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¿Tiene la ambición un lugar en la vida cristiana?

Del número de abril de 1988 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En cierta ocasión, estaba hablando con un amigo que se hallaba muy preocupado por lo que él consideraba una falta de ambición en su vida. Le era difícil cumplir con las metas necesarias que se había propuesto. Proyectos quedaban a medio terminar. Y durante ese período, sentía que no podía decir que había hecho progreso alguno en su carrera. Por el contrario, sentía frustración, una sensación de estancamiento.

Para muchas personas, la palabra ambición está tan a menudo asociada con un estilo de vida materialista o egoísta, que no parece tener lugar en el concepto usual de una vida cristiana. Sin embargo, mi amigo es un devoto cristiano, y lo que en aquel tiempo le parecía ser falta de ambición en su vida, la presentó un verdadero desafío. Desafió su paz y su sentido de mérito y utilidad, hasta que su oración en la Ciencia Cristiana elevó su pensamiento a una percepción más espiritual del propósito de la vida.

Cuanto más pensaba sobre esto, tanto más me venía al pensamiento el ejemplo de Cristo Jesús. Pensé: Aquí tenemos el verdadero modelo de la ambición que debe ser emulada; una ambición que ciertamente no fue egoísta. Ni tampoco estaba orientada a obtener prestigio personal o meramente a poseer riquezas y poder materiales. Era, en cambio, una ambición de hacer la voluntad de Dios a toda costa, a renunciar a todo para servir al Padre.

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