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Nuestra relación con las verdades bíblicas

Del número de mayo de 1987 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La Ciencia Cristiana muestra que, debido a que cada historia bíblica presenta la Palabra de Dios en acción, cada una de ellas tiene una continua aplicación que va más allá y está por encima de su marco histórico original. La Mente divina, Dios, es el intérprete, en la medida en que los diversos versículos bíblicos hablan a los diferentes estados del pensamiento humano, siendo algunos de dichos estados más iluminados que otros. Y la atracción que tienen estos versículos no está más limitada a una época determinada de lo que el arte está a un determinado siglo. Por lo tanto, todo individuo puede descubrir en cualquier época que su estado de consciencia está representado en alguna parte de la Biblia.

Aquel que es un estudiante alerta de la Biblia, se esfuerza por encontrar, por medio de la oración y de una forma inspiradora e instructiva, el significado que tiene este libro. Su mensaje es una lámpara a nuestros pies, Ver Salmo 119:105. iluminando la consciencia y previniéndonos contra posibles caídas en el camino del desarrollo espiritual. Si bien los textos bíblicos no han cambiado a través de los siglos, la riqueza y profundidad que poseen al ser aplicados a las necesidades de la humanidad siempre pueden ser demostradas en renovadas formas. Puesto que a cada instante expresamos — por lo menos en cierto grado — un nuevo estado de pensamiento, podemos ver un versículo de una manera más renovada y profunda prácticamente cada vez que lo consideramos.

Por ejemplo, en Segundo de los Reyes leemos que Eliseo el profeta volvió a Gilgal cuando había gran hambre en la tierra. Este pidió a su criado que preparase un potaje para sus estudiantes, y uno de ellos recogió unas calabazas silvestres sin saber que eran venenosas. Las echó en la olla, y cuando los hombres las comieron cayeron enfermos, y recurrieron a Eliseo. El profeta hizo algo de gran significado. Con calma ante el temor de morir que abrigaban sus estudiantes, pidió harina y la esparció en la olla. El aparente efecto venenoso del potaje desapareció, “y no hubo más mal en la olla”. 2 Reyes 4:41.

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