El guarda de la prisión tiró dentro de la celda de la prisionera una Biblia y despectivamente dijo: “Aquí está la Biblia; pide a tu Dios que te ponga en libertad”. Winnie Mandela, Part of My Soul Went with Him (New York: W. W. Norton and Co., 1985), pág. 103.
En muchas partes del mundo, miles de personas hoy en día están encarceladas por no otra razón que su oposición a gobiernos injustos y opresivos.
De mucha de esta gente sólo se sospechaba que estaban del lado “equivocado”. Tal vez ni siquiera han hablado en público, pero han sido encarceladas. A menudo, son golpeadas y torturadas. Con frecuencia, sus familias no pueden encontrarlas. Apropiadamente se las llama algunas veces “los desaparecidos”.
La epidemia más grave del mundo no es una enfermedad. Es el poder opresivo y tiránico. Se necesita la atención de gente que ore en todo el mundo, de gente compasiva. Tal vez, lo que más se necesite es la convicción espiritual de que una comprensión más in tensa y clara de la realidad omnímoda de Dios puede cambiar la manera de pensar del mundo, y ayudar a detener ese modo de tratar a nuestro prójimo.
Por cierto que podemos empezar a dedicar unos momentos a pensar en aquellos que están injustamente encarando este día o esta noche en la prisión. ¿Quiénes sino los lectores del Heraldo se levantan más natural y vigorosamente en favor de los derechos de toda la humanidad y su liberación, no sólo del pecado, la enfermedad y la muerte, sino también del mal y la injusticia? ¿Y quiénes están mejor preparados para ayudar que los que han obtenido alguna comprensión de que el saber más acerca de la naturaleza de Dios y de Su expresión significa aumentar, en gran manera, la libertad humana?
La Biblia no podía ser más directa y específica en este tema. El libro de Isaías, por ejemplo, cita la pregunta de Dios que se eleva cual tema de una gran sinfonía a través del Antiguo y Nuevo Testamentos: “¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligadudras de impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo?” Isa. 58:6.
La intuición espiritual nos informa que es la libertad lo que Dios expresa. Es el resultado natural del ser de Dios. Y es por esto que la libertad es la herencia y el derecho de todo ser humano.
Hay también una lección respecto a esto que podemos deducir de las experiencias de curaciones por medio de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens). Por ejemplo, sabemos por experiencia que la libertad física de la enfermedad y del dolor llega cuando estamos dispuestos a comprender el hecho espiritual y científico de que Dios, el Espíritu, realmente ha hecho al hombre a Su semejanza. Con frecuencia, cuando hemos orado sobre esta base, tenemos la seguridad de que se ha efectuado la curación, aun antes de que haya ocurrido un cambio en la condición física.
De manera que podemos empezar a orar sobre una base similar por los que están encarcelados injustamente, los rehenes, los cautivos, los oprimidos. Podemos ver que necesitamos juzgar lo que es la libertad basados, no en las apariencias humanas, sino en el hecho espiritual. El hecho espiritual es que el hombre de Dios no está esclavizado ni por la enfermedad ni por la tiranía. Si parece muy obvio que sí lo está, desde el punto de vista humano, podemos, no obstante, rebelarnos para resistir con toda nuestra fibra moral. No tenemos por qué acceder; podemos persistir en la oración para obtener la seguridad del Cristo liberador, o la Verdad. Tenemos el incentivo de San Pablo: “Porque el que en el Señor fue llamado siendo esclavo, liberto es del Señor; asimismo el que fue llamado siendo libre, esclavo es de Cristo”. 1 Cor. 7:22.
El intento de negarle a cualquier ser humano sus derechos básicos, y disminuir así su calidad de ser humano, es el impulso del impío. En otras palabras, es el colmo de la tontería de la persona que no comprende que el Dios omnipotente crea y mantiene una libertad ininterrumpida. Es su propio sueño de pecado, su sueño del mal lo que lo haría intentar encarcelar a otros. Si queremos ayudar a las víctimas, podemos empezar negándonos mentalmente a participar en la creencia de que el mal es más poderoso que el bien, ya sea que se exprese en la pesadilla de un gobierno represivo o en el poder insensible de una facción revolucionaria.
De manera que tenemos que hacer más que meramente compadecernos, “sentir pesar” por los oprimidos. Debemos “vigilar” constantemente, y orar para percibir espiritualmente que nadie está jamás sin Dios. Nadie está desvalido, perdido o es desconocido. Cada uno de los hijos de Dios está tan cerca de El como está la idea de la Mente divina que la concibe. Nadie puede estar jamás separado de la proximidad y el cuidado de Dios. La libertad es la realidad divina que incluye a todos y llega a todas partes del universo de Dios.
Estas líneas de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, resumen la necesidad verdadera: “Tenemos que aprender que el mal es la horrible decepción e irrealidad de la existencia. El mal no es supremo; el bien no carece de poder; ni son primarias las llamadas leyes de la materia y secundaria la ley del Espíritu”.Ciencia y Salud, pág. 207.
Algunas veces se insinúa que tal enfoque espiritual es ingenuo. Pero la verdad es que ésta es la única manera de evitar la interminable repetición de la opresión. La humanidad puede ganar la lucha por la libertad, pero sólo la ganará permanentemente sobre bases espirituales, jamás sobre la base del concepto de que el poder de un grupo reemplaza el de otro. Tenemos una gran tarea espiritual que llevar a cabo si hemos de regocijarnos con la humanidad en que todas las razas y pueblos están “libres por fin”.
No podemos concederle poder al mal en la experiencia ajena si hemos de demostrar que no es un poder en la nuestra. La responsabilidad consiste en saber que, en todas partes, el mal no tiene la condición de fuerza, sino de debilidad y de irrealidad. La bondad y la justicia en todas partes del mundo tienen el apoyo, la inteligencia, la fuerza indomable, la calidad de irresistible —y la majestuosa realidad— que derivan de su fuente: el Dios omnipotente que no tiene opositor. La oración sobre esta base, como la Biblia nos muestra repetidamente, no sólo trae libertad mental, sino el progreso hacia una liberación práctica.
    