Tal vez no sea algo tan falto de realidad estimar que miles de personas, tal vez millones, oran diariamente: “Venga tu reino”. Mateo 6:10. Pero, ¿cuántos realmente esperan el cumplimiento inminente de aquello por lo que oran?
¿Cuándo Vendrá el reino de Dios?
Por empezar, el reino de Dios — o, como también se hace referencia en la Biblia, el reino de los cielos — no es una monarquía política que puede venir y desaparecer, surgir y caer. El reino de Dios es eterno, siempre está presente. Ver Mateo 6:13. Puesto que la Deidad es infinita, y, por tanto, no tiene opuesto verdadero, Dios, incluso Su reino, jamás es nada menos que Todo-en-todo.
Tal vez una de las razones por las cuales las personas no estén plenamente conscientes de la presencia del reino de Dios sea que El no gobierna al hombre como los gobiernos humanos gobiernan a la gente. El hombre de Dios, creado espiritualmente a Su semejanza, es mucho más que el objeto pasivo del gobierno de Dios. Al reflejar y expresar al Principio divino, el hombre mora en el cielo, en absoluta armonía. Podemos despertar espiritualmente para expresar esta identidad verdadera; podemos dejar que Dios reine en nuestra vida. Estaremos conscientes del reino de Dios y de su gobierno perfecto — su ley o Ciencia — cuando la voluntad humana sea silenciada y cuando, aun por un solo momento, permitamos que Dios nos gobierne total y completamente.
El reino de Dios es revelado cuando se comprende y obedece la ley divina o Ciencia. Dios envió a Su Hijo, Cristo Jesús, para que ejemplificara y estableciera tal comprensión y obediencia. Cuando Jesús empezó su ministerio público, declaró: “El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio”. Marcos 1:15. De acuerdo con un diccionario de la Biblia, “muchos eruditos prefieren la traducción ‘ha venido’ por ‘se ha acercado’ del idioma griego... en este pasaje, y así lo incluyen entre los dichos en que Jesús habla del reino como ya presente”. The Interpreter’s Dictionary of the Bible (Nashville, Tennessee: Abingdon Press, 1962), III, 20.
La obra sanadora de Jesús demostró que el reino de Dios por cierto ha venido. De hecho, el Maestro dijo: “Mas si por el dedo de Dios echo yo fuera los demonios, ciertamente el reino de Dios ha llegado a vosotros”. Lucas 11:20.
Aun cuando Jesús probó plenamente la demostrable presencia del cielo en la tierra, no obstante, él enseñó firmemente que veríamos el reino de Dios plenamente sólo a medida que demostráramos en nuestra vida la supremacía del Espíritu sobre la materia. En dos parábolas consecutivas, él comparó el reino del cielo, primero, con el “grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su campo; el cual... cuando ha crecido... se hace árbol”, y segundo, a la levadura que colocó una mujer en la “harina, hasta que todo fue leudado”. Mateo 13:31–33.
Debido a que la siembra de la semilla y la colocación de la levadura claramente representan las obras del ministerio de Jesús, puede deducirse que el Maestro comprendió que el reino de Dios ya se había manifestado, por lo menos en cierto grado, sobre la tierra. Aun cuando la realización plena del cielo pueda parecer remota, el proceso de crecimiento y cambio necesarios para este cumplimiento ya está en movimiento. Evidentemente, la plenitud aparecerá a medida que el crecimiento de la semilla y el leudamiento del pan aparezcan, planta por planta y hogaza por hogaza. Como Jesús mismo prometió: “Hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que hayan visto el reino de Dios venido con poder”. Marcos 9:1.
La yuxtaposición de las parábolas de la semilla y la levadura tal vez nos ayude a ver que el reino de Dios aparecerá cada vez más sobre la tierra a medida que el leudamiento gradual o cambio de la consciencia humana prosiga individualmente. Siglos después que Jesús dijo estas parábolas, la Sra. Eddy escribió en Ciencia y Salud: “Los siglos pasan, pero esa levadura de la Verdad siempre está operando. Tiene que destruir la masa entera del error y ser así eternamente glorificada en la libertad espiritual del hombre”. Ciencia y Salud, pág. 118.
El familiarizarse con todo el crecimiento y leudamiento pasados y presentes, que se evidencian en las obras sanadoras cristianamente científicas, da fuerza a nuestra esperanza por un cumplimiento siempre vivificante del reino de Dios sobre la tierra. Nos inspira a orar: “Venga Tu reino” con la devota expectación de la interpretación espiritual que se encuentra en Ciencia y Salud: “Tu reino ha venido; Tú estás siempre presente”. Ibid., pág. 16. Mediante el estudio y la práctica de la Ciencia del Cristo, las sagradas verdad y ley enseñadas y demostradas por Jesús, plantamos diariamente más “semilla” para que crezca, y colocamos más “levadura” para que opere en nuestra vida. Los efectos sanadores y redentores que resultan de ello confirman la autoridad espiritual de la Ciencia Cristiana.
Pero, en vista de los esfuerzos de todos los cristianos, ¿por qué no es inmediato y sensacional el pleno aparecimiento del cielo? Tal vez necesitemos ver más allá del testimonio físico, que quisiera hacer parecer lenta a la semilla y perezosa a la levadura, para examinar más profundamente las enseñanzas del Maestro respecto al reino de Dios. Una vez plantada la irreprimible semilla de la verdad y colocada la vigorosa levadura de la ley, empiezan a operar de inmediato y con seguridad, aun cuando las señales exteriores no lo revelen prontamente. En la “tierra” de corazones honrados y en la “harina” de la consciencia receptiva, la semilla y la levadura están operando. Ciencia y Salud explica la parte que nos corresponde hacer. Exhorta: “Dejemos que el altruísmo, la bondad, la misericordia, la justicia, la salud, la santidad, el amor — el reino de los cielos — reinen en nosotros, y el pecado, la enfermedad y la muerte disminuirán hasta que finalmente desaparezcan”. Ibid., pág. 248.
Jesús confió en que el Principio divino de la obra de su vida continuaría el crecimiento y leudamiento iniciados por su ministerio, incluso después de su ascensión. Y así fue. No obstante, los efectos de nuestro trabajo, por modestos que sean en comparación, también llegarán a la madurez completa. La misma oración que abre nuestros ojos a las posibilidades del cielo, aquí y ahora, mira hacia la plenitud eterna de todo el cielo que existe, y nos lleva hacia esa realización. Y a todo lo largo del camino, las señales sanadoras nos aseguran que el cielo no está lejano, sino cerca. Dios está a cargo de la salvación, y así la armonía aparece tan prontamente como estemos preparados para recibirla y seamos receptivos a ella.