Un día, al descubrir una protuberancia en un pecho, me asusté terriblemente, pues pensé que podía ser cancerosa. Aun cuando había sido estudiante de Ciencia Cristiana por varios años y había experimentado la eficacia de la curación metafísica, me sentí simplemente aterrorizada.
Al principio, el miedo persistía y la duda me abrumaba. Pensaba: “¿Qué tal si no me curo? Tal vez la Ciencia Cristiana no dé resultado esta vez”. Recordé el siguiente pasaje de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy (pág. 495): "Cuando la ilusión de enfermedad o de pecado os tiente, aferraos firmemente a Dios y Su idea. No permitáis que nada sino Su semejanza more en vuestro pensamiento. No consintáis que ni el temor ni la duda oscurezcan vuestro claro sentido y serena confianza, que el reconocimiento de la vida armoniosa —como lo es la Vida eternamente— puede destruir cualquier concepto doloroso o creencia acerca de lo que la Vida no es”. Sentí que si mi pensamiento no estaba lleno de tranquilidad y confianza, sino de dudas y temor, era imposible esperar una curación.
Cuando, al día siguiente, llamé a un practicista, y le conté lo que había estado pensando, me aseguró que el miedo no formaba parte de mis propios pensamientos. Me recordó que en mi naturaleza verdadera como idea de Dios, mis pensamientos eran la expresión de la Mente única, Dios, quien es totalmente bueno. Lo dijo de tal manera que percibí que el miedo y la duda me eran completamente ajenos. Sin una mente que los hubiera originado o que pensara en ellos, no tenían ningún poder; por consiguiente, no podían tener ningún efecto en mí, y ciertamente no podían obstaculizar mi curación. Con esta clara comprensión no me fue necesario comprobar si había sido curada; supe que lo había sido. Esto era un hecho, pues la protuberancia simplemente había desaparecido.
Esta curación fue, verdadaderamente, un paso espiritual de progreso; de ella aprendí que el error jamás forma parte de mi pensamiento o del de cualquier otra persona. El error no tiene causa y, por eso, no puede nunca producir un efecto; la comprensión espiritual de esto produce curación. Con esta experiencia, mi opinión mejoró considerablemente, y encontré que lo que había aprendido me era también útil al orar por otras personas.
Exmouth, Devon, Inglaterra
Me es grato verificar el testimonio de mi esposa. Recuerdo la curación muy claramente, tal y como mi esposa lo ha aseverado. Recuerdo el terror inicial que ambos sentimos al encontrar la protuberancia. Luego, tomamos la decisión de confiar radicalmente en el poder de Dios para lograr la curación. Recuerdo cómo mi esposa fue guiada, por medio de la oración, a buscar la ayuda de un maravilloso practicista que pudo desvanecer nuestros temores. También quiero verificar que esta curación fue rápida, total y completa.
