Es lamentable ver gente que necesita la ayuda de Dios, y que podría tenerla, pero tratan de seguir adelante sin ella. Algunos creen que la ayuda de Dios no está disponible para todos. Otros piensan que hay dificultades que ni siquiera Dios puede resolver. Y otros creen que sería posible obtener la ayuda divina sólo si el hombre Jesús estuviese físicamente en la tierra. Piensan que Jesús tendría que estar presente para que se produjeran curaciones físicas como las mencionadas en la Biblia.
Pero, ¿qué es lo que las propias enseñanzas de Cristo Jesús revelan acerca de la ayuda divina? ¿Acaso no declaró: “He aquí el reino de Dios está entre vosotros”? Lucas 17:21. Cuando alguien se le acercaba pidiendo ayuda, no postergaba a esa persona hasta un futuro en el paraíso. En cambio, el Maestro sanaba en ese mismo instante a toda persona que se lo pedía y era receptiva. Y hoy, de la misma manera, Cristo —la Verdad siempre presente, que Jesús ejemplificó— no ignora a quienes anhelan salud y libertad.
La Ciencia Cristiana explica a todo investigados sincero que no es necesario esperar el más allá para gozar de paz mental, salud normal, felicidad, puesto que, en realidad, todos somos hijos de Dios ahora, continuamente sostenidos por Su precioso amor. Una amiga mía probó cuán práctico es este amor que todo lo abarca, cuando, mediante la oración, sanó permanentemente de fuertes jaquecas.
Había sufrido de jaquecas toda su vida; durante los peores ataques debía recurrir a alguna persona para que cuidara de su familia, puesto que el dolor la inmovilizaba por varios días, a veces durante una semana entera. Un día cuando estaba en el trabajo, comenzó a sentir dolor de cabeza. El malestar pronto fue tan intenso que tuvo que apoyar la cabeza sobre el escritorio.
Desesperada y en busca de alivio, fue a tientas hasta la biblioteca y tomó un ejemplar del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. Esta señora había estado estudiando Ciencia Cristiana y había recibido ayuda para otros problemas. Abrió el libro al azar. Aunque le era difícil ver, logró leer las siguientes palabras: “Sólo hay una única causa primordial. Por lo tanto, no puede haber efecto de ninguna otra causa, y no puede haber realidad en nada que no proceda de esa causa grande y única”.Ciencia y Salud, pág. 207.
El reconocimiento de que Dios es Todo y que es la única causa, fue tan claro que el dolor cesó de inmediato. Esto sucedió hace más de veinte años, y mi amiga nunca más se sintió molesta por el dolor de cabeza. Ese maravilloso día salió a almorzar, y jamás le había parecido la primavera tan espléndida. Las flores, el césped, los árboles y los rostros de los empleados que regresaban del almuerzo estaban iluminados por el Amor divino. Le parecía que nunca había sentido a Dios tan cerca de ella. ¡Fue glorioso!
Puesto que Dios, el Espíritu, el bien infinito, es la única causa, todo lo que El crea —el hombre y el universo— es enteramente espiritual y perfecto. El dolor, el temor, la discordia —física o mental— no son los efectos del bien infinito, y, por lo tanto, no tienen causa real. A pesar de lo persistentes que éstos parezcan, no son más que equivocados conceptos mortales de causa y efecto. El Cristo destruye estos falsos conceptos y trae la curación.
En realidad, usted y yo estamos sanos, somos libres y reflejamos a nuestro Padre-Madre Dios. Nuestra verdadera identidad permanece espiritualmente intacta, fuera del alcance de las creencias y opiniones humanas acerca de lo que somos o de lo que Dios es. Cuando nuestra consciencia y nuestra vida están bajo la luz espiritual de las verdades eternas, se produce la curación mediante el Cristo.
Miles de personas han comprobado con gran gozo que esto es así. Entre ellas se encuentra la autora de Ciencia y Salud. La Sra. Eddy misma sanó físicamente al recurrir a Dios, y en otra de sus obras relata cómo fue sanada. “Una amable anciana me preguntó: ‘¿Cómo es que nos ha sido usted devuelta? ¿Ha vuelto Cristo a la tierra?’
“ ‘Cristo jamás la dejó’, respondí; ‘el Cristo es la Verdad, y la Verdad siempre está aquí, —el Salvador impersonal’ ”.Escritos Misceláneos, pág. 180.
Bien podemos tomar literalmente la promesa eterna de la Biblia: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones”. Salmo 46:1. Pase lo que pase, el poder sanador de Dios, el Cristo eterno, la Verdad, está disponible ahora mismo. Dios da a Sus hijos todo lo que necesitan. Nada puede privarnos de Su presencia y amor.