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Oraciones sencillas

Del número de abril de 1988 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Es posible que algunas veces pensemos que si el orar fuera más sencillo, oraríamos más. Esta es una sugestión diabólica. El hecho es que el orar ya es tan sencillo como es posible.

Es probable que estemos orando en nuestra vida más de lo que nos damos cuenta. Por ejemplo, si ya estamos esforzándonos firmemente por buenos, esto esto es definitivamente una forma de oración. Mary Baker Eddy, quien descubrió y fundó la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), hace esta observación: “El esfuerzo constante por ser siempre buenos es oración incesante”.Ciencia y Salud, pág. 4.

El afecto espiritual expresado en maneras humanas y sencillas es también una clase de oración. De ninguna manera es este afecto algo que dejamos de necesitar a medida que crecemos en el entendimiento espiritual. Después de todo, las cinco líneas de “La oración diaria” de los Científicos Cristianos (en el Manual de La Iglesia Madre por la Sra. Eddy) terminan, “¡... que Tu Palabra fecunde los afectos de toda la humanidad, y la gobierne!”Man., Art. VIII, Sección 4.

No tenemos que dar forma a nuestros pensamientos en frases grandilocuentes. El anhelo genuino por las cosas espirituales, si se expresa tanto en pensamientos como en acciones, es oración. Cuanto menos intentemos limitar cómo ha de cumplirse ese deseo espiritual, y cuanto más estemos confiando en que Dios es el Amor y la inteligencia divina, que responde perfectamente a nuestras necesidades, tanto más estaremos orando verdaderamente.

Por otra parte, por más cabalmente articulado o “experta” que sea una oración, si está matizada con voluntad humana, es finita y terrenal. En Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, la Sra. Eddy hace este comentario acerca de la fuerza de voluntad: “Nunca puede sanar al enfermo, porque es la oración del injusto; mientras que el ejercicio de los sentimientos —la esperanza, la fe, el amor— es la oración del justo. Esa oración, gobernada por la Ciencia en vez de los sentidos, sana al enfermo”.Ciencia y Salud, pág. 206.

¿Consideramos con bastante seriedad este “ejercicio de los sentimientos”? La esperanza, la fe y el amor no son frases gastadas. Son los nombres para la forma en que nos relacionamos con la santidad y bondad del ser divino. Estas cualidades de pensamiento son esenciales para la vida que tiene dimensión espiritual.

Mediante la oración, percibimos la proximidad de Dios. Nos damos cuenta de que nuestra vida no es una tediosa historia material, sino una aventura espiritual. Llegamos a comprender, en las palabras de la Biblia, que “en él vivimos, y nos movemos, y somos”. Hechos 17:28. La oración, naturalmente, nos hace bien, no porque motive a Dios a hacer más de lo que ya está haciendo, sino porque nos hace a nosotros receptivos a que Lo conozcamos mejor.

Para orar, no tenemos que esperar hasta que pensemos que hemos logrado un doctorado en perfección sobre la materia. Sería difícil creer que Dios está en busca de expertos que sepan cómo tratar con El. Cristo Jesús nos dice que la pureza de corazón y la manera a la semejanza de un niño son el lenguaje de la comunicación con el Padre. Todos somos lo suficientemente buenos para empezar a orar ahora mismo. Podemos estar seguros de que seguir adelante, humildemente, hará mucho más para mejorar nuestra capacidad para orar que cualquier retraso en espera de ser más dignos algún otro día. La misma oración que anhela conocer a Dios y Su propósito ayudará a purificarnos, de manera que podamos oír más plenamente la respuesta de Dios y responder a ella.

Pero ¿cómo podemos orar más específica y conscientemente una vez que veamos el gran valor que tiene la oración? Una manera es empezar a reconocer que Dios es Dios, es decir, soberano, el único creador, el único legislador. Esto significa decidirnos conscientemente a excluir el sentido material de la vida junto con sus dolores y amenazas, o su sensualidad, y prestar la atención más completa posible a la omnipotencia y omnipresencia de Dios, el Espíritu. Esto también exige que vivamos lo que estamos orando. Implica que nos aferremos a lo que los Científicos Cristianos conocen como la Ciencia del ser.

En otras palabras, esta oración afirma y asevera la existencia, ahora mismo, de la suprema ley del bien, la cual existe porque Dios es el Principio divino. Por lo tanto, necesaria y totalmente niega realidad a cualquier otra aparente condición, ley o poder.

Basada en una lógica sencilla, la oración no es complicada. Si Dios es el creador, perfectamente inteligente y justo, El no ha hecho una creación que sea capaz de caer en deterioro y caos, en enfermedad y pecado. Esta verdad, comprendida y afirmada en oración, traspasa al error acumulado por eones y, en efecto, devuelve al hombre y al universo a Dios, a quien pertenecen.

El punto sencillo en el que se basa toda oración, y el punto en el que la afirmación se vuelve nuestro propio descubrimiento, es que Dios, la Mente divina o Alma, realmente existe y tiene efecto. Dios verdaderamente es nuestra Vida. La oración nos lleva a este punto de reconocimiento. Y aquí pasamos de un sentido de agobio a uno de libertad, de la oscura complejidad del esfuerzo humano a la sencilla luz de la omnipresencia y acción de Dios.

La oración no puede medirse ni cuantitativa ni cronológicamente; su calidad no depende de la cantidad. La curación de una grave enfermedad física se ha efectuado, algunas veces, gracias a un gozoso momento en que se percibe que la completa perfección de Dios se está expresando en el hombre. Pero cuanto más oremos, tanto más veremos la necesidad de orar como exige la Biblia, “sin cesar”. 1 Tesal. 5:17.

La oración es la más sencilla y natural de todas las acciones; debemos vigilar para que no se nos convenza de otra manera. También es verdad que seguimos creciendo maravillosamente en nuestra comprensión de la oración. El estar siempre dispuestos a aprender es verdadera sencillez espiritual. De manera que constantemente descubrimos más de la eficacia de la oración. Comprendemos cada vez más que orar es la manera de vivir.

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