Me he beneficiado tanto de los muchos y maravillosos testimonios que he leído en las publicaciones en el transcurso de los años, que ahora es mi turno de compartir.
Hace alrededor de veinte años, una amorosa mujer —Científica Cristiana— a quien nunca olvidaré, dio a conocer la Ciencia Cristiana a nuestra familia. Este fue un gran punto decisivo en nuestras vidas.
Mientras leía Ciencia y Salud por la Sra. Eddy por primera vez, sané instantáneamente del deseo de fumar cigarrillos, y yo estaba fumando mientras lo leía cuando esta curación tuvo lugar.
Algunos años después, mi familia y yo estábamos visitando a mi hermana en el estado de Florida. El primer día allí, que era un sábado, lo pasamos pescando cerca de la orilla. En cierto momento, estando yo de pie con mis niños con el agua a la altura de las rodillas, noté que algo venía flotando hacia nosotros. Parecía un juguete plástico para niños, de muy bonito y vistoso color. Estuve a punto de sacarlo del agua, cuando una ola lo lanzó contra mi pierna. Súbitamente sentí un dolor muy agudo.
Mi cuñado, quien había sido pescador en la zona, inmediatamente se dio cuenta de que me había picado una aguaverde [también conocida como aguaviva o medusa], y dijo que su picada puede ser mortal. Mi hermana estaba muy preocupada, y sugirió que fuéramos a la playa principal porque allí había un hospital.
Mi esposa y yo caminamos por la playa, declarando en alta voz la verdad del ser, conociendo y afirmando que Dios ha dado al hombre “ ... dominio sobre los peces del mar” (Génesis 1:26, según la versión King James de la Biblia). Decidimos ir en auto en dirección a la playa principal y buscar un teléfono para llamar a una practicista de la Ciencia Cristiana. Después de explicar a la practicista lo que había sucedido, ella me preguntó si yo tenía temor. Cuando le dije “sí”, ella me aseguró de que en la presencia de Dios no había nada que temer. Entonces ella me dijo que oraría por mí inmediatamente.
Mi esposa me ayudó a subir al auto, e iniciamos nuestro regreso a la playa, afirmando continuamente la verdad en alta voz. Súbitamente me enderecé y dije a mi esposa: “Estoy libre”. ¡Y lo estaba! El dolor y el ardor desaparecieron, y podía respirar con facilidad. El poder de Dios, reconocido en la oración, había destruido el temor, y, por lo tanto, los síntomas del veneno. Yo estaba verdaderamente bien.
Mi esposa y yo expresamos mucha gratitud durante nuestro regreso a la playa. Cuando llegamos, incluso corrí hacia la playa, ya que me sentía muy bien.
De esta prueba del cuidado de Dios recibí muchas bendiciones. Nuestra familia participó más activamente en la iglesia, y nos apoyamos más firmemente en el cuidado de Dios. Hubo curaciones físicas; compramos y vendimos dos casas durante un tiempo, en que según nos dijeron, las casas no se estaban vendiendo; encontramos soluciones para problemas de empleo y de relaciones humanas; todo esto contribuyó a un mayor crecimiento espiritual.
La experiencia que más he apreciado sucedió años más tarde: recibí instrucción en clase de Ciencia Cristiana. Esto abrió mis ojos aún más a la totalidad de Dios y a la perfección de Su idea espiritual, el hombre. Cristo Jesús dijo: “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios” (Mateo 5:8). El comprender a Dios se ha hecho el centro de mi vida.
Salisbury, Carolina del Norte, E.U.A.
Me gustaría verificar el testimonio de mi esposo. Cuando mi esposo sufrió una picada y necesitamos conseguir un teléfono para llamar a un practicista, recurrí a Dios en busca de ayuda. Yo estaba manejando en las playas por caminos desconocidos, y me encontré repitiendo a mí misma en voz alta: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” (Salmo 46:1).
La curación ocurrió justamente como la ha relatado mi esposo. Esta fue una gran prueba para nosotros de que “ ... para Dios todo es posible” (Mateo 19:26), y continúa fortaleciendo y bendiciendo a nuestra familia.
    