Hace algún tiempo, tuve una curación que ha sido sumamente importante para mí. Por medio de ella, experimenté un fortalecedor renacimiento espiritual, en el cual todas las cosas parecían bañadas por una nueva luz.
En una época, durante varios días, estuve luchando contra una sensación de debilidad relacionada con una fuerte tos, además no podía tomar alimentos. Como yo ya no soy la más joven en mi familia, tuve la tentación de abandonarme y morir. Al darme cuenta de esto, le dije a mi hija que llamara a un practicista de la Ciencia Cristiana para que me ayudara. Ella llamó al practicista antes del amanecer, y le explicó la situación. Después que aceptó orar por mí, el practicista le aseguró a mi hija que simplemente era imposible que yo pudiera tomar el asunto en mis manos. Insistió en que el bienamado hijo de Dios sólo puede ir “de gloria en gloria” (2 Corintios 3:18), y agregó que la Vida es Dios, y que mi vida estaba en El.
Desde el momento en que el practicista aceptó trabajar por mí, sentí el deseo de orar por mí misma, y me uní al practicista en la oposición contra esta condición. Después de un sueño reparador, mi primer deseo fue el de hablar con el practicista. Lo saludé con un alegre “¡Buenos días!”, y me sorprendió oír que ya eran las cinco de la tarde. Mi despertar fue lleno de luz e inspiración. Me imagino que así habrá sido la alegría experimentada por los que estaban presentes el día de la resurrección del Maestro. Luego se efectuó la curación.
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