Hace más de tres años, mientras estaba haciendo algunas reparaciones en nuestra casa, me di un golpe en un lado de la cabeza con una pesada barra de hierro que estábamos usando para remover el estuco exterior. La fuerza del impacto fue tal que casi me tiró al suelo, y, por un momento, sentí que estaba perdiendo el conocimiento.
Rápida y vehementemente afirmé declaraciones de verdades espirituales, incluso éstas: Dios es mi Vida; El está aquí ahora, fortaleciéndome y sosteniéndome. Soy realmente Su idea espiritual y, por lo tanto, exenta de leyes materiales de cualquier clase. Estos pensamientos fortalecedores, y otros más, me ayudaron a recuperar mi calma y equilibrio espirituales.
No obstante, en los días y semanas siguientes comencé a sufrir de periódicos y fuertes dolores de cabeza. Aunque oré asiduamente en la Ciencia Cristiana para ver la irrealidad de esta condición, no parecía mejorar.
Después de varios meses, me di cuenta de que la condición había empeorado al punto de que los dolores de cabeza eran continuos. También noté una distorsión en la vista. Esto me deprimía mucho porque gran parte de mi tiempo lo empleo en una actividad artística que requiere una vista muy exacta para la perspectiva y precisión de los detalles.
Sin embargo, fue esta apariencia de ver imágenes dobles lo que finalmente me alertó a comprender lo que tenía que enfrentar en mi pensamiento. Me di cuenta de que, aun cuando yo había pensado que tenía una buena comprensión práctica de la verdad de que hay un solo Dios, un solo creador y una sola creación —y ésta totalmente buena— estaba aceptando, inconscientemente, la sugestión de que hay una creación dual.
Decidí, por lo tanto, volver a los puntos básicos de la Ciencia Cristiana. Y me impuse la tarea de leer el primer capítulo del Génesis, palabra por palabra. Aquí encontré los maravillosos y fortalecedores hechos de que Dios creó el cielo y la tierra, que El hizo al hombre a Su propia imagen, y que El dio al hombre dominio sobre toda la tierra (ver versículos 1-28). El primer capítulo del Génesis también declara: “Vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera” (versículo 31).
A medida que leía y releía estos versículos, me pregunté si realmente creía yo en ellos. ¿Rehusaba creer en todo lo opuesto a ellos? ¿Estaba viviendo en armonía con ellos? También me dediqué a buscar en la Lección Bíblica (dada en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana) así como en todos los escritos de la Sra. Eddy, declaraciones que totalmente apoyaran estos hechos o que los declararan de diferente manera. Cuando encontraba alguna de estas declaraciones la anotaba en una libreta, y, al lado opuesto de cada declaración, agregaba estas palabras: “Esta es la verdad, y es para toda la humanidad y para mí, y ¡yo lo sé!”
Un día, varios meses más tarde, después de un período especialmente inspirador durante el estudio que hago, temprano por la mañana, de la Biblia y Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, me di cuenta de que el dolor había desaparecido totalmente. Mi vista ya no estaba distorsionada por imágenes dobles, y cuando necesitaba alcanzar algún objeto, lo ubicaba en el punto preciso. Había sanado totalmente.
Aunque esta curación demoró más de lo que yo hubiera deseado, las percepciones y riquezas espirituales que obtuve son innumerables. Me siento agradecida porque en ningún momento a lo largo de esta experiencia tuve que desatender mi iglesia, mi familia, mi hogar o mis actividades sociales o artísticas.
Mi gratitud a Dios por la Ciencia Cristiana no tiene límites. Miro con gran alegría hacia nuevas aventuras espirituales.
Winnipeg, Manitoba, Canadá
