un constante dolor y no podía conciliar el sueño en la noche. Cuando el practicista oró por mi esposo, con el consentimiento de éste, casi instantáneamente comenzó a sentir alivio. Los médicos que simplemente limpiaban y vendaban la mano regularmente, se dieron cuenta de la mejoría repentina. El envenenamiento de la sangre había desaparecido y ya no se habló más de amputarle la mano. Los huesos, que los médicos habían pensado que sería necesario romper para ajustarlos de nuevo porque no estaban soldando como debían, sanaron sin ninguna complicación.
Aun cuando llevó algún tiempo antes que la curación fuera completa, la mano fue restaurada completamente. Mi esposo tenía perfecto uso de ella, y sólo le quedó una línea descolorida en donde la hélice lo había golpeado. Le encantaba mostrar cómo podía usar la mano libremente, y muchas veces dio en la iglesia su testimono sobre esta maravillosa curación. Como prueba de su recuperación total, no tuvo ningún problema al pasar severos exámenes físicos con el fin de servir como instructor de vuelo en el ejército durante la Segunda Guerra Mundial.
Fueron necesarias más curaciones de varios miembros de la familia antes de que estuviéramos completamente dispuestos a confiar totalmente en la Ciencia Cristiana. Otras curaciones de esa época incluyeron un caso grave de neumonía. Después que el médico nos había dicho que la condición de nuestra hija era seria, fue sanada en una noche. (Todavía éramos novatos en la Ciencia, y el temor nos había hecho llamar al médico. Después que él se fue, decidimos buscar la ayuda de un practicista por medio de la oración. A la niña no se le administró ningún remedio.) En ese momento, estábamos viviendo en casa de unos familiares quienes insistieron en que llamáramos a una enfermera, pero la enfermera pasaba todo su tiempo tratando de mantener en silencio a nuestro inquieto niñito de dos años. Los síntomas de la neumonía desaparecieron muy pronto.
Nuestro hijo menor sanó de una grave hernia cuando tenía diez meses. Habíamos consultado a muchos médicos quienes nos dijeron que el niño no podía ser operado antes de que cumpliera diez y ocho meses, y que no había muchas esperanzas de que sobreviviera hasta entonces. Cuando abandonamos nuestros esfuerzos en busca de ayuda médica, sanó completamente por medio de la oración de un practicista.
Curaciones tales como ésas nos ayudaron a confiar totalmente en Dios y en la Ciencia Cristiana.
A través de los años, nuestros niños fueron protegidos de las llamadas enfermedades infantiles. Las enfermedades que tuvieron fueron sanadas rápidamente. Por medio de la oración se solucionaron otros problemas como el de obtener empleo y conseguir casa cuando aparentemente era difícil encontrarla. Muchas veces fuimos guiados por caminos insospechados al lugar apropiado, en el momento apropiado, de tal manera que tenía que ser el resultado de la dirección divina.
En varias ocasiones, pude encontrar trabajo aun antes que la necesidad fuera aparente; así, cuando la necesidad se presentó, yo estaba ya preparada. Estoy muy agradecida porque después de dejar un empleo, debido a que el trabajo de mi esposo exigía que nos cambiáramos de lugar, pude aceptar otro tipo de trabajo muy bien remunerado y apropiado por quince años, el cual satisfizo una necesidad específica.
Después del fallecimiento de mi esposo hace unos pocos años, hice un viaje sola en automóvil (de unos ocho mil kilómetros) para ir a visitar a mis hijos. Me sentí bellamente protegida y gocé de una maravillosa vacación. Resolví entonces mudarme cerca de mis hijos, y de nuevo encontré un lugar apropiado para vivir y un trabajo independiente y satisfactorio.
Deseo expresar el más ferviente agradecimiento por todo lo que el descubrimiento de Mary Baker Eddy, la Ciencia Cristiana, ha hecho y continúa haciendo por mí, los míos y toda la humanidad. También estoy agradecida por los practicistas de la Ciencia Cristiana que siempre están dispuestos a ayudar cuando se los necesita.
Santa María, California, E.U.A.