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¿Qué es un Científico Cristiano?

Del número de abril de 1988 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Un día, durante el otoño pasado, unos familiares que viven cerca de mi oficina me pidieron que los ayudara a preparar su casa para el invierno que se acercaba. Había que poner ventanas de invierno, rastrillar las hojas caídas de los árboles, etc. Sin embargo, yo acababa de terminar una mañana de mucho trabajo en la oficina después de una agobiadora semana de trabajo. Había pospuesto mi almuerzo para irme a casa rápidamente y hacer esas mismas cosas de último momento.

Desde el comienzo, nada anduvo bien en la casa de mis parientes. El viento soplaba furiosamente contra las hojas que yo estaba rastrillando. Ninguna de las ventanas cerraba bien. Empecé a sentir impaciencia y frustración. La temporada de otoño estaba terminando y la inclemencia del invierno comenzaba a sentirse. Tal vez no iba a poder hacer el trabajo que mi propia casa necesitaba.

Además de que estaba trabajando desesperadamente para colocar la puerta de invierno a la entrada de la casa, me pidieron que hiciera otras cosas antes de irme. Traté de resistir el sentido abrumador que comenzó a embargarme de que se estaban “aprovechando de mí”. Estaba tratando de ajustar un panel de vidrio, cuando de pronto, el viento comenzó a soplar con más fuerza. Sentí que algo afilado se me incrustó en un ojo y el dolor y las lágrimas me obligaron a parar mi trabajo.

Debido a que mis estudios habían incluido anatomía y patología de la vista antes de ser Científico Cristiano, tenía que estar constantemente alerta y tratar de mantener siempre en mi pensamiento los verdaderos hechos del ser, a saber, la relación perfecta del hombre con Dios. A pesar de un fuerte deseo de no hacerlo, estaba subiendo y bajando los peldaños entre el pórtico y el baño para examinarme el ojo en el espejo, con lo cual sólo conseguía aumentar mi temor y frustración.

Finalmente, dándome cuenta de la futilidad de todo esto, me detuve en la escalera y me senté a pensar. ¿Qué estoy haciendo?, me pregunté. Puse la cabeza sobre las rodillas, cerré los ojos y traté de calmar mis pensamientos. ¿Cómo es realmente un Científico Cristiano?, pensé. Sabía que yo no estaba actuando como tal.

Una respuesta fácil a mi interrogante me vino de inmediato al pensamiento: Un Científico Cristiano tiene que ser alguien que asiste a una Iglesia de Cristo, Científico. Pero ciertamente esta respuesta no lo cubría todo. Nuestra iglesia regularmente tiene muchos visitantes. Bueno, entonces, un Científico Cristiano tiene que ser alguien que diariamente lee la Lección-SermónEn el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana. y las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana. No, ésta tampoco era la respuesta. Muchas personas hacen esto y no son miembros de la iglesia. Entonces, un Científico Cristiano debe de ser alguien que es miembro de una filial de la Iglesia de Cristo, Científico y de La Iglesia Madre; una persona que tiene una identificación como miembro. Bueno, ¡eso tiene que ser!, me dije.

Pero las siguientes palabras acerca de Cristo Jesús que se encuentran en el libro de texto de la Ciencia Cristiana por la Sra. Eddy, me vinieron de inmediato al pensamiento: “[El] sabía que los hombres pueden ser bautizados, participar de la eucaristía, mantener al clero, observar el día de reposo, hacer largas oraciones y, sin embargo, ser sensuales y pecaminosos”.Ciencia y Salud, pág. 20.

No, un Científico Cristiano debe de ser algo más: alguien que vive y practica la Ciencia Cristiana. Y, ¿qué incluye esto? Bueno, saber que Dios es Todo. Que Dios es Amor. Y que el hombre, la imagen y semejanza de Dios, es espiritual y bondadoso. También, que el mal o la creencia en un poder material opuesto a Dios, no tiene realidad. ¡Todas estas cosas! No obstante, aquí estaba yo sintiendo algo que no era amor hacia estas magníficas personas que me habían cuidado de niño, me habían criado y protegido y habían hecho muchos sacrificios por mí. Otra declaración de Ciencia y Salud me vino al pensamiento: “La parte vital, el corazón y alma de la Ciencia Cristiana es el Amor. Sin éste, la letra es sólo el cuerpo muerto de la Ciencia —sin pulso, frío, inanimado”.Ibid., pág. 113.

