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Durante mi adolescencia y ya en la universidad, indagué acerca de...

Del número de agosto de 1988 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Durante mi adolescencia y ya en la universidad, indagué acerca de varias religiones y llegué a la conclusión de que, si existía algún Dios, no era posible conocerlo. Las clases de filosofía que había tomado mostraban los inútiles intentos de la humanidad de probar la existencia de Dios sobre la base de razonamientos lógicos humanos, y me llevaron a investigar las drogas alucinógenas como una manera de encontrar un significado más profundo para mi vida. En lugar de ello, me encontré física y “psicológicamente” adicto a estas drogas.

Debido al uso de drogas, fui encarcelado, y serví una sentencia de treinta días. Al ser puesto en libertad, volví a la universidad donde estaba matriculado como estudiante. Había usado mucho la marihuana, LSD y cocaína y, a pesar de la promesa que me había hecho a mí mismo en la prisión de que me enmendaría al salir, rápidamente me encontré en la misma manera de vivir.

En ese momento, conocí la Ciencia Cristiana a través de una joven que conocí en la universidad. Ella me intrigaba porque tenía una filosofía de vida diferente y positiva, y tuvimos numerosas conversaciones sobre su religión. En ellas, debo admitir, yo trataba de convencerla de que estaba fuera de la realidad, pero, al verlo en retrospectiva, era claramente lo contrario.

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