En los amplios plantíos de la mente,
como los doce y los setenta,
manejamos la segadora/espada de la Verdad
y discernimos por el Espíritu Santo
lo que hay que salvar y lo que hay que quemar:
recogemos sólo el grandioso bien de la Mente;
pero no ocultemos la fogata donde quemamos la cizaña,
pues el fuego bautismal del Cristo, con su brillo,
puede a algún peregrino nocturno guiar.
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