La Ciencia Cristiana significa tanto para mí, pues, tiempo atrás, cuando recurría frecuentemente a la medicina, no sabía lo que era sentirme bien.
Durante diez años tuve ataques de sinusitis. Después de haber tomado distintos medicamentos y haber usado gotas nasales e inhalaciones, un especialista conocido diagnosticó que este problema era crónico. Me dijo que tendría que vivir con esta condición debido a una deformación del hueso de la nariz. También me dijo que era muy alérgica al polvo. (Cuando enseñaba en la universidad, tenía que cubrir la tiza con papel ya que, de otra forma, inmediatamente comenzaba a estornudar.)
Durante siete años, también tuve enormes problemas con los riñones. Me sometí a varias clases de tratamientos médicos, vi especialistas, me tomaron muchas radiografías y tuve una operación menor. Finalmente, me dijeron que también tendría que vivir con este problema, ya que era hereditario. (Mi abuela había tenido esta enfermedad.) Y, como si estos problemas fueran pocos, en 1975 me dijeron que tenía tuberculosis. Estuve bajo tratamiento médico por un tiempo, pero, cuando volví a Bombay (había estado antes en Madrás), tenía tanto miedo que no quería ni acercarme a un médico. Esta enfermedad y las otras se cernían sobre mí como dragones amenazantes. Poco sabía yo entonces que había algo mucho más grande que todos ellos: la Ciencia Cristiana. A fines de 1978, me enteré de esta enseñanza cuando leí un ejemplar del Christian Science Sentinel que un amigo compartió conmigo.
En febrero de 1979, después de haber estado sin trabajo cerca de un año, conseguí un trabajo temporario al aplicar lo poco que comprendía de la Ciencia Cristiana. Todavía era una estudiante muy nueva, pero estaba muy agradecida.
Un día en el trabajo, tenía problemas con la garganta y no podía hablar. Tenía que escribir lo que quería decir. Mis amigas me sugerían que tomara “algo”, alguna medicina. Pero la tendencia a hacer esto ya había desaparecido muy naturalmente, después de haber concurrido a mi primera reunión de testimonios de una filial de la Iglesia de Cristo, Científico. De modo que no sentía la necesidad de recurrir a ello. Sin embargo, durante algunas horas, bebí tazas de sopa y té caliente, con la esperanza de que me ayudarían. Pero la condición siguió igual.
Finalmente, me sentí guiada a visitar una Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana. Allí, comencé a leer el capítulo “La oración”, en Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. Cuando llegué a la página 14, no pude seguir más allá de estas líneas en el segundo párrafo: “Estad conscientes por un solo momento de que la Vida y la inteligencia son puramente espirituales — que no están en la materia ni proceden de ella — y el cuerpo no proferirá entonces ninguna queja. Si estáis sufriendo a causa de una creencia en la enfermedad, os encontraréis bien repentinamente”.
No podía creer lo que estaba leyendo. ¿Estaba sufriendo a causa de una mera creencia? Esta era una nueva forma de pensar, ¡y me gustaba! Leí estas líneas una y otra vez, tratando de comprender todo el mensaje.
Cuando mi hora de almuerzo terminó, puse de lado el libro (aunque no los pensamientos) y caminé de vuelta al trabajo, tarareando una canción. ¡Qué hermosa sorpresa recibí cuando llegué a mi oficina! Alguien me hizo una pregunta, y respondí clara y normalmente. ¡Qué bien me sentí; mi primera curación por medio de la lectura de Ciencia y Salud ! No tuve más problemas con la garganta.
Pero la grandeza del amor y de la presencia de Dios se reveló aún más después de esta curación cuando recibí una bonificación en mi trabajo. En esos días, me ofrecieron un trabajo permanente, pero era necesario que me hiciera un examen médico, y podría llegar a ser una empleada permanente sólo si era declarada físicamente apta. Para mi gran sorpresa y alegría, fui declarada físicamente apta. Aunque le informé al médico sobre las condiciones previamente mencionadas cuando me preguntó, no las volvimos a mencionar ni el médico ni yo. Desde entonces, he tenido buena salud.
Todas las curaciones mencionadas sucedieron en 1979 mediante la sola lectura de Ciencia y Salud, y han sido muy útiles para mi comprensión y demostración de la Ciencia Cristiana. En verdad, al comprender en “un sólo momento” mi verdadera identidad como hija de Dios — pura, perfecta, amada y apreciada — muchas creencias falsas fueron eliminadas, y quedó limpio el espejo a través del cual me vi como soy, el reflejo de Dios, el bien.
Estoy profundamente agradecida por esta hermosa y práctica Ciencia, que me ha traído tantas bendiciones. ¿Cómo podría dejar de cantar alabanzas? Dios mío, ¡qué grande eres!
Bombay, India