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Dios está con nosotros

Del número de febrero de 1988 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando yo tenía tres años y medio vivía en una tienda de comestibles rural. Parte de la casa estaba construida en la parte de atrás de la tienda. Me gustaba pararme en una silla alta detrás del mostrador donde mi mamá atendía a los clientes. Así podía ver a la gente que mamá atendía y hablar con ellos.

Una mañana, me desperté con una llaga en la cabeza. Cuando mi mamá me peinaba me dolía mucho. Mi mamá estaba estudiando Ciencia Cristiana, y yo concurría a la Escuela Dominical. De modo que en ese momento me dijo que todo lo que Dios había creado era bueno, incluso yo, pues era Su hija. En realidad, lo éramos todos. Pero dos días después, otra llaga igual me apareció en la cara. Estaba parada al lado de mi mamá, en tienda, cuando una señora, que las dos conocíamos, entró, se sonrió con mi mamá y le habló, luego me sonrió diciendo: “Buenos días, Snooky”.

Pero después, frunciendo el ceño, dijo a mi mamá, “Snooky tiene impétigo en la cara. Se le va a extender y puede dejarle cicatrices. Llévela a ver al médico cuanto antes”.

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