Desearía expresar mi gratitud a Dios por todas las bendiciones que he recibido como resultado de mi estudio de Ciencia Cristiana. Mis actividades han sido enriquecidas mediante la oración, y estoy constantemente obteniendo una mejor comprensión de Dios y de Su amor para con toda la humanidad.
Había sido criada en la Ciencia Cristiana y había asistido a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana hasta la edad de veinte años; había sido miembro de una organización de la Ciencia Cristiana en la universidad y me había afiliado a una iglesia filial, pero nunca había tenido ocasión de confiar radicalmente en la Ciencia Cristiana para superar una condición física.
La experiencia que tuve entonces me despertó a percibir la necesidad de adoptar una posición radical —no pasiva— para la curación por medio de la Ciencia Cristiana. Tenía que decidir dónde iba finalmente a poner mi confianza: o en la Ciencia Cristiana o en la ayuda médica. Lo que me hizo volver de todo corazón a la Ciencia fue el darme cuenta de que si no podía confiar en nuestro Dios todopoderoso para satisfacer mis necesidades, entonces la vida no tendría propósito para mí. Necesitaba algo absoluto sobre lo cual construir mi vida, y Dios era ese único absoluto.
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