Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

A través de toda una vida de confiar en Dios mediante la Ciencia Cristiana*...

Del número de agosto de 1988 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


A través de toda una vida de confiar en Dios mediante la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) para la curación de cada enfermedad, he descubierto que cada curación tiene, como base, una bendición que va más allá del mero ajuste físico o alivio. Entre las muchas curaciones que puedo recordar con un sentido de haber sido espiritualmente más elevada o de haber progresado perceptiblemente en el sendero del Cristo, una que sucedió en la primavera y el verano de 1984 es la que recuerdo más vívidamente.

Una tarde, mientras iba sola conduciendo mi auto por una autopista, una camioneta chocó con mi automóvil al yo cruzar una intersección. Me llevaron inconsciente a un hospital y notificaron a mi familia. Mi hijo me contó más tarde que él fue el primero de la familia en llegar al hospital. Allí le mostraron las radiografías, las que indicaban que yo tenía el cuello fracturado, y me faltaba una vértebra. El diagnóstico incluía severas contusiones, además de laceraciones y otras heridas externas.

En ese momento, no podía tomar ninguna determinación sobre qué tipo de tratamiento debía seguirse; yo no estaba completamente consciente. Así que esta decisión dependía de mi familia, quienes informaron al personal médico que yo era Científica Cristiana, y pidieron que no se me diera ningún medicamento. En día y medio, mi familia hizo los arreglos para que me trasladaran en una ambulancia a un sanatorio de convalecientes para Científicos Cristianos, que se encontraba a unos doscientos cuarenta kms. de nuestro hogar.

Esta decisión de apoyarme totalmente en la Ciencia Cristiana para mi cuidado, de por sí atestigua la eficacia de la curación por el Cristo. Era la convicción del poder práctico de Dios, obtenido a través de años de apoyarme en la Ciencia para la curación, lo que hizo que mi esposo se mantuviera firme, y encarara la difícil oposición del personal médico. Ellos dijeron que si se me movía, era casi seguro de que habría serias consecuencias, y que si yo sobrevivía, posiblemente no tendría el uso total de mis facultades normales. Para poder sacarme del hospital, requirieron que mi esposo firmara un documento absolviendo al hospital de toda responsabilidad, lo que él hizo.

Mi hija había llamado por teléfono a un practicista de la Ciencia Cristiana para que orara por mí. Además de orar por mí, este dedicado sanador de la Ciencia Cristiana apoyó a mi familia en sus primeros esfuerzos con esta experiencia, y en las oraciones de ellos en lo concerniente a la decisión de que yo fuera trasladada a un sanatorio para Científicos Cristianos. El meticuloso cuidado del practicista incluyó que el cuerpo de enfermeros del sanatorio le informara sobre mi condición por lo menos una vez en cada turno de ocho horas.

Aunque recobré el uso normal de mis facultades, no tenía memoria respecto al choque, el hospital, o las dos primeras semanas que pasé en el sanatorio. Durante ese tiempo, la curación fue progresando, y al final de dos semanas y media, se me ocurrió que era tiempo de que regresara a mi casa. Recuerdo el lugar, los enfermeros y los acontecimientos que tuvieron lugar desde ese momento en adelante. Recuerdo con especial gratitud el amoroso cuidado de los enfermeros y la calurosa atmósfera del sanatorio.

Tres semanas después de que me llevaran al sanatorio, salí caminando por mí misma, sin trazos visibles de lo sucedido, aunque aún quedaban por resolver algunos aspectos en cuanto a movimiento y normalidad. La curación continuó durante las semanas que siguieron mi regreso al hogar, hasta que quedé completamente restablecida.

Aunque esta curación física es, de por sí, un excelente ejemplo del poder práctico del Cristo, la Verdad, en la vida humana, el profundo significado de la experiencia, para mí, descansa en el efecto mental, moral y espiritual de la curación por el Cristo. Para mí, esta curación fue una resurrección, tal como aparece definida en el Glosario de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy: “Espiritualización del pensamiento; una idea nueva y más elevada de inmortalidad, o existencia espiritual; la creencia material sometiéndose a la comprensión espiritual” (pág. 593).

Los muchos cambios profundos que caracterizaron esta curación, incluyen una mayor humildad, un pensamiento más tierno, una mayor liberación del deseo de inclinarme hacia las cosas mundanas. Pero lo que más aprecio, lo más valioso para mí, es una percepción más clara, más cercana, de Dios y Su amor. Un sentido del cuidado del Amor se hizo más evidente en determinado momento en una forma muy clara. Una vez, mientras la curación iba teniendo efecto, se me sugirió que era importante que esta curación tuviera efecto para que el mundo reconociera el poder sanador de Dios. Esto me turbó un poco. No era que yo no estuviera ansiosa de ver una eficaz curación cristiana o de glorificar “a Dios en [mi] cuerpo” (ver 1 Corintios 6:20), pero algo acerca de lo que me habían dicho simplemente me hizo recurrir a Dios.

Mi respuesta vino suavemente, como si la hubieran hablado: “Tú no estás haciendo esto por Dios, querida. Dios está haciendo esto por ti”. En un resplandor de indescriptible regocijo, vi el propósito de la curación por el Cristo en su ministerio tierno: el poder de Dios, Su presencia y Su infalibe amor se estaban revelando, a mí y a todos los interesados en esta curación. Este glorioso sentido de que la curación por el Cristo es la acción y la bendición del amor de Dios, fue como un regalo en esta curación que continúo apreciando.


Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / agosto de 1988

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.