Para muchos, puede ser difícil aceptar la curación espiritual, quizás hasta pensar en ella, tan acostumbrados están a curarse por medios materiales. Pero muchos anhelan que el Ser Supremo a quien llamamos Dios devuelva la salud a sus familiares y amigos que necesitan ser sanados o a ellos mismos.
Está atento a la voz de mi clamor, Rey mío y Dios mío, porque a ti oraré.
Salmo 5:2
A veces cuando nos quedamos tranquilos, es decir, nos sentimos interiormente en paz, obtenemos la seguridad y la convicción de que Dios está cerca y que oye nuestra oración.
La curación en la Ciencia Cristiana requiere esta apacible convicción espiritual. Esta curación no se lleva a cabo por medio de medicamentos materiales o mediante una operación quirúrgica. Es un proceso muy sencillo, que se produce con la misma sencillez con que Cristo Jesús curaba.
Estad quietos, y conoced que yo soy Dios.
Salmo 46:10
La curación es simplemente despertar al hecho de que, puesto que Dios, el Espíritu, es todo el bien y llena todo el espacio, no queda lugar para la supuesta oposición al Espíritu, o sea, la materia con su pecado, enfermedad y muerte.
Yo, yo Jehová, y fuera de mí no hay quien salve.
Isa. 43:11
Hablando de nuestro Mostrador del camino, Cristo Jesús, Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), escribe en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: “El Cristo, la Verdad, fue demostrado por medio de Jesús para probar el poder del Espíritu sobre la carne — para mostrar que la Verdad se manifiesta en sus efectos sobre la mente y el cuerpo humanos, sanando a la enfermedad y destruyendo al pecado”. Ciencia y Salud, pág. 316. En otra parte dice: “Fue la consumada naturalidad de la Verdad en la mente de Jesús lo que hizo fácil e instantáneo su trabajo de curación”. Escritos Misceláneos, pág. 200.
Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová.
Isa. 55:8
Todas las enseñanzas de la Ciencia Cristiana reciben su autoridad de la Biblia, y, por lo tanto, son una base segura para la curación espiritual. De estas enseñanzas aprendemos que los métodos y medios de que se vale Dios para la curación no son como los métodos y medios mortales de curación. No son materiales sino enteramente espirituales.
La Ciencia Cristiana me sanó. Desde muy pequeña tuve una deficiencia cardíaca que a veces me impedía ir a la escuela, pues tenía que quedarme en cama, y mi actividad normal siempre estaba limitada. A pesar de esto pude superar esos años, me casé y tuve un hijo; pero seguía con el problema, el cual se iba empeorando. (Había abrigado la esperanza de que mi matrimonio sería un factor decisivo para restablecer mi salud.) A los cuatro años de casada con mi primer esposo, nos mudamos a una ciudad en otro estado, cerca de su familia, y durante el año siguiente estuve enferma la mayor parte del tiempo. No podía caminar más de media cuadra sin sentirme exhausta.
Yo buscaré la perdida, y haré volver al redil la descarriada,vendaré la perniquebrada, y fortaleceré la débil.
Ezeq. 34:16
La última vez que consulté a mi médico, me preguntó amablemente qué esperaba yo que él hiciera por mí. Le respondí que todo lo que yo quería era estar bien y poder hacer las cosas que hacían las personas normales. Me dijo: “Lo siento, pero yo no soy Dios”. Luego me dio una receta; y regresé a casa.
Antes que clamen, responderé yo...
Isa. 65:24
No estaba contenta con la religión en la cual me habían criado; y como creía que pronto me iba a morir, comencé a escuchar todos los programas religiosos que podía encontrar en la radio para que me ayudaran a enfrentar ese momento. Un domingo por la tarde me había quedado dormida, cuando me despertó la viva voz de un ministro que predicaba por la radio: “¡Despiértate! ‘Despiértate, tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo’ ”. Efes. 5:14. Eso realmente me sorprendió; era ¡como si me estuviera hablando directamente a mí! Me senté en la cama y oré sinceramente para ser sanada.
Un día durante la misma semana decidí arriesgarme a caminar hasta el vestíbulo de nuestro edificio de departamentos para ver si había correspondencia. Mi pequeño hijo y yo caminamos lentamente hasta el vestíbulo, pero no había ninguna carta. Miré sobre la mesa para ver si había alguna revista, pero no había ninguna dirigida a nosotros. Fue entonces que vi una revista con un sello que decía “Ejemplar gratis”, y lo tomé. Era un Christian Science Sentinel. Cuando me sentía con fuerzas lo leía durante un rato, luego lo volvía a poner en el cajón y más tarde leía otro poco. Unos días después llegué a la sección del Sentinel en que se relataban casos de personas que habían sido sanadas mediante el estudio de Ciencia Cristiana. Esa idea me atrajo, y sentí que lo que había leído acerca de que Dios podía sanar ¡era lo que yo había buscado desde hacía mucho, mucho tiempo!
Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia.
Jer. 31:3
Al día siguiente mi hijo y yo bajamos hasta el vestíbulo y llamé por teléfono a una Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana que había encontrado en el directorio telefónico. Pregunté por un practicista para que orara por mí antes de morirme. La bibliotecaria de la Sala de Lectura me dio el nombre de dos o tres practicistas de la Ciencia Cristiana, y decidí llamar a la que vivía más cerca de mi casa, pues sentía que pronto me iba a morir.