Me di cuenta de que tenía que expresar amor en vez de resentimiento, y que realmente debía sentir gratitud por la oportunidad de hacer algo por estas personas. Saber que Dios es Todo, significa hacer un esfuerzo por demostrar Su omnipotencia, omnipresencia y omnisciencia en nuestra vida, saber que El es todo Vida y Mente. Todo es una palabra pequeña, pero tiene un inmenso significado. No deja espacio para la creencia en el mal, la discordancia o la realidad de la materia; no deja espacio para ningún poder o condición que no sea el bien y la presencia de Dios. Y puesto que el hombre es la idea espiritual de Dios, y no puede ser invadido o corroído, está por siempre a salvo e intacto en la Mente. Todas las formas del error finalmente tienen que ceder y dar lugar a la Verdad, porque el error no tiene ley o fundamento que lo apoye.

Razoné que todo lo que me había pasado en el ojo no era parte real de mí, pues, en realidad, como expresión de Dios, yo era enteramente espiritual. La sugestión de que algo me podía pasar era un error, y, ciertamente, no ordenado por Dios. Mirarme el ojo constantemente e inspeccionarlo sobrecogido de temor, ciertamente no era confiar en Dios. Recordé entonces la siguiente declaración de Ciencia y Salud: “Una idea espiritual no tiene ni un solo elemento de error, y esa verdad elimina debidamente todo lo que sea nocivo”.Ibid., pág. 463.

Mientras estaba sentado en los peldaños, repitiendo silenciosamente estas verdades, mi actitud empezó a cambiar. Cierto que la temporada de otoño estaba avanzada. Cierto también que estaba cansado. Pero tenía que hacer algo más que justificarme a mí mismo. Lo que se necesitaba era demostración y ejemplo. Un Científico Cristiano enfrenta un problema accionando, y no reaccionando. Niega el error que pretende guiarlo mal, y trata de ver su irrealidad. Afirma el tierno gobierno de Dios sobre el hombre y ora para vivir de acuerdo con ese gobierno en todo momento. ¿De qué otra manera puede ser un Científico Cristiano? Cristo Jesús declaró: “Vosotros sois la sal de la tierra... Vosotros sois la luz del mundo... Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”.Mateo 5:13, 14, 16.

¿Podría una persona imparcial pensar que yo estaba cumpliendo cualquiera de esas cosas? Demostrar la Vida, la Verdad y el Amor, y cualidades derivadas de Dios, tales como perdón, caridad, bondad, paciencia, debe ser mucho más importante que una definición meramente intelectual del término Científico Cristiano. Si podemos demostrar la Ciencia Cristiana en nuestra vida y en nuestras acciones y actitudes, nadie jamás tendrá que preguntarnos una definición determinada de dicho término. ¡Lo verán! ¡Lo sabrán!

Volví a mi trabajo con una nueva paciencia, mezclada con amor y gratitud hacia quienes estaba ayudando, y ya no sentía ese depresivo temor por el ojo. Coloqué la ventana de invierno y ajustó perfectamente. Desde ese momento, no sentí ningún dolor o molestia en el ojo, y nunca más me molestó. El resto del trabajo de ese día, tanto allí como en mi casa, fue llevado a cabo armoniosamente.

Vivir de acuerdo con los Diez Mandamientos y las Bienaventuranzas es un desafío constante. Esforzarse continuamente por morar en el Principio, es una tarea de minuto a minuto. Pero nuestro sentido espiritual es una guía dada por Dios. Cuando la mente mortal trate de apartarnos de las elevadas normas de la Ciencia Cristiana, lo sabremos. Y podremos de inmediato preguntarnos: ¿Estoy actuando como un Científico Cristiano o estoy reaccionando ante el mal? Cuanto más trabajemos para hacer demostraciones, tanto menos explicaciones tendremos que dar, ya sea a nosotros mismos o a los demás. Una demostración vale más que una cantidad de explicaciones.

La segunda estrofa del Himno N.° 12 del Himnario de la Ciencia Cristiana, lo dice claramente:

Marchad, entonces, y al obrar
podréis con hechos confirmar
que es la Palabra del Señor
poder divino y redentor;
en curaciones, con amor,
la luz del bien haced brillar.

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