Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

¿Qué abrigamos en el pensamiento?

Del número de febrero de 1988 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Es casi imposible hoy en día ver televisión, escuchar el radio o leer un periódico o revista sin que la atención se enfoque en el tema de la salud. Aunque todos deseamos tener buena salud, mucho de lo que vemos y escuchamos nos deja ansiosos, confusos y dudosos. Se nos alerta sobre los síntomas y la preponderancia de diferentes enfermedades, del peligro de comer o no comer ciertos alimentos, de hacer mucho o poco ejercicio.

Un enfoque mucho más efectivo fue ejemplificado en la vida de Cristo Jesús, quien, como las Escrituras nos lo dicen, sanaba “toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo”. Mateo 4:23. A menudo, el Maestro alentaba a aquellos que ayudaba o que sanaba a no sentir temor, como lo hizo al resucitar a la hija del principal de la sinagoga. Ver Lucas 8:49–56. Ilustrando el hecho de que Dios es Amor, Jesús aseguró a sus seguidores que Dios está siempre listo y dispuesto a restaurar la armonía, y les dijo: “No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino”. Lucas 12:32.

La comprensión de lo que es el Amor divino, fue el punto central de las obras sanadoras de Jesús. Dios, el Amor divino, “echa fuera el temor”, 1 Juan 4:18. para usar las palabras bíblicas. La Sra. Eddy, en su búsqueda por comprender cómo Jesús efectuaba las curaciones, fue guiada a ver por qué es tan importante echar fuera el temor. En su libro Ciencia y Salud, ella escribe: “La causa promotora y base de toda enfermedad es el temor, la ignorancia o el pecado. La enfermedad siempre es producida por un concepto falso que se abriga mentalmente y no se ha destruido. La enfermedad es una imagen de pensamiento exteriorizada. El estado mental es llamado estado material. Todo lo que se abrigue en la mente mortal como condición física se manifiesta en el cuerpo”.Ciencia y Salud, pág. 411.

He leído este pasaje muchas veces, pero recientemente la palabra abrigue cobró de pronto un significado especial para mí. ¿Abrigar una condición física?”, me pregunté. “¿Por qué querría uno hacer tal cosa, especialmente si se trataba de una condición desagradable o dolorosa?” Pero yo sabía que la Sra. Eddy había sido muy cuidadosa en la selección de las palabras que usaba. Los que la conocieron relatan que cuando escribía su libro Ciencia y Salud, a menudo oraba por largo tiempo para ser divinamente guiada a expresar el significado exacto de lo que estaba aprendiendo de la curación cristiana. Así que yo sabía que esta palabra encerraba una lección para mí. Una definición que encontré para la palabra abrigar fue: “tener en el pensamiento esperanzas, afectos, ideas, amor”.

Pensando sobre esta definición, recordé las muchas ocasiones en que había escuchado a la gente describir con lujo de detalles sus enfermedades. Por supuesto, me dije, esto es precisamente lo que esas personas habían estado haciendo: abrigando esas condiciones desagradables o dolorosas en el pensamiento. Sin embargo, en esos momentos, me di cuenta de que estaba pensando como el fariseo de una de las parábolas de Jesús, que dijo: “Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres...” Lucas 18:11.

Tuve que admitir que no siempre había seguido las sabias instrucciones de Ciencia y Salud: “Tratad una creencia en la enfermedad como tratarías el pecado, con rechazo inmediato”.Ciencia y Salud, pág. 218. ¿Me había mantenido siempre alerta para percibir que la enfermedad es una creencia falsa de la mente mortal; una tentación de creer en algún poder o inteligencia separado de Dios? ¿Acaso no había yo “abrigado mentalmente” esta falsa creencia, llamando al estado mental, estado material? ¿No había abrigado estas falsas creencias como condiciones físicas y luego las había visto “manif[estadas] en el cuerpo?” Tuve que admitir que lo había hecho, y me sentí muy incómodo con mi descubrimiento. Pero esta sensación fue rápidamente reemplazada con un profundo sentido de gratitud porque un sentido de la Verdad y el Amor habían denunciado al error y lo destruirían.

“¿Cuál es el remedio?”, me pregunté. Es obvio que este sentido equivocado de abrigar lo erróneo tiene que ser reemplazado con el sentido correcto. Mas, ¿cuál es el sentido correcto? ¿Qué debemos abrigar? Nuevamente, el ejemplo de Cristo Jesús nos da la respuesta. Jesús dijo a cierto abogado que el más grande mandamiento en la ley es: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente”. Luego, el Maestro añadió que el segundo mandamiento es como el primero: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Ver Mateo 22:35–39.

Pero, ¿cómo ama uno a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente, y cómo ama uno al prójimo como a sí mismo? Por cierto que ello trae consigo el comprender y abrigar en el pensamiento la verdad acerca de lo que Dios y el hombre realmente son, y rehusar temer u honrar cualquier poder fuera de Dios.

Puesto que Dios es el Amor infinito, no hay límite para el Amor. A medida que abrigamos tiernamente la totalidad del Amor infinito, comprendiendo que el Amor divino protege, cuida y mantiene a su creación, el hombre, discernimos que no hay lugar para algo opuesto al Amor; que no hay lugar donde la enfermedad pueda originarse, ni poder para mantenerla. Como padres humanos, amamos a nuestros hijos con un amor profundo y duradero. Queremos que solamente experimenten lo que es beneficioso y constructivo. ¿Podemos creer que el Padre-Madre de todos —el Amor siempre presente y todopoderoso— pueda afligirnos o crear cualquier cosa que nos cause sufrimiento? Tal noción es inconcebible, increíble y, simplemente, una mentira. Ni tampoco puede el hombre, quien, según nos dice la Biblia, es creado a la imagen y semejanza de Dios, el Amor, ser menos que puro, afectuoso y obediente, es decir, espiritualmente íntegro. ¿No es este hombre, la tierna expresión de Su ser, completo y espiritual? ¿Acaso no es esta naturaleza espiritual del hombre lo que tenemos que apreciar en nosotros mismos y en nuestro prójimo?

Esta nueva comprensión del significado de la palabra abrigar me ha puesto mucho más alerta a la necesidad de vigilar mis pensamientos y acciones cuidadosamente. Cuando me sorprendo a mí mismo abrigando falsos conceptos, encuentro curación y regeneración obedeciendo los dos grandes mandamientos sobre los cuales “depende toda la ley y los profetas”. Mateo 22:40.

Si nos mantenemos ocupados amando a Dios con todo nuestro corazón, alma y mente, y amando a nuestro prójimo como a nosotros mismos, estaremos más dispuestos a desechar, en lugar de abrigar, un concepto dañino acerca de nosotros mismos y de nuestro prójimo cual mortales separados de nuestro creador y vulnerables a la enfermedad, el pecado y el temor. Entonces podemos estar seguros de que este estado mental amoroso y saludable “se manif[estará] en el cuerpo”. Expresaremos más de la perfección del ser, el reino de los cielos, del que Jesús nos dijo que al Padre le place darnos.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / febrero de 1988

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.