La Ciencia Cristiana muestra que, debido a que cada historia bíblica presenta la Palabra de Dios en acción, cada una de ellas tiene una continua aplicación que va más allá y está por encima de su marco histórico original. La Mente divina, Dios, es el intérprete, en la medida en que los diversos versículos bíblicos hablan a los diferentes estados del pensamiento humano, siendo algunos de dichos estados más iluminados que otros. Y la atracción que tienen estos versículos no está más limitada a una época determinada de lo que el arte está a un determinado siglo. Por lo tanto, todo individuo puede descubrir en cualquier época que su estado de consciencia está representado en alguna parte de la Biblia.
Aquel que es un estudiante alerta de la Biblia, se esfuerza por encontrar, por medio de la oración y de una forma inspiradora e instructiva, el significado que tiene este libro. Su mensaje es una lámpara a nuestros pies, Ver Salmo 119:105. iluminando la consciencia y previniéndonos contra posibles caídas en el camino del desarrollo espiritual. Si bien los textos bíblicos no han cambiado a través de los siglos, la riqueza y profundidad que poseen al ser aplicados a las necesidades de la humanidad siempre pueden ser demostradas en renovadas formas. Puesto que a cada instante expresamos — por lo menos en cierto grado — un nuevo estado de pensamiento, podemos ver un versículo de una manera más renovada y profunda prácticamente cada vez que lo consideramos.
Por ejemplo, en Segundo de los Reyes leemos que Eliseo el profeta volvió a Gilgal cuando había gran hambre en la tierra. Este pidió a su criado que preparase un potaje para sus estudiantes, y uno de ellos recogió unas calabazas silvestres sin saber que eran venenosas. Las echó en la olla, y cuando los hombres las comieron cayeron enfermos, y recurrieron a Eliseo. El profeta hizo algo de gran significado. Con calma ante el temor de morir que abrigaban sus estudiantes, pidió harina y la esparció en la olla. El aparente efecto venenoso del potaje desapareció, “y no hubo más mal en la olla”. 2 Reyes 4:41.
De manera que, ¿cuáles son algunas de las aplicaciones prácticas e inspiradoras que esta historia puede tener hoy para nosotros? Al leer el versículo inicial vemos que “había una grande hambre en la tierra”. 2 Reyes 4:38. En la Biblia hay muchas referencias sobre el término tierra, y a menudo podemos comprenderlo mejor cuando obtenemos su significado figurativo al interpretarlo como consciencia humana. ¿Abrigamos en nuestra consciencia sugestiones de carencia o hambre? Tal hambre puede que incluya falta de alegría y satisfacción, o falta de paz, manifestadas en preocupaciones, impaciencia, ira e irritación. La falta de noticias de un ser querido, o la falta de amistades y trabajo, puede que nos atormenten. Y, al igual que el discípulo del profeta que fue al campo a recoger hierbas para satisfacer su hambre, puede que también nosotros hayamos hecho lo mismo.
El campo — la consciencia humana — ciertamente se ve colorido con sus variadas ofertas de bien y mal. Por ejemplo, ¿hemos inconscientemente indagado en las teorías psicológicas a fin de vencer el argumento de falta de méritos propios (manifestado en depresión y desaliento), sin percibir que, por cuanto tales teorías proceden del pensamiento humano y no del divino, no pertenecen a la creación de Dios? ¿Hemos, quizás, tomado pequeñas porciones de teorías médicas en un esfuerzo por aliviar la mala salud? ¿Nos han tentado, tal vez, las calabazas venenosas que se presentan bajo el nombre de juegos de azar y loterías, creyendo que éstos podrían eliminar condiciones crónicas de pobreza?
Después de haber saboreado comida tan dañina, alias falsas teorías, al igual que los discípulos de Eliseo, podríamos exclamar: “Hay muerte en esa olla”. 2 Reyes 4:40. Por cierto que no podemos encontrar vida eterna o libertad ilimitada en las doctrinas hechas por los hombres, por bien intencionadas que sean. ¿Por qué? Porque estas conclusiones mortales proclaman la materialidad y mortalidad del hombre y del universo.
Las teorías humanas que busquemos en vano para escapar de la esclavitud de la enfermedad, el temor, la carencia, la envidia, el engaño y la lujuria, están todas basadas en el testimonio del sentido corporal, el mismo testimonio que arguye en primer lugar que somos seres corpóreos sujetos a las llamadas leyes mortales de herencia, pecado, enfermedad y muerte. Debido a que todas las hipótesis humanas aceptan, en mayor o menor grado, la realidad del mal, culminan en mortalidad.
A pesar de cuán tangible parezca ser el problema específico al que nos enfrentemos — sea dolor, apetitos y pasión, o aun la muerte misma — el desafío es siempre una sugestión mental agresiva basada en el argumento de que Dios, el bien, está ausente, y en la supuesta corporalidad y finitud del hombre. En diferentes grados, siempre estamos lidiando con un punto de vista materialista, aceptado expresa o tácitamente; y es este punto de vista el que es necesario vencer. La Sra. Eddy dice: “Las falsas teorías cuyos nombres son legión, doradas de sofistería y de lo que Jesús no tenía, es decir, mera erudición — la letra sin ley, sin evangelio o demostración — no tienen cabida en la Ciencia Cristiana. Esta Ciencia le exige al hombre a ser probo, justo, puro; a amar a su prójimo como a sí mismo, y a amar a Dios por sobre todas las cosas”. Escritos Misceláneos, págs. 366–367.
