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Durante mi adolescencia y ya en la universidad, indagué acerca de...

Del número de agosto de 1988 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Durante mi adolescencia y ya en la universidad, indagué acerca de varias religiones y llegué a la conclusión de que, si existía algún Dios, no era posible conocerlo. Las clases de filosofía que había tomado mostraban los inútiles intentos de la humanidad de probar la existencia de Dios sobre la base de razonamientos lógicos humanos, y me llevaron a investigar las drogas alucinógenas como una manera de encontrar un significado más profundo para mi vida. En lugar de ello, me encontré física y “psicológicamente” adicto a estas drogas.

Debido al uso de drogas, fui encarcelado, y serví una sentencia de treinta días. Al ser puesto en libertad, volví a la universidad donde estaba matriculado como estudiante. Había usado mucho la marihuana, LSD y cocaína y, a pesar de la promesa que me había hecho a mí mismo en la prisión de que me enmendaría al salir, rápidamente me encontré en la misma manera de vivir.

En ese momento, conocí la Ciencia Cristiana a través de una joven que conocí en la universidad. Ella me intrigaba porque tenía una filosofía de vida diferente y positiva, y tuvimos numerosas conversaciones sobre su religión. En ellas, debo admitir, yo trataba de convencerla de que estaba fuera de la realidad, pero, al verlo en retrospectiva, era claramente lo contrario.

Poco después, ese mismo año, fui arrestado nuevamente por tenencia de drogas y por agredir al oficial que intentó inspeccionar mis bolsillos; mi amiga no me abandonó. De hecho, vino conmigo a la corte. Debido a la seriedad de los cargos contra mí, y a que estaba en período de prueba después de mi anterior encarcelamiento, mi futuro nunca había sido menos prometedor. El juez dijo a mi abogado que pasaría largo tiempo en prisión, y eso me asustó.

Mientras estábamos en la corte, mi amiga insistió en que no era tarde para cambiar mi vida. Me dijo que Dios me amaba como a Su hijo perfecto, pero que debía tener la voluntad de hacer que mi vida estuviera en conformidad con Sus mandamientos, a fin de encontrar mi verdadera identidad como el hijo puro y amado del Espíritu, Dios. Para mi salvación, tenía que tener la voluntad de decir “no” a la dependencia en la materia, a las drogas y a la inmoralidad, y volverme con todo el corazón hacia Dios. En ese momento de mi vida, mi amiga me estaba ofreciendo una esperanza.

No sabía si, en realidad, la Ciencia Cristiana me podía ayudar, pero yo quería otra oportunidad en mi vida. Claramente puedo todavía recordar ese primer momento en que mentalmente dejé de resistir la ayuda divina y me volví a Dios en humilde oración pidiendo Su apoyo.

Era exactamente como lo promete la Biblia (Santiago 4:7, 8): “Someteos, pues a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros”. Desde ese momento, me comenzaron a suceder cosas muy tangibles; cosas que yo sabía no eran simples coincidencias.

La actitud del juez hacia mí cambió completamente. En lugar de un largo tiempo en prisión, se me asignó trabajo en servicio social en la comunidad. Mi deseo aparentemente incontrolable de tomar drogas y alcohol simplemente desapareció.

Durante este tiempo, comencé a estudiar Ciencia Cristiana y a asistir a los cultos de la iglesia con mi amiga, y descubrí algo maravilloso: que realmente se puede conocer a Dios. Los sinónimos de Dios, totalmente de acuerdo con la Biblia —Vida, Verdad, Amor, Mente, Alma, Espíritu y Principio divinos— como lo explica la Ciencia Cristiana (ver Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, 587:6–9) me abrieron el camino para conocer y comprender a Dios y ver Su presencia y poder operando en mi vida.

Como resultado de mis anteriores experiencias con la ley, me había interesado en estudiar en la Escuela de Derecho. Había presentado mi examen de admisión a la Escuela de Derecho en dos ocasiones, obteniendo calificaciones de 43 por ciento en ambas. Volví a presentar el examen con mi inexperta comprensión de Dios como la fuente de mi verdadera inteligencia, y obtuve 90 por ciento de calificación. Esta mejora era tan notable que la agencia que tomó el examen retuvo la calificación para revisar el examen y verificar con los censores que no había hecho trampa. La nueva calificación fue entonces confirmada.

Volví a la universidad y solicité que sacaran de mi registro un semestre de malas calificaciones, que había obtenido durante el tiempo en que dejé de ir a clase para sumergirme en el uso de las drogas. Me habían informado que muy rara vez eran aprobadas esas solicitudes, pero cuando los administradores reconocieron la transformación que se había operado en mi carácter, apoyaron mi solicitud.

Teniendo como base mi registro académico corregido y las calificaciones de mi examen de admisión a la Escuela de Derecho, y con la intervención personal del decano a mi favor, fui aceptado en una de las mejores escuelas de derecho de mi estado.

Después de tres años en la Escuela de Derecho, presenté el tan temido examen requerido para practicar la abogacía; en realidad, disfruté de la experiencia y nunca tuve duda de haberlo aprobado. He estado ejerciendo la abogacía en mi estado durante nueve años, y siento que es tiempo de expresar públicamente mi profunda deuda de gratitud a la Ciencia Cristiana. Se me dio la oportunidad de comenzar de nuevo, y mi vida ha sido transformada.

A lo largo de estos quince años, mi comprensión y aprecio por la Ciencia del Cristo han crecido en profundidad y fortaleza, y sé que he encontrado la verdad que había estado buscando durante tanto tiempo. Estoy muy agradecido por haber recibido instrucción en clase, por la oportunidad de haber servido en muchos cargos en mi iglesia filial, incluso un período muy provechoso como Primer Lector. Estoy especialmente agradecido porque mi amiga que tanto me ayudó, aceptara ser mi esposa, y ahora tenemos tres maravillosos hijos que están aprendiendo a conocer y amar a Dios como su Padre-Madre.


Estoy muy contenta de confirmar el testimonio de mi esposo. Los hechos son como los ha relatado. Yo percibía claramente la bondad de mi amigo, a pesar de las negativas circunstancias humanas, y cuando trabajamos desde la base de un solo Dios que es todo amor, que nos guía y gobierna, los hábitos falsos desaparecieron muy naturalmente. Me regocijo verlo hoy como entonces, como el hombre perfecto de Dios, y estoy muy agradecida por el crecimiento espiritual que ambos ganamos al comienzo de nuestra amistad.

En ese momento, me vi obligada a estudiar concienzudamente el capítulo “El matrimonio” en Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, para poder comprender más claramente las bases de una relación correcta. Esto ocurrió mucho antes de que consideráramos casarnos.

Estoy especialmente agradecida por el apoyo de mis padres durante este tiempo, y por haberme educado en el estudio y práctica de la Ciencia Cristiana.

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