Decid a los de corazón apocado: Esforzaos, no temáis...
Isa. 35:4
Nunca olvidaré las palabras de consuelo de la practicista: “¡Por supuesto que usted no se va a morir! ¡Dios la ama y la está cuidando en todo momento!” Bueno, no me morí, y a partir de ese momento, la practicista trabajó y oró conmigo a diario. Me dijo que podía confiar en que Dios me ayudaría en todas mis necesidades, y me explicó cómo debía estudiar la Lección Bíblica semanal del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana. Dejé de tomar medicamentos, y mi hijo y yo nos apoyamos por completo en Dios para toda circunstancia. Empezamos a asistir a los cultos religiosos en una filial de la Iglesia de Cristo, Científico, y lo registré en la Escuela Dominical. Alguien me dio una grabación de “El Sermón del Monte”, y la escuchaba durante horas mientras estaba acostada.
Paso a paso comenzó a abrirse el camino. Nos mudamos a los suburbios para que mi hijo tuviera un jardín donde jugar. Al poco tiempo los padres de mi esposo sugirieron que mi hijo y yo fuéramos a vivir con ellos para poder ayudarnos. (Fue entonces que me enteré que eran Científicos Cristianos.) Debido al trabajo de mi esposo, él no podía mudarse con nosotros pero venía a visitarnos los fines de semana.
Hijo mío, no te olvides de mi ley, y tu corazón guarde mis mandamientos; porque largura de días y años de vida y paz te aumentarán.
Prov. 3:1, 2
Después de mudarnos, yo aún estaba en cama la mayor parte del tiempo. Con el amor y el aliento de mi familia, pude finalmente conseguir un trabajo de media jornada y luego uno de jornada completa. El problema, sin embargo, aún subsistía. Un día, durante mi descanso para almorzar tuve un ataque mucho más agudo que los anteriores. Como estaba en una nueva ciudad, llamé a una practicista de la Ciencia Cristiana en esa localidad. Ella me dijo que Dios estaba conmigo, que Dios era mi Vida misma, y que todo estaba bien.
Volví a mi trabajo. Lo que más me impresionó fue que la practicista me había dicho que todo estaba bien, ¡precisamente cuando el sentido material estaba diciendo justamente lo contrario!
No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré...
Isa. 41:10
Sabía en mi interior que mi ayuda sólo podía provenir de Dios, que Dios era mi substancia misma, pues yo era Su imagen, Su semejanza. Oré en silencio: “No hay nada que temer aquí, pues Dios, el Amor divino, llena este mismo espacio, El mantiene a todos Sus hijos perfectos. El sufrimiento es desconocido en el universo infinito de Dios; no hay un corazón enfermo, no existe nada desemejante al bien, desemejante a la perfección, pues Dios hizo todas las cosas y vio que todo lo que había hecho era muy bueno”. Los pensamientos de muerte y enfermedad desaparecieron; ya no creía más en ellos.
Recordé parte de una declaración del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud, donde dice que el hombre está “ ‘escondido con Cristo en Dios’, — con la Verdad en el Amor divino... ” Ciencia y Salud, pág. 325. La cita completa dice: “En Colosenses (3:4) Pablo escribe: ‘Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria’. Cuando el ser espiritual se comprenda en toda su perfección, continuidad y poder, entonces se verá que el hombre es imagen de Dios. El significado absoluto de las palabras apostólicas es este: Entonces se verá que el hombre, a Su semejanza, es perfecto como el Padre, indestructible en la Vida, y que está ‘escondido con Cristo en Dios’ — con la Verdad en el Amor divino, donde el sentido humano no ha visto al hombre”. También me aferré al hecho de que todas las cosas son posibles para Dios, que no hay problema que El no pueda solucionar por grande que parezca. Sabía que como El tiene completo dominio sobre toda la tierra, yo podía tener completo dominio sobre todas las creencias terrenales. Sentí la presencia de Dios muy cerca de mí y me invadió un sentimiento de ser amada y de estar bajo el cuidado del Padre. Me sentí en paz. El dolor y los otros síntomas habían desaparecido. El problema no se ha repetido, ¡y hace de eso veinticinco años!
Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos.
Hechos 17:28
Por fin pude sobreponerme a esos grandes temores y confiar en Dios para mi bienestar. Esta confianza radical en Dios y en la actividad de Su Cristo, fue lo que me salvó.
¿De dónde vino esta confianza que me permitió entregar sin temor alguno mi vida misma a Dios? Provenía de la comprensión — aunque pequeña — que había obtenido mediante el estudio de la Biblia y de Ciencia y Salud. Y fue una respuesta a la oración de la practicista el que yo pudiera comprender que no había nada que temer.
No temáis, manada pequeña porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino.
Lucas 12:32
Dios es imparcial; El ama a todos de la misma manera. Sus bendiciones son muchas y están siempre a nuestra disposición; están aguardando que cambiemos nuestra creencia de que vivimos en la materia y que comprendamos el hecho de que vivimos ahora mismo en el Espíritu. Y tal como lo hizo Cristo Jesús, deberíamos permitir que “la consumada naturalidad de la Verdad” tome la delantera en los asuntos de nuestra vida cotidiana.
Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.
Juan 8:32