Por lo tanto, lo que se necesita no es materializar aun más el pensamiento con teorías materiales, sino todo lo contrario, es decir, espiritualizar el pensamiento. La percepción limitada que se tiene del hombre no se sana con la mera sustitución de otra percepción limitada, por más diferente que sea. “Las teorías formuladas por los hombres son limitadas, cuando no extravagantes, y siempre son materialistas”, Ibid., pág. 64. nos dice la Sra. Eddy.
Lo que se necesita es una perspectiva inspirada, o correcta, del hombre, quien, de acuerdo con la Biblia, es la culminación de la creación del Espíritu divino. El hombre no es un ser físico que debe obedecer los dictados de una dieta o sufrir las consecuencias, tampoco vive en un cuerpo físico que reacciona de acuerdo con las sustancias que ingiere. El hombre, como la idea espiritual de Dios, no posee ni una sola célula material. El hombre es la expresión de Dios, el bien; manifiesta salud y santidad; jamás manifiesta corporalidad. Dios es la Mente divina, la consciencia divina; por lo tanto, el hombre, la expresión de la consciencia divina, es celestial, no terrenal. No hay creencias falsas en la consciencia divina, ni tampoco las hay en el hombre. No hay nada destructible en el hombre, porque continuamente mora en la omnipresencia de la Vida, a salvo y protegido. No puede haber carencia de salud o perfección, puesto que la salud y la perfección proceden de Dios, la fuente de la vida. La salud es un estado de consciencia divinamente mental que jamás se puede extinguir, puesto que es el reflejo de la Mente divina.
Así como Eliseo se mantuvo firme en su inspirada percepción divina acerca del hombre, del mismo modo debemos hacerlo nosotros. Al recurrir a las verdades espirituales de Dios y del hombre que se hallan en la Biblia, y en Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, descubrimos al hombre de Dios, la idea incorpórea que usted y yo realmente somos.
Los estudiantes de Eliseo recurrieron a su profeta y maestro en procura de ayuda cuando comieron las calabazas que los enfermó. Ciencia y Salud interpreta el término profeta como “un vidente espiritual; la desaparición del sentido material ante la consciencia de las realidades de la Verdad espiritual”. Ciencia y Salud, pág. 593. Frente a cualquier situación, podemos igualmente recurrir al sentido espiritual o profético. El sentido espiritual es la comprensión del poder del Espíritu divino, siempre presente en la consciencia humana. El sentido espiritual nos alerta para que trabajemos con las verdades espirituales del ser. Las verdades espirituales son hechos eternos; por lo tanto, son verdades siempre presentes. Las verdades espirituales están basadas en el Espíritu divino, la Verdad, y se derivan de El. Expresan todo lo que es verídico acerca de Dios, y, en consecuencia, todo lo que es verdadero acerca del hombre.
A medida que damos entrada a las verdades espirituales en nuestra consciencia, nos sometemos a su obra redentora, y en la misma medida desaparecen de la consciencia las teorías del sentido material. La consciencia se espiritualiza, se nutre con las verdades del ser, que son las únicas que revelan la totalidad del hombre como la imagen y semejanza de Dios.
“Traed harina”, dijo el profeta. “Y la esparció en la olla, y dijo: Da de comer a la gente”. 2 Reyes 4:41. ¿Es posible que la “harina” simplemente represente la verdad específica que debe usarse para remover la creencia errónea de la consciencia? La harina podría ser, por ejemplo, la verdad acerca de la omnipotencia de Dios, que nos impulsa a tener una confianza radical en El. Asimismo, en otra situación, la harina podría significar la verdad acerca del amor perfecto que Dios tiene por toda Su creación, y que abre nuestros corazones a la compasión y perdón que la ocasión requiera.
Lo que sanó en aquella ocasión, y lo que hoy sanará cualquier situación mortífera, es la verdad específica que refuta la mentira. Y esta verdad específica es una característica del Cristo, el poder sanador y salvador de la Mente divina que destruye las falsedades en la consciencia. Este poder sanador, este Cristo, la Verdad, que fue ejemplificado de manera tan única por Cristo Jesús, está siempre presente y actúa en diferentes niveles en cada consciencia humana. Este poder del Cristo obliga al individuo a desprenderse de teorías y doctrinas materialistas.
La más leve tendencia a ser sabio, amable y puro, muestra el hecho de que el Cristo está elevando al individuo para que vea que la armonía sólo se encuentra en la cristianización del pensamiento y de la conducta. Mediante este creciente nivel de consciencia semejante al Cristo, o individualización del poder del Cristo, comprendemos y comenzamos a demostrar que Dios es supremo e infinito y que el hombre es Su imagen y semejanza.
Querido estudiante del “profeta”, o del sentido profético, cualquiera que sea la circunstancia o situación por la que se vea amenazado, utilice su harina, las ideas espirituales con las que Dios lo abastece, ¡y vivirá! Verdaderamente, como dice San Pablo: “El ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz”. Rom. 8:6.